La Cumbre de Río y la economía sostenible
Esta entrada ha sido escrita por Eduardo Sánchez, de la ONG ONGAWA (Ingeniería para el Desarrollo Humano); yJulio Lumbreras, profesor de Ingeniería del Medio Ambiente de la Universidad Politécnica de Madrid.
Panel solar en Bolivia. Fuente: Leadenergy.org
Dado lo mucho que le cuesta a la comunidad internacional alcanzar acuerdos y luego ponerlos en práctica, es difícil prever el alcance y consecuencias de la Conferencia de Río sobre Desarrollo Sostenible que se celebrará en los próximos días. Pero con independencia de lo que hagan los gobiernos, y ojala estén por una vez a la altura de las circunstancias, Río+20 nos brinda una excelente oportunidad para reflexionar sobre tres de los grandes temas que condicionarán nuestro desarrollo en las próximas décadas: la economía verde, el marco institucional para el desarrollo sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La economía verde es algo que sigue con más interés el sector empresarial, sabedor de que es una buena oportunidad de negocio, que el sector social. Que la economía del futuro tendrá que ser “verde” estamos de acuerdo muchos, pero esto no será suficiente para garantizar el desarrollo sostenible. También tendremos que fijarnos en la economía “no verde”. El sector energético es un buen ejemplo. A pesar de lo mucho que se habla de la promoción de las energías renovables, los combustibles fósiles reciben más subvenciones que las energías limpia, y esto no tiene ningún sentido, mal que le pese a países exportadores, empresas, trabajadores o consumidores. Además, ahora que en España se habla tanto de la moratoria de las ayudas a las renovables, no estaría mal que empezáramos a pensar en una moratoria para las no renovables. Porque si siguen construyendo nuevas centrales de combustibles fósiles, teniendo en cuenta el tiempo de funcionamiento de estas instalaciones, va ser todavía más difícil alcanzar las metas de reducción de emisiones de CO2.
También, en algún momento tendremos que plantear qué hacemos con nuestro modelo de crecimiento indefinido cuando habitamos un mundo físico finito. La experiencia nos indica lo difícil que es “desacoplar” crecimiento y utilización de recursos materiales. Los continuos avances en la mejora de la eficiencia habitualmente van por detrás del aumento del consumo ligado al crecimiento. Los coches consumen menos, pero a nivel global, cada vez hay más coches y no para de crecer la demanda de petróleo. Las televisiones planas son más eficientes que las de tubo que sustituyen, pero la gente compra más, de mayor tamaño y menor durabilidad, por lo que al final, analizando todo el ciclo de vida, consumen más.
La economía, además de ser más verde, debe ser más justa. Habrá que encontrar un nuevo equilibrio en el reparto de los beneficios y costes en todos los niveles, estableciendo sistemas impositivos que penalicen la especulación financiera frente a la economía real, o que sigan el principio de “quién contamina paga”. En la toma de decisiones habrá que considerar mejor los impactos a largo plazo. Algunas de las decisiones que tomemos hoy van a condicionar como será nuestra vida y la de nuestros hijos en el 2050. Y por supuesto, hablar de ser justo es poner en el punto de mira a los más desfavorecidos.
Como muy bien dice la FAO en su documento de políticas para Río+20 no es posible realizar un desarrollo sostenible si no se erradican el hambre y la desnutrición. Y quien habla de alimentación, podría hablar de educación, salud, agua potable, o cualquier carencia básica. Es necesario dedicar más esfuerzos a erradicar la pobreza. Y más que con crecimiento, con el compromiso firme de poner la economía al servicio de garantizar los Derechos Humanos económicos y sociales ya que estudios como el de New Economics Foundation, demuestran que, hasta el momento a nivel mundial, por cada 100 € de crecimiento, sólo 0,6 € contribuyeron a reducir la pobreza del colectivo que vive con menos de 1$ al día.
Hay muchas ideas estimulantes para “pensar” en una economía sostenible, pero terminamos con una para “practicar”. Más allá del consumo responsable, acostumbrémonos a decir “gracias, tengo suficiente”. Así, además de no presionar más el medio ambiente, iremos tomando conciencia de que vivimos en un mundo de abundancia, y no de escasez, donde hay recursos suficientes para reconducir la economía, erradicar la pobreza y conservar el planeta.
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