Egipto, en verde
Los Hermanos Musulmanes se desdicen y presentan un candidato a las presidenciales
En todas las elecciones libres habidas hasta ahora en el norte de África, la vecindad de España, han ganado islamistas. Tendremos que conocerlos mejor y cooperar con ellos. Su victoria no era inesperada, aunque no fueran los protagonistas de las revueltas que acabaron en Túnez con la dictadura de Ben Ali, o en Egipto con la de Mubarak. El islamismo político ha permanecido reprimido durante décadas en estas sociedades, en las que sin embargo, muy a menudo, hacían llegar, junto con su adoctrinamiento, su ayuda social a donde no llegaba el Estado.
No todos los islamistas son iguales. Por encima de su apego a la umma, la comunidad musulmana, pesan la nacionalidad y la realidad de cada país. En Túnez, los islamistas han renunciado a imponer la sharía, la ley islámica, en la Constitución. En Egipto, los Hermanos Musulmanes, que han copado el Parlamento y la Asamblea Constituyente —que debería seguir el ejemplo tunecino— se habían comprometido a no presentar ningún candidato a las elecciones presidenciales de mayo, para no alarmar más a la sociedad ni a las Fuerzas Armadas. Sin embargo se han desdicho al dar el paso Jairat al Sahter, aunque formalmente el adinerado dirigente y número dos de la organización haya dimitido de sus cargos y militancia en el movimiento, y tenga que superar su supuesta inhabilitación a un cargo público por condena del anterior régimen.
La falta de reacción de la diplomacia de EE UU puede indicar que Washington preferiría a Sahter, un pragmático, que al ultraconservador Abu Ismail, proiraní que propugna denunciar el tratado de paz con Israel, dejar de comerciar con Occidente e imponer la sharía. Ismail se había disparado en las encuestas, aunque antes del paso de Sahter, seguía en cabeza Amr Moussa, ex secretario general de la Liga Árabe y preferido de Occidente.
Frente a las ilusiones generadas con la caída de Mubarak, Egipto se adentra en un futuro plagado de dificultades. No era esto lo que prometió la revuelta de la plaza de Tahrir, protagonizada en un primer momento por jóvenes que buscaban democracia y dignidad. La transición se puede jugar en los dos próximos meses, con una economía maltrecha dado el retroceso de un turismo espantado y la tensión entre la Junta Militar y los dominantes Hermanos Musulmanes.
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