Insumisión fiscal en Irlanda
Cada vez más ciudadanos se oponen a la austeridad a ultranza
El Gobierno irlandés recibió el pasado 31 de marzo lo que bien puede considerarse un bofetón tributario de sus ciudadanos. Ese día finalizaba el plazo para abonar la nueva tasa implantada en enero pasado, que grava con 100 euros suplementarios la posesión de una propiedad inmobiliaria. Se estima que 1,6 millones de irlandeses son dueños de una casa y por tanto debían pagar; pero en la fecha debida, la proporción de los que habían cumplido con el fisco era de apenas la mitad. La otra mitad se había declarado insumisa de facto.
Tras un duro rescate y un historial reciente de cinco presupuestos de extrema austeridad, a los que seguirán otros cuatro igualmente restrictivos, según las previsiones, el boicoteo masivo a la nueva tasa ha sido interpretado como una señal de alerta, un aviso de que los ciudadanos empiezan a estar ya muy cansados de tanto recorte y tanta subida de impuestos sin que en el horizonte se vislumbre una mejora de la situación económica. El Gobierno de Dublín ha amenazado con perseguir en los juzgados a quienes se nieguen a pagar, y a imponerles elevadas multas. Pero todos saben que el Ejecutivo debe andarse con tiento.
Primero, porque no le va a resultar fácil cumplir su amenaza de perseguir uno por uno a tantos millones de insumisos. Y segundo, porque el 31 de mayo está convocado un referéndum en el que los ciudadanos deben ratificar el Pacto Fiscal europeo, que limita la capacidad de endeudarse de los Estados; y todos temen que los irlandeses, que ya han votado dos veces en contra de importantes tratados de la Unión Europea, se sientan tentados de rechazar un acuerdo que les condena a la austeridad perpetua.
Irlanda estuvo creciendo durante años por encima del 8% del PIB gracias a una fiscalidad tan benigna para las empresas (y agresiva con vistas a sus socios comunitarios) que el país fue considerado un paraíso fiscal para las grandes multinacionales. Luego estalló la crisis y con ella la burbuja inmobiliaria. El severo correctivo impuesto por la UE tras el rescate de sus finanzas ha doblegado el espíritu desafiante del tigre celta, pero no la capacidad de resistencia de cada vez más ciudadanos que se oponen a la austeridad a ultranza.
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