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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un margen estrecho

El PSOE debe ofrecer alternativas desde Andalucía, pero no apalancarse en la rebeldía

Las conversaciones para un Gobierno de izquierdas en Andalucía, su posible impacto en Extremadura, y la eventualidad de un Ejecutivo de centro-izquierda en Asturias configuran un notorio contrapeso a la apabullante hegemonía, sin parangón en la historia democrática española, del Partido Popular. La existencia de ese contrapeso es, de por sí, interesante, porque la democracia es un sistema de equilibrios entre mayorías y minorías, y ya se sabe que el poder absoluto tiende a incentivar los tics autocráticos y la corrupción. Pero además, el Estado de las autonomías ha desempeñado una función de contrapeso, por la cual nadie quedaba totalmente excluido del ejercicio del poder, inclusión que estimula la responsabilidad y el alejamiento de los extremismos.

Todo ello debe subrayarse ahora aún más si cabe, por cuanto la solución a la crisis económica galopante exige la participación de todos. Ahora bien, ese juego de equilibrios y contrapoderes potenciales al que da paso la última convocatoria electoral solo será realmente positivo en función de que se cumplan algunos requisitos, también por parte del PSOE.

Consciente del varapalo recibido en Andalucía, del que solo lo rescató la derrota estratégica del PP a cuenta de su insuficiente victoria electoral, el socialismo andaluz debería sanear sus prácticas y eliminar nepotismos, irregularidades y corruptelas acumuladas en tres décadas de poder casi incontestado. Una coalición de Gobierno o un pacto de legislatura con IU podrían coadyuvar a esa tarea. Más decisivo, pues desborda el ámbito estricto de Andalucía, es evitar la tentación de la rebeldía frente a un Gobierno del país de signo ideológico contrario. Esta podría arruinar lo logrado en la lucha por la consolidación presupuestaria. Algo parecido —aunque de forma más liviana por la presencia, decisiva con un solo diputado, de UpyD, un partido con vocación centrista pero que permanece inédito en compromisos de gobierno— se plantea con Asturias.

Una cosa es la discrepancia, incluso la disidencia, que puede incluso manifestarse con votos en contra como en el reparto de la carga del déficit, como sucedió en el último Consejo de Política Fiscal y Financiera. Otra distinta sería apalancarse en los desacuerdos, lo que perjudicaría la reconducción de la crisis y los compromisos de España en la UE. Esa fue la política del PP en la oposición, y sirvió de bien poco para el interés general.

Los socialistas disponen de margen para buscar recortes alternativos y diseñar una política distinta, más equilibrada, de austeridad. Pero se trata de un margen muy estrecho, y así deben explicarlo. Alimentar desde unas pocas comunidades autónomas una estrategia frontalmente opuesta al Gobierno sería un error que pagarían todos los españoles. En primer término, el propio PSOE, flanqueado por dos abismos igualmente letales para él: hacer seguidismo del PP o convertirse en un apéndice de Izquierda Unida.

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