¿Cuánta tierra necesita un hombre?
Con ese título, León Tolstói escribió una parábola de absoluta vigencia aplicable, por supuesto, a la arquitectura. En un puñado de páginas, fue capaz de retratar la ambición ciega de un hombre: el campesino Pajom, perpetuamente insatisfecho. La editorial Nórdica recupera este breve pero incisivo relato ahora ilustrado por Elena Odriozola. Se lee en apenas una hora. Y da que pensar para todas las vacaciones. Quien las tenga.
Vegetariano, anarco-pacifista y cristiano libertario, como Henry David Thoreau, León Tolstói (1828-1919) vivió defendiendo la no violencia activa. Hijo de aristócrata y princesa, perdió a su madre con dos años y a su padre con nueve. Una infancia en el pueblo de Yasnaia Poliana , una juventud en el campo de batalla -luchando contra las guerrillas tártaras y en la guerra de Crimea-, una existencia repleta de juego, alcohol y mujeres, mientras estudiaba en Kazan, y otra burguesa, en los salones de San Petersburgo conformaron los escenarios de una vida que el autor ruso decidió cambiar al regresar a su pueblo para dedicarse a escribir. Allí tuvo trece hijos y escribió Guerra y Paz, Ana Karenina o El reino de Dios está en vosotros. Tolstói ya era un autor consagrado cuando se paró. Con cerca de setenta años, decidió no escribir más. Por eso la pregunta sobre el límite de la tierra está claro que se la hizo a sí mismo tal vez antes de escribir el relato.
Se puso entonces a trabajar como zapatero en el pueblo donde se había criado y donde había escrito sus grandes obras y allí mismo fundó una escuela para pobres donde los niños nunca eran castigados y aprendían a pensar estudiando el Antiguo Testamento. También fundó un periódico, el Yasnaia Poliana, con el mismo nombre del pueblo. Comprometido con una sociedad plural y contradictoria, fue sin embargo su mujer, Sofia Behrs, la que educó a sus 13 hijos mientras se encargaba, además, de mantener las tierras. Es esa vida contradictoria, torturada y también altruista es la que permite que Tolstói se pregunte y nos pregunte cuánta tierra necesitamos, cuánto, en realidad, necesita un hombre para serlo y antes de dejar de serlo. El escritor demostró con su propia existencia la poca tierra que él mismo necesitaba.
Hacia el final de su vida, criticó la parafernalia, la opulencia y la superficialidad de la iglesia ortodoxa y fue excomulgado. Las discusiones con su familia aumentaron también. El escritor no aceptaba dormir cómodamente mientras había tanta gente en el pueblo que no lo hacía. Murió en 1910, cuando huía de su casa con un médico amigo que creyó en él. Y como él. Quería donar todos sus bienes a los pobres y su mujer se lo impidió. En la estación de tren de Astapovo sufrió una insuficiencia respiratoria.
Cuanta tierra necesita un hombre era, para James Joyce, el mejor cuento de Tolstói. El libro, que el año pasado apareció como novela gráfica en la editorial Edelvives (ilustrado por Miguel Ángel Díez), fue escrito en 1886, el mismo año en que apareció La muerte de Iván Ilich y es, además de una lección con plena vigencia, una ventana al ideario lógico, reflexivo y desesperado del espléndido escritor ruso. ¿Cuánta tierra necesitamos cada uno de nosotros? Feliz Semana Santa.
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