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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Permiso para entrar

Anatxu Zabalbeascoa

¿Cuándo y cómo se entra en la casa de los demás? ¿Abriendo la puerta o entrando en su cabeza? Los historiadores Daniel Cid y Teresa-M. Sala han realizado una antología de creadores que escribieron sobre sus casas y las viviendas de otros creadores, un compendio de notas sobre “el desorden de las cosas” que rastrea la privacidad y el mundo simbólico de los objetos. En el libro Las casas de la vida (Ariel), las viviendas de Le Corbusier, Sigmund Freud, Marie Curie, Goethe, Emily Dickinson, Frank Lloyd Wright y muchos más se convierten en fascinantes universos, espejos o maquillajes que el lector está invitado a descifrar como intimidades profanadas o decorados públicos. Les acerco a algunos de esos escenarios en los que Cid y Sala logran revivir a sus moradores.

13 Lincoln’s Inn Field, la casa de Sir John Soane (1753-1837)

“Si en lo arquitectónico tendió hacia lo clásico y su intelecto hacia la Ilustración, su personalidad fue un remolino de conflictos”. También su casa “cobijó las intromisiones del mundo en el propio domicilio”: una búsqueda de la perfección construida en soledad, llena de espejos con 1.600 dibujos y más de 100 maquetas.

 

Amherst y la casa de la que no salía Emily Dickinson (1830-1886)

“Esta es mi carta al mundo que nunca me escribe”. Los poemarios que Emily Dickinson guardaba en fascículos cosidos con hilo blanco eran la casa donde descansaban sus ideas. “No es necesario ser habitación para estar encantada”, escribió. Y Natalia Ginzburg es la encargada de romper su prejuicio y vencer su escepticismo “ante todo lo que pasa a nuestro lado con indumentaria provinciana” para descubrir en la casa de una mujer de pueblo una ciudadana universal con intensa vida interior.

 Marie Curie (1867-1934) y la decencia anónima

 “Nuestros días transcurrían en el laboratorio […] en nuestro hangar tan pobre reinaba una gran tranquilidad”. Eve Curie es la encargada de describir la casa de unos padres que hicieron su viaje de boda en bicicleta, pedaleando por las carreteras de Ille de France. Y la pinta “muy clara, banal, estrecha, en la que un profano difícilmente reconocería el gabinete de trabajo de una sabia ilustre”.

14 Rue La Rochefoucaud en París, la casa-museo de Gustave Moreau (1826-98)

La imposición de una visión del mundo. La casa como una obra maestra. La vida y la memoria a través de exquisitos souvenirs. Es Marcel Proust el que entra en la casa del pintor poco después de su muerte -“No habrá que hacer más las camas ni encender el horno”- y tropieza con una cabeza de Orfeo en cuyo interior “algo nos observa, el pensamiento de Gustave Moreau pintado sobre esta tela que nos mira con esos hermosos ojos de ciego que son los colores del pensamiento”.

Le Corbusier (1887-1965) y su casa favorita

En los límites del bricolaje, Le Corbusier construyó su Cabanon sin decoración y con componentes multifuncionales en Cap-Martín, cerca del restaurante L’ Etoile de mer donde tanto le gustaba comer y a los pies de la casa E. 1027 de Eileen Gray, una de las viviendas más singulares del siglo XX que tanto admiró. Es el fotógrafo Brassaï quien visita al arquitecto y describe sus “trece metros cuadrados y medio en total”. Pero también cuenta que Corbu tenía 65 años y se sentía espléndido. El médico le había recordado que sus arterias no estaban en un cuerpo de 18 años y había pasado a nadar solo media hora al día. Fue durante uno de esos baños cuando, trece años después de aquel encuentro, Le Corbusier murió mientras nadaba.

Comentarios

Asimetría: Me interesa la relación entre la casa y su morador, la correspondencia entre la distribución y decoración de aquélla y el pensamiento y actitud pública de éste. Me sorprende percibir la asimetría en este orden en los creadores actuales que, lejos de revisar su orden doméstico, parecen perfectamente acomodados. Así, en Babelia veo muchas fotos de personajes en su oficina/hogar que sólo me sugieren desconfianza o mediocridad.
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