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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Símbolos reales y realidades

El saludo entre Isabel II y McGuinness representa el éxito del proceso de paz en el Ulster, aunque subsistan las divisiones

SOLEDAD CALÉS

La reina Isabel II y Martin McGuinness se dieron ayer en el teatro Lírico de Belfast mucho más que un apretón de manos  y un cruce intenso de miradas con ocasión de un acto benéfico. Fue el reconocimiento, por la monarca británica, de una normalización. El ahora viceministro principal de Irlanda del Norte por el Sinn Féin era el supuesto jefe del IRA cuando ordenó el asesinato de lord Mountbatten, primo de la reina, en 1978. Ese atentado formó parte de los más de 1.800 muertos atribuidos al Ejército Republicano Irlandés desde que en 1969 lanzó su campaña terrorista para expulsar a los británicos.

El saludo resultó desigual. McGuinness, pese a no renunciar a la unificación del Ulster a la República de Irlanda, vino así a reconocer la soberanía británica sobre el territorio, segregado de la independencia irlandesa en 1922 para evitar una sublevación de los protestantes. Fue también el saludo de un católico a la cabeza formal de la Iglesia Anglicana. Todo ello no ha pasado inadvertido para los republicanos que lo consideran una traición. Por eso salieron a protestar contra la visita real, la vigésima de la reina al Ulster, en un año en que, por vez primera, Isabel II también ha viajado a Dublín, a lo que en su día se opuso el Sinn Féin.

Todo esto significa que el proceso de paz que se concretó en el acuerdo de Viernes Santo de 1998 ha dado resultados en cuanto al fin del terrorismo, al convencerse el IRA de que con los votos iba a conseguir más que con las armas, y al renunciar también los paramilitares protestantes a los atentados.

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El enorme paso dado ayer esconde, sin embargo, una realidad social que dista mucho de la reconciliación entre católicos y protestantes. Pese a tener un Gobierno compartido previsto en los acuerdos, las divisiones religiosas no solo persisten, sino que se han agravado, y siguen dándose episodios de violencia. Según The Guardian, hay 80 barreras que separan a una comunidad de otra en Irlanda del Norte, bastantes más que en 1998. Belfast sigue siendo una ciudad si no dividida, sí segregada.

Aún queda mucho camino por recorrer antes de que se pueda hablar de reconciliación. Pero ha sido una buena manera para Isabel II de marcar sus 60 años en el trono.

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