Una noche en CC OO
Los trabajadores de la sede confederal del sindicato viven un trajín de datos y llamadas en las primeras horas de la huelga
Los primeros datos que se analizan en la sede confederal de Comisiones Obreras, en Madrid, son los de la recogida de basuras. "No hay servicio en 150 ciudades", cuenta Luis María González, un trabajador histórico de los servicios de prensa del sindicato. Poco después es el secretario de organización, Antonio del Campo, quien habla de los turnos en la industria con el líder de esta federación de CC OO, Felipe López. "Ha parado General Motors y en Seat solo han entrado 70 de 1.200 en el turno de noche", comentan.
Los pasillos del sindicato se convierten en un trajín de llamadas y datos. El líder de la organización, Ignacio Fernández Toxo, se lo pierde. Se ha marchado a casa poco después de las doce de la noche. "Conviene descansar que el día va a ser muy largo", reflexiona. Tras el acto de la Puerta del Sol, ha ido a la sede madrileña de CC OO a arengar a los piqueteros de Madrid. Allí reciben instrucciones. "No romper espejos ni pintarlos. Que no se diga que somos violentos", explica el orador. Murmullos en el auditorio. "Cada uno sabe lo que tiene que hacer", explica Javier López, líder del sindicato en Madrid. Toxo marcha a la sede confederal a cenar con los dirigentes y los trabajadores que van a recabar datos y llamadas toda la noche.
En Fernández de la Hoz, calle donde está la sede central de CC OO, el bloqueo de Mercamadrid produce satisfacción. Paraliza la actividad en el principal abastecedor de la capital de España. También el fundido a negro de Telemadrid.
De la sala de prensa comienzan a salir los primeros comunicados. Uno de los más tempranos llega a los correos electrónicos de los periodistas poco después de las doce de la noche, y condena el atropello de Azucena Calderón, integrante de un piquete en la localidad madrleña de Coslada.
Poco después, los datos de seguimiento en la industria casi desatan la euforia. Pasada la una de la madrugada, la atención comienza a centrarse en el consumo eléctrico. "Más o menos como un domingo", explica Luis María González. "Es la prueba del algodón", sentencia más tarde el secretario de organización, Antonio del Campo.
El portavoz del sindicato, Fernando Lezcano, empieza a hacerse eco de los periódicos que no van a conseguir llegar al quiosco. "El Faro de Vigo, el segundo periódico de Galicia, no va a salir", explica cerca de las dos de la mañana, cuando el ajetreo de las primera hora cede paso a la espera de que llegue el protagonismo de los transportes y quienes entran a trabajar a las seis de la mañana ("Lo más gordo", explica al teléfono un dirigente sindical).
A las cinco de la madrugada, algunos dirigentes han desaparecido de la sede. Han ido a ducharse, a prepararse para acudir a las comparecencias públicas que empezarán en pocas horas. Otros a descansar un poco. Toxo aparece a las 6.25. Se va a su despacho y comienza a analizar los datos. A llamar a los dirigentes regionales. Está muy tanquilo. Cuando comienza la primera reunión del día, con Lezcano y Del Campo, se habla del seguimiento, que cifran en el 70% . ¿Una cifra muy optimista? "Si damos ese dato, es que será así", contesta con cierta retranca gallega.
Los dirigentes que han participado en los piquetes llegan a desayunar pasadas las siete de la mañana. Explican a sus compañeros lo que han hecho. Informan de los enfrentamientos con la policía que conocen o de los que han oído algo. ¿Son necesarios los piquetes? ¿No acaban siendo intimidatorios? "No", sentencia Toxo tajante. "Son necesarios. Hay muchos trabajadores que lo piden. Nos piden que vayamos a sus empresas, porque si no lo hacemos no pueden dejar de trabajar", explica. A su lado asiente Ramón Górriz, el número dos del sindicato, que se ha pasado la noche dando vueltas por Madrid.
A las nueve de la mañana ya ha amanecido. Desde el balcón del despacho de Toxo se ve una iglesia en primer término. Más alejados los rascacielos de la plaza de España. El líder sindical conversa con una periodista de la Cadena SER. En la calle -el despacho está en la sexta planta- se oye el ruido del tráfico. Al fin y al cabo, el paro en la industria puede haber sido total, pero los servicios, que se concentran en la ciudad, son otra cosa.
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