A James Cameron ya no le basta con ser el rey del mundo
Tras escrutar el fondo del oceáno, el “hombre más temido de Hollywood” no le teme a nada Visionario o megalómano inconsciente: ¿hasta dónde llegará para acallar a sus críticos?
Si el Renacimiento tuvo a Leonardo da Vinci y la Ilustración a Benjamin Franklin, la era posmoderna solo podía dar a alguien como James Cameron. El hiperbólico cineasta batió la semana pasada un nuevo récord: descendió a lo más profundo del océano, al lecho marino en la fosa de las Marianas, a 11 kilómetros de profundidad en el Pacífico. Fue la primera persona en hacerlo sola. Lo que para el común de los mortales hubiera sido una gesta para narrar a las generaciones venideras, para este canadiense de 57 años fue un día más en su excéntrica vida.
Todo en la carrera de Cameron, que comenzó en 1978, es excesivo. La segunda entrega de Terminator fue la primera película que costó 100 millones de dólares. Titanic fue la primera que superó los 200. Avatar las dejó atrás a ambas, con 237 millones. Estos dos últimos largometrajes son además los más taquilleros de la historia: Avatar ha ingresado 2.700 millones, y Titanic, 1.800. Una cifra que puede aumentar a raíz de su estreno en 3D.
Con Cameron siempre parece que el último proyecto megalomaniaco vaya a acabar en debacle. En Abyss, de 1989, llenó una central nuclear abandonada con 30 millones de litros de agua y sumergió a su equipo 10 horas al día durante 10 semanas. Para Titanic construyó una réplica del barco de 236 metros de largo, tan grande que Fox tuvo que construir un estudio por 57 millones de dólares en México con el único fin de contenerla. Con Avatar diseñó su propia cámara de tres dimensiones, instaurando un sistema de rodaje que el jefe de DreamWorks, Jeffrey Katzenberg, comparó a la irrupción del sonido o del color en el cine.
Sus detractores reprueban un ego desmedido. Y no hay megaproducción suya a la que no se le vaticine el más estrepitoso fracaso. De Avatar se recuerda la que fue probablemente su crítica más negativa, de un pequeño diario de Alabama, The Auburn Plainsman, que le otorgó mil estrellas negativas. “Glu, glu, glu...”, titulaba la revista Time en 1996 al escribir sobre Titanic. “¿Puede evitar el desastre el extravagante Titanic de James Cameron?”, se preguntaba la periodista Kim Masters. “El Titanic se hunde de nuevo (de forma espectacular)”, escribió Kenneth Turan en Los Angeles Times. Su perfeccionismo, que disparaba los presupuestos de los rodajes una vez iniciados, le valió la etiqueta, según señaló entonces The Sunday Times, de “el hombre más temido de Hollywood”.
Planeta Pandora, ese filón
Lo único que ha revelado James Cameron sobre la segunda y la tercera parte de ‘Avatar’ es que estarán más centradas en los océanos de Pandora, ese alegórico planeta que quiere recordarnos cuánto mal le estamos haciendo a nuestro propio mundo.
Haciendo gala de su superhombría, el cineasta se subió a un vuelo de 16 horas tras completar su expedición en la fosa de las Marianas para acudir a tiempo al estreno de 'Titanic 3D' en el Royal Albert Hall de Londres. Al día siguiente, regresó al Pacífico occidental, donde continuará grabando en 3D sus hallazgos hasta mediados de abril. Es previsible que incorpore parte de este material a sus películas.
La expedición está financiada por National Geographic, que el 11 de abril estrena también en España el documental ‘James Cameron vuelve al Titanic’ (en la imagen de abajo), donde el director realiza junto a un comité de expertos la que se supone es la investigación forense definitiva sobre el naufragio.
Debía haber entregado acabada Titanic en verano de 1997. Pero obligó a retrasar el estreno, alegando que los efectos especiales eran demasiado complejos. Su apabullante éxito contradijo a los agoreros. Ganó 11 oscars, incluidos los de mejor película y mejor director. Al recibir este último, Cameron repitió aquella frase de DiCaprio en el filme: “¡Soy el rey del mundo!”.
Y el rey quiso venganza. A los días de barrer en los Oscar, compró espacio en una página de Los Angeles Times para responderle al crítico de ese diario. “La sensibilidad crítica de Turan es el peor tipo de elitismo egomaniaco”, escribió. “A nadie le interesan los desvaríos violentos de un hombre amargado que ataca y destroza las películas en las que la gran mayoría de espectadores invierte su tiempo y dinero. Turan no sabe lo que es disfrutar de la alegría de ver una película como la mayoría de la gente lo haría. Ha perdido el contacto, por tanto, con sus lectores, y ya no sirve en su puesto”.
En todas sus películas hay una mujer fuerte, que acaba teniendo un protagonismo decisivo. En Aliens es la teniente Ripley, interpretada por Sigourney Weaver. En Avatar, Zoe Saldaña, convertida en la alienígena azul Neytiri. Y en la saga de Terminator, la sufrida Sarah Connor, encarnada por Linda Hamilton, con la que Cameron estuvo casado entre 1997 y 1999.
Ha contraído matrimonio cinco veces. Se divorció de Sharon Williams, una camarera a la que había conocido en la universidad, para casarse con la productora de Terminator, Gale Anne Hurd. A la directora Kathryn Bigelow le seguirían Linda Hamilton y su actual (y, según él, definitiva) esposa, Suzy Amis, una actriz que salía en Titanic. Solo el destino cruel de Hollywood podía dar un giro de guion a su vida como el de ver su epopeya en 3D, Avatar, equiparada en nueve nominaciones a los Oscar a En tierra hostil, una modesta cinta indie dirigida por Bigelow. A Cameron, sentado justo detrás de ella, se le fue congelando la sonrisa a medida que avanzaba la gala. Él logró tres galardones técnicos. Ella, seis, incluyendo los de mejor dirección y película. Esa noche, Cameron no fue el “rey del mundo”.
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