Cultura del esfuerzo
El viernes 9 de marzo leí un artículo sobre los inmigrantes chinos y sus lecciones sobre la cultura del esfuerzo, como posible modelo a seguir, con los pros y contras. Creo que el enfoque de la discusión debiera ser otro. No se trata de que en la sociedad debiera primar la cultura del esfuerzo, sino de las cosas bien hechas. Es una distinción mínima, pero clave.
La ideología del esfuerzo conlleva soterradamente la valoración positiva de la explotación, que no se respalda necesariamente con la efectividad del trabajo. No quiere decir que por extender la jornada en horarios más amplios los objetivos se cumplan. Una amiga mía, que trabaja en Alemania, me cuenta que su empresa le pide objetivos precisos, que si los cumple puede retirarse antes del trabajo o sumar días de vacaciones. Por lo tanto su productividad, como les gusta decir a los economistas, se ve incentivada por la posibilidad de sumar días a libre disposición y, en su caso, por el reparto al mismo tiempo de las ganancias de la empresa.
Más que el esfuerzo, que puede o no tener sentido e incluso ser mal administrado, la cultura laboral debiera propender a una labor precisa, que implique una seguridad laboral y un incentivo constante que muestre de que esa empresa respalda al trabajador, permitiéndole crecer y no solo subsistir.— Jorge Polanco Salinas.
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