Exponer sin exhibirse
FOTOS: Pasquale Formisano
Los ojos verdes de la niña afgana, cubierta con un velo rojo raído, que retrató Steve McCurry, han dado la vuelta al mundo. Él mismo lo había hecho varias veces, buscando las fotografías que precisan pocas explicaciones, antes de que su fama recorriera el planeta. Para mostrar las imágenes que el periodista captó en India, Afganistán o Beirut y acercar a los espectadores los rostros que han sido portada en revistas como Time, Life o Geo, el arquitecto romano Fabio Novembre abandonó su pasión por la sensualidad, los altos brillos y el cuerpo femenino y se puso en las botas del fotógrafo.
La exposición sobre el trabajo de Steve McCurry (1950) en el Macro, el Museo de Arte Contemporáneo de Roma, en el barrio de Testaccio, donde se encontraba el antiguo matadero de la ciudad, puede visitarse hasta finales de abril. Y más allá de la obra de un fotógrafo que justifica el periodismo, la muestra envía también un mensaje arquitectónico por la relación que el proyectista ha logrado establecer entre lo que se muestra y la manera de mostrarlo.
La nave fabril del museo tiene la solidez de los almacenes de principios del siglo pasado y lo más sólido que un reportero fotográfico especializado en retratos puede llegar a hallar es, indiscutiblemente, la mirada de los retratados. Esa mirada es un doble retrato. Fotografía también el arte del que queda detrás de la cámara. Así, ¿cómo exponer fotografías que no necesitan palabras en un lugar cargado de historia?
Novembre, uno de los líderes del interiorismo italiano, ha firmado escenográficos bares, tiendas y hoteles en varios continentes. Sin embargo, esta vez debió pensar que para combinar el sentido del riesgo de McCurry y la cercanía de sus imágenes estaba obligado a construir un espacio recogido, cercano y, paradójicamente, impactante y discreto. Me explico. Se trataba de acercar las fotos –y su impacto-, no de acercar el montaje. Y mucho menos de abrumar con él. El objetivo era arropar y desaparecer a la vez. Si las fotografías no precisan explicación, menos debía de requerirla la arquitectura. La solución para semejante rompecabezas fue diseñar la organización de un poblado nómada. Así, un conjunto de veinte cúpulas construidas con bandas de metacrilato curvadas y sujetas a un pie de hormigón sirven para colgar las imágenes. De entre las tiendas, una única cúpula metálica de mayor tamaño concentra la mayor cantidad de fotos. El resto de tiendas-rincones-capillas ofrece solo dos líneas de retratos. Una, a la altura de los ojos. La otra, sobre esa imagen, contemplando al que mira. El resultado es memorable, uno de los interioristas que mejor maneja la imagen en Italia desaparece en un sistema ideado para acercar las imágenes que trata de mostrar. Y que no necesitan explicación.
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