El Rodríguez, una especie de verano
Llámese Rodríguez al individuo que, con la pareja y la descendencia de vacaciones, se queda solo en casa porque todavía trabaja. Allí se debate entre la envidia por no estar con ellos y el placer de una piso en silencio, la ausencia de obligaciones domésticas y la posibilidad de tumbarse en el sofá. Pepe y Lola son los nombres falsos de dos amigos que se han prestado a ser entrevistados en su condición de Rodríguez.
Pepe, jardinero y músico, lleva una semana: sus hijas (dos y cuatro años) y su mujer están en Cádiz con los abuelos. El titular de su entrevista está muy claro: "El Rodríguez sale y descansa". Lola lleva mucho más tiempo: es free lance y está a punto de cumplir tres semanas de Rodríguez. Sus dos chiquillos (uno y cinco años) están también en Andalucía con el padre y los abuelos. El título de la entrevista de Lola tiene más matices. Creo que éste sería el más fiel: "La Rodríguez, entre la terracita, el sofá y el marujeo".
Mientras Pepe se ha entregado casi en exclusiva a currar de ocho a tres, tirarse al sofá por la tarde y salir a tomar algo por la noche con los amigotes; Lola, aplicada, escribió una lista de 20 tareas pendientes. La mitad ociosas y la mitad quistes domésticos: un himalaya de ropa por planchar, el armario que cualquier día revienta, los medicamentos caducados que harán explotar el botiquín...
La idea de Lola era la siguiente: "Destinar el primer fin de semana a un intensivo de marujeo para que la mala conciencia no me impidiera dedicar el resto del tiempo libre al ocio". Lola es una campeona. Lo ha conseguido, con un empate técnico limpieza/ocio. "No he ido a la playa, he leído ninguna novela, ni he visto exposiciones, pero he quedado para comer, cenitas y cervecitas terraceras", recuenta. "Puedo decir que solo he tenido resaca un día", puntualiza para ilustrar el calibre de las salidas. "Me había propuesto pintar la habitación del pequeño y planchar un baúl de ropa, pero al final he pasado olímpicamente. En cambio”, prosigue, “he dedicado alguna tarde a tirarme al sofá, algo que ya no recordaba que se pudiera hacer, he ido al cine a las seis de la tarde y me he depilado a las diez de la mañana”. Entre las “cosas buenas: he vaciado los armarios, he tirado cosas inútiles y he vuelto a ordenar. En la cocina, despensa, nevera y baño lo mismo, limpieza un poco a fondo y cubo de la ropa sucia a cero”.
Del orden, Pepe se ha preocupado poco. “Estaba todo en orden y así sigue”. Marujeo, nada de nada. Sofá, a tope. Ninguno de los dos ha cocinado. “Un día desayuné bravas”, se descojona Pepe. Ninguno de los dos se ha hecho la cama, lo que en el caso de Lola no es excepción: “la hago cinco días al año”. Pepe ha salido más: el primer fin de semana el viernes llegó a las tres y el sábado “a las nueve de la mañana”. Pero lo mejor no es eso: “lo mejor fue dormir el domingo entero”.
Y es que el Rodríguez, por lo que veo, valora por encima de todo el descanso. “Es brutal. Haces sofá, duermes. Yo estoy como una rosa y ella dice que no puede más”, destaca Pepe. Lola subraya como “un lujo indescriptible levantarse sin tener que preparar a toda prisa desayunos para niños famélicos, hacer un café, sentarse en la mecedora menorquina en el balcón y tomármelo con pachorra y fumando un cigarrillo”.
Han echado mucho de menos a la pareja –el sexo, insisten sin que se les pregunte—y a los niños “sobre todo los primeros días y ahora que falta poco”, matiza Lola. Los dos apuntan que se lleva muy mal lo de que cuando llaman cada día a la pareja la prole no quiera ponerse al teléfono. Pero concluyen que puesto que el rodriguismo tiene fecha de caducidad, es soportable. Que no hay para tanto, vaya: ni en sufrimiento ni en desmadre. “Yo es que hace unos días solo de hacer planes me daba miedo a mi mismo. En cambio, ha habido momentos de aburrimiento. Me sobra el tiempo, cuando estamos todos en casa media hora me cunde mucho más”, dice Pepe.
Lola se reencontró con sus tres chicos durante este fin de semana. Su marido confesaba el viernes que del agotamiento temía por su propia integridad mental: “Me llega a emocionar imaginar qué pasará en el próximo capítulo de Pingüinos de Madagascar”. A Pepe le queda otra semana, con la peculiaridad de que el día que regresan sus chicas a Barcelona él estará tocando en Irlanda.
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