Un arquitecto ejemplar
“El que quiera proyectar un hospital debería pasar tres meses con Lelé”. La frase es de Oscar Niemeyer, y el arquitecto ejemplar es Lelé, Joao Filgueiras Lima (Río de Janeiro, 1932), con el que Niemeyer trabajó en Brasilia durante los años sesenta. Tímido, introvertido y apasionado por los métodos constructivos, Lelé ha levantado durante años en Brasil la red de hospitales del Estado conocida como Red Sarah, en honor a Sarah Kubitschek, la primera dama en el momento de la fundación de la nueva capital.
Tal vez Lelé sea un arquitecto ejemplar.
Lelé es un arquitecto con tanta fe en la arquitectura como para trabajar haciendo edificios abiertos y sinuosos, como en movimiento, para quienes apenas pueden moverse. Eligió esa dedicación. Optó por cubrir un hueco. La red de hospitales Sarah, especializados en terapias para pacientes con politraumatismos, tiene sedes en Macapá, Salvador, Recife, Curitiba, Fortaleza, Belo Horizonte o Sao Luis Maranho. Y en todos ellos Lelé está presente en todo, desde las camas móviles y el mobiliario de los pacientes hasta la ausencia de aire acondicionado (emplea un sistema de ventilación cruzada), los espacios de reunión o las zonas para acceder al exterior a tomar el sol. Convencido de que con pocos medios se puede conseguir una arquitectura hermosa y alegre, Lelé vive volcado en sus hospitales. El último, levantado en Río de Janeiro, cerca de la laguna de Jacarépaguá, en una región semi-inundada, es un hospital horizontal en el que jardines y terrazas airean un local repleto de sombras y miradores. Las cubiertas interiores de policarbonato son basculantes: forman un colchón de aire y actúan como difusor de la luz solar. La zona de convivencia tiene una cubierta arqueada que se abre mecánicamente. Un lago, conectado a la laguna, recupera agua de lluvia y sirve de zona de evaporación para consolidar el control térmico: de allí, el aire frío se evapora y llega hasta unos ventiladores que lo empujan al interior por conductos y rejillas. Las vigas y los pilares metálicos conviven con la argamasa armada. Los puentes se pueden atravesar en silla de ruedas y un auditorio, coronado por una semiesfera, abre en pétalos su óculo para dejar entrar el aire y la luz. Estaría bien que un arquitecto que construye algo así ganara alguna vez el Pritzker.
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