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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hijo único: ley o necesidad

El caso de un aborto forzado pone de nuevo en tela de juicio la política china que obliga a las parejas a tener un solo vástago

MARCOS BALFAGÓN

Políticos y demógrafos están de acuerdo: la estrategia china del hijo único ha sido todo un éxito. De no ser por ella, China acogería ahora a 400 millones más de seres humanos; es decir, estaría rozando los 1.800 millones de habitantes. Se ha evitado una explosión demográfica que habría traído muchos quebraderos de cabeza a un país que se enriquece por días y, segunda potencia económica, suma ya millones de millonarios y es la fábrica y el financiador del mundo. Sin embargo, como siempre han alertado las organizaciones de Derechos Humanos, tras las grandes estadísticas se esconden dramas cada vez más difíciles de ocultar. Por eso, la población parece decidida a plantarle cara a una política que también ha generado mucho sufrimiento.

El aborto forzoso de una embarazada de siete meses ha sido la gota que ha colmado el vaso. Los médicos alertan de que estas interrupciones forzadas no son extraordinarias, pero ahora los chinos son más exigentes y presionan por todos los medios, incluidas las redes sociales, para que los dirigentes revisen sus estrategias.

La política del hijo único, establecida en 1978, produce claras injusticias. La primera, que los ricos puedan saltarse la norma a la torera pagando la multa correspondiente. La segunda, que siga tan extendido el aborto selectivo hasta el punto de que hoy, en contra de las leyes naturales, haya 50 millones más de chinos que de chinas. La tercera y más importante de todas es la imposibilidad de la mayoría de las parejas de elegir libremente la dimensión de las familias que fundan. En el caso chino, solo están exentos de la prohibición de tener un segundo hijo las mujeres que son hijas únicas, las campesinas y las divorciadas.

Se da la paradoja de que a pesar de una norma tan estricta que las autoridades chinas establecieron con carácter temporal, la tasa de fertilidad china no es la más baja del mundo. De hecho, su ratio está en 1,54 hijos por mujer en edad fértil; por encima, por ejemplo, de la española (1,47), lo que conduce a una curiosa situación: aunque por razones completamente diferentes, las mujer china y la española coinciden en que no tienen mucho margen para crear familias numerosas.

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