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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hacia la curación

Después de tanta infamia y ocultación, la Iglesia muestra señales de su decisión de afrontar el escándalo de los abusos sexuales en su seno

Después de tanta infamia y ocultación, la Iglesia de Roma muestra señales de su decisión de pedir perdón y afrontar el escándalo de los abusos sexuales en su seno. El simposio celebrado esta semana en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma avala la sinceridad con la que Benedicto XVI declaró la guerra a esta lacra al poco de acceder al Papado hace ya siete años y, aunque aun cabe preguntarse por qué el Vaticano ha reaccionado últimamente con tanta arrogancia y virulencia frente a las autoridades civiles cuando estas han intentado frenar la impunidad con la que han actuado obispos y sacerdotes en general, lo cierto es que este simposio ha visualizado los pasos hacia adelante que, venciendo resistencias internas, está dando la jerarquía católica en este sentido. Los representantes de 110 conferencias episcopales han escuchado a las víctimas y han tenido que aceptar que la pederastia no solo es un pecado, sino también un delito hacia el cual, en consecuencia, no caben más encubrimientos.

 Este cónclave es un acto de justicia y quizá también de supervivencia. La pederastia le ha costado a la Iglesia católica 2.000 millones de dólares en indemnizaciones y una pérdida importante de vocaciones y feligreses. El origen está en la hipocresía y la pésima gestión del escándalo en el pasado, que ha afectado a decenas de miles de víctimas (100.000 solo en Estados Unidos). Pero el arrepentimiento y la tolerancia cero no es la solución definitiva a los males que aquejan a la Iglesia romana. La raíz del problema seguramente se encuentra en esa irracional y malsana demonización que pesa en su seno sobre la mujer y las relaciones sexuales. El título del simposio de Roma, Hacia la curación y la renovación, no puede ser más adecuado. A este gran enfermo le queda un largo camino por recorrer: limitarse a atajar los síntomas no garantiza su recuperación.

 

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