Por Madrid pasa un río: en el Manzanares con Perrault

FOTOS: J.F.ANDRINO

Impone hablar de grandes proyectos públicos cuando hay elecciones a la vuelta de la esquina. Y es tan cierto que Madrid es igual de hospitalaria que ruidosa como que lleva tiempo superando los niveles de contaminación permitidos por la Unión Europea mientras sus ciudadanos no renuncian a utilizar el coche y el alcalde mira hacia el cielo para ver si llueve. Con todo, es difícil discutir que el Parque del Manzanares, que ya está empezando a brotar, cambiará la cara sur de la ciudad. Y la vida de más de 300.000 vecinos.

Más allá de un riachuelo escuálido, durante años el río de Madrid fue su cuenca y ésta era poco más que un enjambre de autopistas, la famosa M30, que, como una muralla, cerraba la ciudad por el lado meridional. Tozudo y obsesivo, desde que llegó a la alcaldía de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón se obsesionó con cubrir esa vía de circulación, contaminación y ruidos, con recuperar el río y con unir los distritos vecinos, pero distantes, de Arganzuela y Usera.

El plan pasaba por coser las dos orillas, por rayar el río de puentes peatonales. También era importante sembrar el hueco de la M-30 de pinos, romero, un carril bici de siete kilómetros, parques infantiles, miradores, zonas de descanso y, sobre todo, bienestar y optimismo. Hace ya semanas que los madrileños corren, descansan y curiosean por la margen sur que ya es paseo. Algunos de los puentes (todos peatonales y varios con espacio para que circulen las bicicletas) se pueden utilizar ya.

El artista Daniel Canogar fotografió a 50 vecinos de los barrios que bordean el Manzanares y, con teselas de cristal reciclado, los inmortalizó sobre uno de esos puentes- cáscara ideados por el colectivo M-Rio (Ginés Garrido y Fernando Porras), que ganó el concurso para diseñar la cinta vegetal que hoy arropa al río.

El proyecto es casi una realidad (en algunas zonas todavía un barrizal). Recuerda la transformación de la ría bilbaína, pero en un tiempo récord y concentrada en el propio río: sin levantar edificios ni derruir instalaciones portuarias. El Manzanares es ya un espacio público, limpio y verde (con una representante de la empresa constructora calzando botas y vigilando que los obreros separen residuos para reciclarlos). Pero lo más llamativo es que, sin proyectos inmobiliarios cercanos que lo sufraguen, la inversión en el río es, sin duda, un proyecto vitalista, de futuro y … de izquierdas (social, para un barrio obrero y sin rentabilidad económica clara) en manos de un alcalde de derechas.

Con todo, tanto cambio, tras los años de obras que han padecido los vecinos, había que comunicarlo al mundo, al resto de los ciudadanos y a los turistas que lleguen a la capital. Así, el mensaje es que, después de la primavera, en el centro de Madrid, la ciudad respirará por dos grandes parques: el Retiro y el del Manzanares. Y el medio para comunicarlo es el puente pasarela que Dominique Perrault –autor de la Caja Mágica, donde se inicia el paseo- termina estos días.

Llegamos a la obra tras dos días de lluvia. Nos espera la ingeniero del ayuntamiento, la de la empresa constructora y la encargada de vigilar la separación de residuos. “Este es un proyecto de futuro –bromea Perrault- observe cuántas mujeres en puestos relevantes”.

-¿Cómo maneja los vicios de tantos años de obra sin separar residuos? –le pregunto a la encargada-. “A veces con sonrisas y otras con gritos. No es fácil corregir las malas costumbres”, contesta. Ese día sonreía.

El puente, peatonal y para ciclistas, es un tirabuzón metálico partido en dos. Una de las partes salva el Manzanares. Y marca la entrada, el acceso al parque. La otra parte salva el desnivel entre la cota de calle, en el lado norte, y el propio parque. Por el puente de Perrault, a unos metros del churrigueresco de Toledo, al parque se entrará desde arriba y por el centro (ambas partes del puente se encuentran en una colina de acceso). El bucle del arquitecto autor de la Biblioteca Nacional de Francia combina tres acabados: costillas, malla metálica o nada. Y esas partes funcionan como filtro solar, leve refugio contra la lluvia o miradores. Perrault comenta que la pasarela no es solo una solución de ingeniería. “Será también un mirador y una plaza larga, con bancos y farolas. Los bancos son topográficos –apenas dos escalones de la misma madera de ipe del pavimento- y servirán para separar la vía de los ciclistas de la de los peatones”. La fractura del puente también reducirá la velocidad de quienes lleguen sobre dos ruedas.

Cuenta Perrault que este es su proyecto más público. Y que eso le llena de optimismo: “Sobre todo sabiendo lo que está sucediendo en España”. Pero es consciente de que las grandes obras hay que explicarlas. Su proyecto es la foto, la postal de una gran idea que, sin imagen, sería más difícil de rentabilizar. Y más si hay elecciones a la vuelta de la esquina.