Luz de lectura
La Biblioteca Pública en Cañada del Rosal (Sevilla) tiene poco más que paredes blancas, cubierta de teja y luz. Es un edificio arraigado en el lugar que indica un camino sin curvas para el presente y el futuro de pueblo.
FOTOS: FERNANDO ALDA
La clave está en la cubierta continua de paño de teja, en consonancia con los faldones inclinados de los vecinos. Los pliegues de la cubierta de la nueva Biblioteca de Cañada del Rosal, en Sevilla, marcan con sus lucernarios los lugares de lectura y con su camino organizan las alturas del interior del edificio y, así, sus usos.
Marta Pelegrín y Fernando Pérez (Mediomundo arquitectos) se preguntaron antes de abordar este proyecto si una biblioteca no era hoy un espacio público obsoleto. Convencidos de que no es obsoleto, pero sí es transitorio, levantaron un lugar cambiante en el que no es la función la que determina los espacios sino la luz. Y la escala. Lugar de consulta y encuentro, de estudio e información, concentración y contemplación, la biblioteca de Cañada del Rosal despliega y a la vez repliega el espacio público.
Abierta a la plaza principal del pueblo, la Plaza de Santa Ana, y ubicada entre medianeras en un solar que mide 5 metros de fachada y 25 de profundidad, los arquitectos buscaron llevar la luz al interior agujereando cubierta y forjados. Construyendo patios y pozos de luz. También liberando el fondo del solar para dejar espacio para un patio que completase la zona infantil de lectura y talleres.
Así, las alturas diversas del interior dibujan una gradiente de privacidad que va ubicando a cada usuario en su sitio por mera intuición. Las zonas de consulta, ordenadores y hemeroteca son amplias. Las de lectura y estudio tienen los techos más bajos y más difícil acceso. Los niños, abajo y junto a la luz del patio. Pura lógica habitacional combinada con lógica constructiva: mezclando la producción industrial de las carpinterías metálicas y la construcción artesana (de las estanterías de obra a medida para aprovechar el espacio) demostrando cómo es posible su convivencia y desmontando la falacia de que una, tecnología o artesanía, es más cara que la otra.
El estudio de las fachadas –una de ellas proponía convertir la cara de la biblioteca en pantalla para el cine de verano- puede verse en un enlace donde figuran todos los planos. La idea de Pelegrín y Pérez era la de lograr, con la mínima intervención, la máxima extensión de un espacio público, un lugar de convivencia para individuos y grupos.
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