¡Por Tutatis!
Pase lo que pase a partir de ahora en Oviedo y en Sevilla, las elecciones de ayer terminan al menos con tanta incertidumbre
Quienes esperan un veredicto de cualquier tribunal se reconfortan pensando que no existe peor tortura que la incertidumbre. Ese es el consuelo universal de los que sufren, ya estén a merced de la naturaleza o de sus semejantes, del juicio de la razón o del veleidoso dictamen del azar. Sólo pido que se termine esto de una vez, ruegan a su Dios quienes lo tienen, y los que ni siquiera lo echan de menos suplican también, al aire, al cielo, al suelo o a sí mismos. Pues bien, esto se ha terminado.
Pase lo que pase a partir de mañana en Oviedo y en Sevilla, las elecciones de ayer nos han concedido a todos los españoles la gracia por la que se suspira en los corredores de la muerte. Ya era hora. El gobierno Rajoy destapará por fin sus cartas al elaborar los presupuestos que debería haber abordado antes que cualquier reforma. Así, me temo, aprenderemos todos que la incertidumbre no merece la leyenda negra con la que nos consolamos. Cuando la hay, y es indiscutible que la habrá, la condena siempre resulta peor. Si se supone que lo que hasta ahora han hecho nuestros gobernantes ha sido recortar con la intención de no alarmar, e incluso de seducir, a los ciudadanos que acudieron a votar ayer, me temo, y ojalá me equivoque, que Eduardo Manostijeras está a punto de entrar en acción. Cuando ya no le quede ni un solo seto que podar, al menos tendremos la ventaja de ver todavía más claro el desierto que nos espera. Sobre todo si el peloteo de novedades en los procesos de corrupción que tanto ha animado esta campaña, amaina, que amainará, a partir de mañana.
Claro, que la travesía no va a ser igual para todos los españoles. Por eso, mientras respiro el polvo de la pertinaz sequía madrileña, me permitirán que me despida evocando mi infancia de seguidora de Asterix, ¡por Tutatis!, mientras canto "Asturias, patria querida" y doy palmas por bulerías.
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