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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Carne quemada

En los años 80 —inspirados por las heroicas gestas de los activistas de Greenpeace— un grupo de personas decidimos montar nuestro propio Greenpeace local con cachirulo. Así nació “Ecofontaneros”. Una agencia aragonesa de servicios ecológicos comprometida con la defensa del patrimonio medioambiental. Por aquellos años, se proyectaba construir una macro-urbanización en el Moncayo. Estábamos en pleno boom del ladrillo. Si a esto añadimos que declararse ecologista en esa época era como confesar ser portador de una enfermedad venérea, la cosa pintaba mal para la causa. Aún así, impermeables al desánimo, mis colegas y yo dedicamos nuestra primera acción a la defensa del Moncayo. Dicho y hecho. Cavamos cinco agujeros en la entrada de las obras y allí nos introdujimos cinco personas. Después, nos arrojaron tonelada y media de cemento rápido por encima para rellenar los huecos. Así nos quedamos, enterrados hasta la cintura en hormigón durante casi 24 horas. De ello dan fe las cicatrices que adornan mis piernas desde entonces.

Esta fue la primera de muchas acciones-denuncia que ayudaron a sensibilizar la conciencia de los aragoneses sobre la necesidad de proteger los frágiles ecosistemas de esta tierra. El resultado —la ampliación y reclasificación del Parque Natural del Moncayo— fue el triunfo de una sociedad civil movilizada para evitar la destrucción de nuestra herencia natural. La misma que hoy se ve amenazada con ser pasto de las llamas. El Moncayo arde, como ardían estos días Robledo o Valdemaqueda en la Comunidad madrileña.

Con fecha de 5 de agosto del 2012, se contabilizaba una superficie vegetal abrasada de 132.299 hectáreas en todo el territorio español. Y ya ven que la catástrofe suma y sigue. Es más, los recortes en prevención y extinción de incendios presagian un futuro calcinado para nuestras reservas naturales. Ergo, también para nosotros. En días como hoy, la carne quemada de mis cicatrices cobra vida. Supongo que quiere recordarme que la defensa del Moncayo, de todos los Moncayos, continúa. Ahora más que nunca.— Ana Cuevas Pascual.

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