Sobre los (futuros) universitarios españoles
En España se ha vivido un auténtico 'boom' educativo: A pesar del bajo nivel de la secundaria y del fracaso escolar los pupitres universitarios ofertados ha ido creciendo inexorablemente
Hace unos años -entre diez y veinte, según la zona- poder estar estudiando en la Universidad era un auténtico privilegio que no estaba al alcance de cualquiera. Tener una carrera era, por tanto, un hecho diferencial que garantizaba un periplo profesional exitoso. Hace un poco más de tiempo, el privilegio era acabar el bachillerato y poder anteponer, de esa manera, un "Don" al nombre. Muchos estudiantes debían abandonar sus pueblos y provincias hacia la gran ciudad para poder proseguir con sus estudios.
En la actualidad, sin embargo, parece ser que la situación se ha invertido en el sentido que parece casi una obligación que todos los menores de 20 años hayan entrado en la Universidad y que los menores de 25 años posean, al menos, una titulación universitaria. No es de extrañar; no hay que olvidar que, para los progenitores de esta generación, ir a la universidad era algo bastante excepcional y que ahora está al alcance de sus manos poder brindárselo a sus hijos. Realizar y terminar una carrera universitaria suele requerir bastante esfuerzo, tanto de hincar los codos frente a una mesa, una lámpara y un termo de café como económico. Y, tanto el estudiante que sacrifica sus horas de ocio para intentar sacarse una asignatura como los padres-patrocinadores que apoquinan el dinero, esperan de ese esfuerzo un retorno en forma de mejores perspectivas laborales y socioeconómicas. Al fin y al cabo, entre las funciones de la Universidad se encuentra -además de intentar aumentar el conocimiento de la sociedad en general-, el proporcionar al alumno una formación y unos conocimientos específicos que lo cualifiquen para un porvenir laboral mejor. El problema llega cuando dicho futuro laboral al que se aspira siendo licenciado o ingeniero no es, para nada, mejor.
Omitiendo títulos del curriculum
En España se ha llegado a situaciones dignas de sainete folclórico. El hecho, por ejemplo, de que se tenga más posibilidades de encontrar trabajo si se omite del Curriculum Vitae toda mención a estudios universitarios. O el hecho, también, de que el tiempo medio para encontrar trabajo sea inferior para aquellos sin estudios cualificados que para aquellos que han pasado y aprobado en la Universidad. En la España de estos últimos años se ha vivido un auténtico boom educativo. Boom en el sentido que, a pesar de que el nivel en secundaria continúa siendo paupérrimo y el fracaso escolar generalizado continúa siendo una realidad, la cantidad de pupitres universitarios ofertados ha ido creciendo inexorablemente. Nuevas universidades y nuevos campus han sido levantados de la nada a golpe de Erario Público o especulaciones privadas y de flashes de cámaras apuntando a sonrientes políticos. Varios ejemplos: Únicamente en Madrid existen 19 universidades diferentes (8 de ellas públicas). En Catalunya hay 12 (7 públicas), en Murcia hay 3 y en Andalucía 11 (únicamente una es privada). Todas las comunidades autónomas poseen (al menos) una Universidad pública propia y todas las provincias cuentan con, al menos, un campus universitario en su territorio. Soria y Teruel (para mencionar aquellas que suelen estar más olvidadas por la Administración Central) incluidas.
En resumen, una utopía para el proyecto de universitario o universitaria. Nunca se habían ofertado tantas plazas universitarias. En España, ahora mismo, es imposible que aquél que haya aprobado la selectividad no entre en la Universidad. Quizás no entre en la primera opción que solicitó, o en la segunda, pero la realidad es que se ofrecen tantas plazas que no suelen cubrirse todas. El número de licenciados e ingenieros por año es, también, un record numérico que se supera año a año. Sin embargo, hay que mirar más allá del mundo universitario y del todo el mundo debería pasar por la Universidad y echar un vistazo al mercado laboral. Al fin y al cabo, una de las funciones de la Universidad con la sociedad, repetimos, es la formación de mano de obra cualificada para abastecer al mercado laboral nacional. Y ahí, precisamente, es donde radica el problema en España.
La oferta de ingenieros supera la demanda
En el mercado laboral actual el orden de magnitud de la oferta de ingenieros y licenciados es mayor que el de la demanda. En cristiano: existen muchos más ingenieros titulados que puestos de trabajo para ellos. Es decir, la estructura universitaria en España ha variado y ahora es capaz de vomitar una cantidad de personal cualificado al año hasta hace poco impensable. Pero la industria y la economía española no han compartido dicho crecimiento (más bien podemos afirmar que han decrecido) y no están preparadas para asumir tal cantidad de nuevos trabajadores cada año. Por tanto, con dichos recién licenciados o recién ingenieros que el mercado laboral no es capaz de absorber, se va formado un excedente de mano de obra de altísima cualificación -pero parada y sin perspectiva laboral- que va aumentando día a día. Se llegan, recductio ad absurdum, a fenómenos como la sobrecualificación (tener unos estudios muy superiores al trabajo que se realiza), y la disyuntiva entre el paro de larga duración o el rebajarse a cobrar sueldos sardónicos (menos de 800 euros al mes para un ingeniero aeronáutico por la UPM cuando de camarero se cobra casi el doble.
Quizás el ingeniero en cuestión se niegue a cobrar tal miseria a cambio de sus más de cinco años abusando de la cafeína para poder tener alguna posibilidad de aprobar en sus exámenes, pero seguramente otro que lleve 1 año en el paro y tenga una hipoteca que pagar lo aceptará encantado) La situación la sintetiza perfectamente un chiste que apareció en la revista satírica el Jueves recientemente. "¿Por qué voy a contratarte a ti para que me arregles la cafetera si ahora, por dos duros, puedo contratar a un físico nuclear?" Por otro lado, otra cara de la moneda, nos encontramos con la formación profesional y aquellos oficios que podríamos considerar como "semi"cualificados (para referirnos a ellos de algún modo). Es el caso de fontaneros, electricistas, cerrajeros, mecánicos, carpinteros, oficiales o maestros industriales y un largo et ceteram.
La alarmante fuga de cerebros
En el actual sistema de "todo-el-mundo-debe-ser-universitario-para-ser-alguien" se han convertido en los grandes olvidados de las perspectivas laborales de los adolescentes españoles. Esos profesionales "semi" cualificados son copados casi unánimemente, pues, por los burros de la clase, descendientes de la mediocridad del sistema educacional secundario español y del fracaso escolar. Y eso es un error: la carencia en España se encuentra en la falta de buenos profesionales jóvenes en esas áreas, no en la de número de licenciados e ingenieros por metro cuadrado. Todo lo expuesto anteriormente desencadena en una situación especialmente alarmante: la fuga de cerebros y capital que está sufriendo la sociedad española. Al fin y al cabo, son los jóvenes altamente cualificados (primeros de su promoción y con nivel de inglés alto) los que están optando cada vez más por abandonar su país y trabajar en el extranjero. Con ellos se van un gran impulso de base para la sociedad española (si han llegado a obtener tanta cualificación, serán muchas cosas, pero tontos y vagos del todo no) y una gran cantidad de capital invertido. Sí, dinero. El dinero con el que el Estado Español ha subvencionado su formación (en una Universidad pública esta cantidad se encuentra alrededor de 6000 euros por año y estudiante) y que, con su marcha, será aprovechado por la industria y la sociedad de otro país.
Y todo ello sin contar con la cantidad de dinero invertido por el Estado Español en formar a legiones de ingenieros, filólogos, historiadores, científicos, periodistas... que jamás ejercerán en su campo. Nos estamos viendo, pues, ante una importante fuga de capital (o despilfarro, léase como apetezca). Por un lado en la formación de profesionales que España no necesita y que van a engrosar a la cola del INEM mejor formada de la historia y por otro en regalar a otros países profesionales altamente cualificados que se ven obligados a emigrar ante lo desalentador del panorama. ¿Cuáles son las causas que nos han llevado ante esto? Como no podía de ser de otra forma en este país: la falta de previsión y la falta de visión a largo plazo.
Falta de miras
La administración política de turno mira, como mucho, a cuatro años vista. Este plazo de tiempo, extrañamente, es lo que se tarda en ejecutar una autovía, una nueva estación de metro o levantar una Universidad. Y, a demás, en España es más efectivo buscar el voto local (que la gente de una determinada aldea vote conforme a lo que ha sido construido o prometido construir cerca de sus casas) que el global (que se vote conforme a la organización de los recursos en la completitud del territorio del Estado). Es la ecuación perfecta. Se proyecta un nuevo campus o la ampliación de otro existente, normalmente en terrenos lejos del centro urbano y que habían sido, hasta entonces, especulativamente yermos. Grandes infraestructuras en busca de grandes contratos, los señores del ladrillazo contentos. Y, antes de que se acabe la legislatura, gran expectación de los medios para conseguir la mejor instantánea de los políticos locales, provinciales, de la comunidad autónoma y del Estado Central todos juntos dándose la mano, sonrientes, frente a unas instalaciones vacías que todavía huelen a nuevo. Y los vecinos de la zona radiantes porque tendrán una Universidad en el patio de atrás de su casa, con todo el prestigio que ello conlleva para la zona.
Ya no será necesario enviar al hijo a la gran ciudad para que continúe con sus estudios. Sin embargo, la concatenación de tanta fotografía e inauguración oficial, ha provocado la formación de una generación joven altamente cualificada y con perspectivas laborales prácticamente nulas. Y, encima, bastante cabreados con el sistema al que le han dedicado horas y horas de estudio para verse luego en casa, desesperados al ver que, a pesar de los centenares de Curriculum Vitae enviados vía e-mail, nadie les llama para hacer una entrevista. Una nueva generación perdida.
Menos plazas en la universidad
Pero, ¿se puede revertir esta crisis? A corto plazo, no. Habrá que emigrar hacia países más previsores o racionales. A largo plazo, se deberían reducir el número de plazas universitarias ofertadas en la enseñanza pública drásticamente. Deberían ser limitadas, como máximo, a aquellas que el mercado laboral nacional pudiese absorber. Eso es, al fin y al cabo, lo que se hace en los países desarrollados con más previsión y menos preocupados por "salir en la foto". Y, por supuesto, clausurar completamente las universidades privadas (que en España se han convertido, salvo una honrosa minoría, en una herramienta para que los padres más adinerados regalen a golpe de talonario diplomas con la rúbrica de Juan Carlos I a sus hijos más cazurros). Todo lo expuesto anteriormente, por tanto, implicaría que mucha gente que aspirara a entrar en la Universidad se quedase fuera, que su camino se deflectara hacia la formación profesional. Parece un gran sacrificio -por una parte evitar la sobresaturación del mercado laboral de alta gama y por otra potenciar la formación profesional-, pero que no nos hubiéramos visto obligados a plantear de haber poseído España gobernantes con visión de futuro que antepusieran el porvenir de los jóvenes a ganar un puñado fácil de votos.
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