Congresos de fin de semana
No consigo recordar en qué momento la política dio este giro, que cuando veo los informativos del fin de semana, me provoca entre asco (suena fuerte, pero ¿por qué utilizar eufemismos?) y pena, y ha hecho que ya últimamente tras ver los titulares, cambie de canal o directamente me vaya a echar la siesta. Me refiero a los eternos congresos de fin de semana en los que nuestros políticos se dedican a difundir sus proclamas aun cuando no haya elecciones a la vista y, lo que es peor aún, se han convertido para el Gobierno de turno en una manera fácil, cómoda y sin riesgo alguno, de dirigirse a los españoles para anunciar (ni tan siquiera explicar) sus, sobre todo últimamente, dolorosas medidas contra la crisis.
Qué tiempos aquellos en los que el presidente debatía y explicaba sus políticas en el Congreso, dando la cara, y manteniendo a veces tensos rifirrafes con la oposición.
Ahora nos tenemos que conformar con ver a un presidente de Gobierno felizmente arropado por sus fieles y entusiastas miembros de partido, incluso regodearse mientras anuncia sangrantes medidas para la mayoría de los españoles, en esos congresos de fin de semana que parecen no tener fin ni, por supuesto, sentido. Y por cierto, ¿eso quien lo paga, señores?— Verónica Pino.
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