¿Quién teme a 1.800 millones de turistas?
Hormiga reina. / Isidoro Merino La mejor prueba de que no es posible viajar en el tiempo es que no hemos sido invadidos por hordas de turistas del futuro", declaró en una ocasión Stephen W. Hawking. La Organización Mundial de Turismo (OMT) prevé que la cifra de turistas llegue hasta los 1.800 millones para el año 2030.
Viajeros que contribuyeron a generar empleo y riqueza, pero que también supusieron unos costes sociales y medioambientales para los destinos. El cambio climático, la disminución de los servicios en los aviones, los controles en los aeropuertos o la especulación urbanística en la costa también caen en la cuenta del debe en el balance turístico de estos últimos 10 años.
La cola no mola
En febrero de 2007, los vigilantes del museo del Louvre y del museo de Orsay, ambos en París, fueron a la huelga. ¿La razón? Obtener una prima mensual de 50 euros que les compensara económicamente por el estrés que sufren mientras vigilan obras como la Mona Lisa, de Leonardo (frente a la que se llegan a parar 65.000 personas al día), para evitar que disparen hacia ella, o más bien contra ella, los flashes de sus cámaras fotográficas. Como apuntaba Antonio Muñoz Molina en un artículo publicado en El País, "en los grandes museos todo son mayúsculas, multitudes, colas populosas atraídas por esas exposiciones que en los Estados Unidos se llaman ya como las películas de éxito masivo, blockbusters", mientras en otros, menos conocidos, languidecen maravillas de los grandes maestros en salas desiertas. Las colas, junto a los elevados precios y la prohibición de llevar comida propia "por motivos higiénico-sanitarios", son también la causa de que a muchos parques temáticos no les salgan las cuentas: muchos visitantes se hartan de esperar hasta una hora de cola para montar en una atracción y no repiten.
No me sigas, estoy perdido
En el mundo de las guías de viaje no es oro todo lo que reluce. Hasta una referencia como Lonely Planet (las guías-fetiche de los turistas independientes) vio tocada su credibilidad por culpa de un inefable personaje, el australiano Thomas Kohnstamm, con cuyas aportaciones se elaboraron seis guías de la colección sobre Centroamérica y Suramérica. Kohnstamm confesó sobornos (alegando que le pagaban fatal y no le ofrecían apoyo logístico) y favores sexuales a cambio de citas favorables, tejemanejes que cuenta en un libro titulado ¿Van los periodistas de viaje al infierno?
'Vía crucis' en el aeropuerto
"La obsesión por la seguridad tras los ataques terroristas del 11-S cambió para siempre el transporte aéreo. Aquellos atentados iniciaron una serie de acontecimientos en cadena cuyas consecuencias perduran. Transitar por un aeropuerto se ha convertido en una experiencia desagradable: controles, chequeos, escáneres corporales, cinturones desabrochados, pasajeros descalzos, malos modos… situaciones que eran inconcebibles antes de los atentados y que ahora se ven como algo normal.
Sardinas voladoras
Mientras que los españoles se vuelven cada vez más altos, el espacio entre las filas de los asientos del avión en clase turista es cada vez más estrecho. Viajar en avión ha dejado de ser un lujo, y no sólo por los vuelos de bajo coste. El pasajero de clase turista tiene que bregar con cuestiones como llevarse encima el bocadillo o, en los vuelos de larga distancia, realizar una tabla de ejercicios para que no se le duerman las piernas. Beber y comer a cuenta del billete es ahora un privilegio reservado a los pasajeros de business o de primera clase (la mayoría de las compañías ha sustituido las comidas gratuitas por un menú de pago en sus vuelos de corto y medio alcance).
Turista rico, nativo pobre
"Cuando yo sea grande trabajaré mucho y ahorraré mucho dinero, porque quiero ser turista, y para ser turista tienes que tener mucho dinero para disfrutar lo padre que es viajar", escribía en un blog desde México Daniela Mijares, de 11 años.Uno de los principales impactos negativos del turismo surge como consecuencia de las diferencias económicas entre la población local y los visitantes, en especial en los países más desfavorecidos, donde no es raro que los segundos actúen como nuevos colonizadores y los primeros pierdan su identidad al tratar de imitar los modos de vida de los visitantes. Roland Barthes escribió sobre "la irresponsabilidad ética del turista", al que redefinía como "un nativo de viaje". Una irresponsabilidad que muestra su peor cara en el turismo sexual. En contrapartida, también se ha registrado un auge del turismo responsable y respetuoso con el entorno y los pueblos que se visitan.
Morir de éxito
"Si fuera cierto que viajar enseña", decía Santiago Rusiñol, "los revisores de tren serían los hombres más sabios del planeta". "El viaje apremiante y apremiado se parece a la eyaculación precoz", escribe Claudio Magris, y Chesterton opinaba que el turista sólo ve lo que ha ido a ver: a menudo, su perspectiva no va más lejos del paraguas que un señor (o señora), el guía, agita entre la muchedumbre. La mezcla de turista en grandes grupos y guía con prisa amenaza con matar de éxito las zonas más visitadas de ciudades como Barcelona ("la ciudad de los turistas roedores", según Enrique Vila-Matas), París, Bilbao o Praga.
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