Una cerveza de garaje
Ocupa una nave blanca con hechuras de garaje justo enfrente de un restaurante chino, también medio escondido, que siempre está vacío y tiene pinta de tapadera de otros negocios. Como casi todos los lugares donde se fabrican cervezas artesanas, los tanques de acero inoxidable son de juguete. Quien desee enterarse del proceso no tiene más que concertar una cita por teléfono y se lo enseñarán todo, incluidas las cubas de fermentación, los depósitos de frío donde reposan las cervezas antes del embotellado y hasta la caldera, que se alimenta con huesos de aceituna molidos, combustible ecológico que Ángel León (http://www.aponiente.com/) trasladó a la alta cocina hace tiempo.
¿Quiénes son los promotores de este invento? Dos emprendedores madrileños que trabajaban en San Francisco (Estados Unidos) y empezaron a elaborar cerveza en su propia casa. Nada extraño en una ciudad donde el “home brewing” es algo frecuente. Jaime Riesgo es un publicitario avezado; su mujer, Ana Elena Coello asesora de inversiones. Ambos, junto Carenzo y Pablo Giudice, de Sudestada han iniciado la aventura.
Cierran toda la semana, salvo jueves y viernes a partir de las 19,30 y también abren los sábados, incluso por la mañana. Desde el momento que levantan el cierre, en el entorno de esta fabriquita, que cuenta con barra y varios grifos, se agolpan aficionados que llenan las mesas que se desparraman por el callejón, que cobra aire de mercadillo o bar improvisado. Un bar pop-up, que dirían algunos a la última.
¿Qué razones justifican el imparable éxito de la cervezas artesanas en España?
Suelen ser buenas, se atreven a competir con el vino en la mesa y presumen de vocación ecológica.
Representan algo exclusivo a precio asequible.
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