Gadafi, las velinas, las amazonas y la melancolía de B.
A Silvio Berlusconi se le escapó anoche una de las pocas verdades que ha dicho en años. Afirmó en Turín que se siente “apenado” por lo que le está pasando a Gadafi.
Es comprensible. En los últimos tiempos había nacido entre los veteranos líderes que sellaron el perdón colonial y de paso abrieron la espita a negocios bilaterales por miles de millones de euros anuales una bonita amistad.
Juntos vivieron y dejaron instantes memorables, que seguramente, o quizá no, serán irrepetibles.
Tenemos por ejemplo el beso en el anillo de B. a G. y el rito del bunga bunga que G. le contó a B. y que B. le contará ahora a los jueces de Milán. Sin olvidar la sociedad personal que ambos formaron en 2009 a través de la productora luxemburguesa Quinta Communications. Ni la inolvidable visita de G. a Roma amenazando desde el avión con no aterrizar si B. no le iba a recibir, o la histórica foto al bajar del avión del coronel beduino con el pecho atravesado por un fotón del indomable guerrillero independentista Omar Muhktar, condenado a la horca por los italianos en 1931.
Como toda tragedia que se precie, el drama de Libia también tiene su parte de farsa. Y si en el juego está Italia, patria de la Comedia del Arte, la sobredosis está garantizada. En el frente militar, con las siete bases italianas en marcha y el mando invisible de la Odisea al Amanecer (o como se llame eso), el caos recuerda ya a la guerra de Gila. En la retaguardia el asunto se está poniendo todavía más feo.
Gadafi proclamó ayer que va a armar a las mujeres libias para que defiendan el país, siempre a vueltas con la explotación del mito de la amazona invencible. Por eso sorprende que el elemento femenino del conflicto no haya sido todavía demasiado explorado. Salvo una estupenda entrevista de Nuria Tesón a una oficial libia que desertó de las tropas gadafistas para unirse a la rebelión, sabemos muy poco de las mujeres libias.
Apenas conocemos cómo están viviendo y sufriendo este momento histórico y dramático de cambio. Si están divididas, si prefieren al coronel o han abrazado el futuro incierto y revolucionario, si son más o menos poderosas en según qué zonas y tribus, si desean cambiar o no, qué derechos y libertades reales tienen, si piensan que tendrán poder alguna vez. Si han tenido mucho, nada o poco que ver con la revuelta.
A la espera de que remitan los pepinazos y la propaganda y de que los periodistas puedan empezar a hacer bien su trabajo (espléndida por cierto Anita McNaught, la enviada especial a Trípoli de Al Jazeera), sabemos que el primer síntoma agudo de debilidad y aislamiento del coronel fue el exilio meteórico de su enfermera ucraniana, Halyna Kolotnytska, que salió de Trípoli rumbo a Kiev el 27 de febrero, a los doce días de estallar la revuelta.
Unos días después, Kolotnytska declaró que estaba convencida de la victoria final de su jefe G.
Pero ¿qué diablos ha sido de las famosas amazonas vírgenes que protegían el perímetro íntimo de Gadafi? ¿Alguien ha visto a esas fieras entrenadas para matar con los labios pintados? ¿Se sabe si siguen con él a las duras, después de disfrutar -es un decir- de las maduras durante 40 años de revolución verde? ¿Están en el frente? ¿Metidas en el búnker? ¿Montando a caballo en el desierto? Nadie parece saberlo. Aquí pueden verlas en diversas, e ingratas, tareas de escolta.
Pero en Roma, la ex metrópolis, la cuestión es otra. En la capital de Velinistán nos preguntamos, sobre todo, por las 500 ragazze italianissime (más alguna albanesísima y una españolita) que Gadafi concentró durante sus recurrentes (y humillantes) visitas a Roma como flamante condueño del cortijo ítalo-libio tras la firma del Tratado de Amistad, Asociación y Cooperación sellado con B. en Bengasi en 2008.
¿Qué habrá sido de ellas? ¿A qué dedican el tiempo libre? ¿Siguen leyendo el Corán que les regaló el Rais? ¿Continúan las tres eurovelinas que se convirtieron al Islam en plena plegaria del beduino orando a La Meca? ¿En qué se gastarían los 100 pavos (150 si venían de fuera de la región del Lazio) que les pagó la agencia Hostessweb.it por asistir a las encendidas charlas islamistas del líder máximo?
Gracias al dueño de la agencia, y a una oportuna entrevista del Vanity Fair Italy algunas incógnitas empiezan a despejarse. Y las noticias no son buenas. Resulta que el dueño de Hostessweb.it está organizando una manifestación de velinas (y velinos) proGadafi para el sábado próximo en Roma.
Con due palle, como se dice por aquí, Alessandro Londero, de 49 años, ha abrazado la fe antiimperialista y está reuniendo de nuevo a sus mejores azafatas para salir en romería y presionar al Africom, a Sarkozy y al melancólico Berlusconi con el fin de que cese la agresión (y quizá así él mismo vuelva a poder hacer negocios con el coronel).
“Tendrá sus culpas, pero Gadafi no es un tirano, solo busca el interés de su país”, ha dicho la portavoz de la movilización, la albanesa Rea Beko, una de las tres azafatas de congresos que cayeron fulguradas del caballo del catolicismo y se convirtieron al Islam durante la última visita romana del predicador de Sirte.
Por su parte, el empresario Londero ha dicho que está “indignado por el comportamiento de Estados Unidos, que ha usado una excusa vergonzosa para colonizar nuevamente a un país amigo”.
Lo bonito es que no están solos: entre las 487 “bellas, elegantes, educadas” señoritas que fueron instruidas en febrero y agosto de 2010 para escuchar al Rais, tomar apuntes sin rechistar (se prohibieron las preguntas políticas e “incómodas”) y aplaudir las arengas coránicas, hay algunas, como Miriam, Francesca y Valentina, que tuvieron el honor de devolver la visita a Gadafi y siguen totalmente seducidas.
Hoy hablan con tal pasión de su anfitrión como para dar envidia al melancólico Berlusconi, que en los últimos días se ha lamentado del tono despectivo que usan las 33 velinas de Arcore en las conversaciones grabadas por la policía (“culo flácido” es lo más suave que se oye) que investigó el caso Ruby.
“Fuimos tratadas como Reinas, con un respeto enorme de nuestra femineidad”, han dicho las tres participantes en los viajes organizados por Hostessweb.it a Libia con cadencia casi mensual. Viajes de ida y vuelta, según explica el reclutador Londero al Vanity Fair: “Justo ahora iba a venir una decena de estudiantes libios a visitar Milán, Roma y Perugia. La misión se ha cancelado por motivos obvios”.
La entrevista al agente telemático de azafatas sumisas no tiene desperdicio. Por razones de espacio (estomacal) les evitamos la doctrina sobre el bienestar, las escuelas de policías femeninas, la universidad accesible a todas y todos y demás lindezas que ofrecía a sus súbditos la tiranía de su generoso excliente.
Pero vean cuánta nostalgia queda en Londero por aquella bella e igualitaria relación interrumpida por las bombas: “Gadafi quería mucho la alianza con Italia. Quería que los italianos visitaran Libia, hablasen con su población y contasen lo que habían visto a sus compatriotas. Quería difundir en el mundo la nueva imagen de Libia”.
Las hemerotecas suelen ser justas: crueles con los malos y amables con la gente decente. Londero amenazó a las chicas contratadas por cuatro duros con no pagarles su miserable caché (la primera vez les dio un detallito de 50 euros por asistir) si hacían declaraciones sobre las charlas. Rosy Bindi, la presidenta del Partido Democrático, tantas veces insultada por su machista primer ministro, declaró entonces lo siguiente: “Berlusconi ha acabado siendo cómplice no solo de la suerte de tantos desesperados expulsados al desierto libio (gracias al Tratado de Amistad que frenaba la inmigración ilegal sin respetar el derecho de asilo) sino de una nueva y humillante violación de la dignidad de las mujeres italianas”.
Por la parte que nos toca, solo cabe añadir que sería bastante mejor para la salud mental y las mujeres de Libia (y del planeta) si la voluptuosa enfermera ucraniana, el explotador Londero y las velinas convertidas al gadafismo se equivocaran sobre el triunfo final de Gadafi.
En cuanto a las amazonas vírgenes, la duda estriba en saber si serán o no vírgenes suicidas. Y sobre el deprimido Berlusconi, sin su Gadafi, sin sus fiestas y hasta sin sus velinas, no sufran demasiado. Siempre le quedará Putin (valga la redundancia). O cruzar los Alpes e invadir al maligno Sarkozy antes de que acabe con su añorado compañero de farras.
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