También hay una clase media
En todas las ciudades africanas hay enormes barrios de chabolas y pequeños promontorios de mansiones fastuosas, bien protegidas por muros y alambres espinados, que reflejan la tradicional división social que pervive en el continente: una inmensa mayoría de pobres muy pobres y unos pocos ricos, normalmente vinculados al gobierno, muy ricos. Pero esto, también, parece estar cambiando. Según el Banco Mundial, en los próximos 20 años habrá más de 43 millones de subsaharianos pertenecientes a la clase media. El fenómeno no se limitará a las mayores economías del continente: Sudáfrica, Zambia, Nigeria, Kenia o Ghana, sino que abarcará a casi todos los países.
Este grupo emergente, compuesto principalmente por jóvenes profesionales, comerciantes y pequeños empresarios (como este sudafricano), se está ensanchando a medida que las economías del continente crecen. Es normal que médicos, enfermeras, ingenieros, profesores universitarios… huyan de África en busca de los mejores salarios y de la vida digna que sus conocimientos pueden proporcionarles en el mundo occidental. Esto es uno de los principales lastres con los que cuenta el desarrollo de los países subsaharianos. Aunque todavía son muchos los que salen del continente, el flujo tiende a remitir. Cada día son más los que, por una razón u otra, deciden quedarse.
La clase media todavía comparte muchos de los problemas y preocupaciones de las clases bajas: la dificultad de conseguir una vivienda digna, la escasez de transportes públicos, la odisea que supone acceder al agua potable o tener electricidad veinticuatro horas al día…. Pero al mismo tiempo cuenta con dinero suficiente para invertir en la economía doméstica y en servicios como la educación o la sanidad, lo cual está haciendo surgir una fuerza de trabajo cualificada dedicada a satisfacer esas demandas, generando, así, empleo y engordando, al mismo tiempo, las filas de la clase media.
Estas personas consumen de forma similar a como lo hace la clase media de cualquier otra parte del mundo. Así, por ejemplo, proliferan los supermercados, como este de Accra que muestra la foto, o aumentan las ventas de coches o lavadoras, entre otras muchas cosas, en los países africanos. Entre los miembros que componen este grupo también hay muchos pequeños empresarios, que necesitan empleados y, por tanto, también de esta forma, incentivan la economía del país.
Además, hay que tener en cuenta que estas personas pagan impuestos y que, por esa razón, cada día son más exigentes a la hora de pedir a sus gobiernos transparencia y rendición de cuentas. Otra de sus características es que no está formada, en su mayoría, por empleados públicos, sino, como hemos dicho, por pequeños empresarios, comerciantes y profesionales que, normalmente, no tienen acceso a los recursos del estado y que, por tanto, insisten en que sus impuestos y la riqueza del país no vayan a parar a manos privadas, como ha sucedido tradicionalmente en África, sino que se utilicen para mejorar las infraestructuras y los servicios básicos, especialmente la educación y la sanidad. Todo esto repercute en una mejora de las condiciones de vida que beneficia a todo los ciudadanos en general.
Los miembros de la clase media, al tener mejor educación, estar más informados y contar con mayor poder adquisitivo están demandando una participación más activa en la toma de decisiones políticas y económicas en todos los niveles del estado. Esto es un paso decisivo y muy necesario para afianzar la democracia en el continente. Crecimiento económico, mejora de las condiciones de vida, acceso a los servicios básicos, implantación del estado de derecho, respeto a los derechos humanos y afianzamiento de la democracia van intrínsecamente unidos al crecimiento de la clase media en África.
Ejemplo de análisis desde dentro: entrevista con Arthur Mutambara, Presidente del Movimiento para la Democracia (Movement for Democratic Change) en Zimbabue, realizada por el foro Bigthinkg en la que habla sobre el futuro del continente y los avances últimos.
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