¿Está usted satisfecho con su casa?
Le Corbusier en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, 10 de mayo de 1928. Fondation Le Corbusier, París.
“¿Está usted satisfecho de su casa? Si no lo está, ¿cómo la sueña?” Ésta es una de las preguntas de la encuesta que la revista La Gaceta Literaria hizo a “escritores, arquitectos y damas” en abril de 1928. La idea era ir preparando el terreno para la llegada de Le Corbusier al mes siguiente a Madrid. Su destino era la Residencia de Estudiantes, donde impartió dos conferencias: Una casa, un palacio y Arquitectura, mobiliario y obras de arte. La Residencia -una isla de austeridad y sabiduría- celebra este año su centenario y lo hace, entre otras cosas, con una exposición dedicada a la visita del maestro suizo. Hasta 1934 desfilarían también por allí Erich Mendelsohn, Theo van Doesburg, Gropius y Sigfried Giedion.
En el catálogo de la exposición, preparado por el comisario, Salvador Guerrero, se recogen las impresiones de Le Corbusier durante su visita: es testigo de la construcción del rascacielos de Telefónica en la Gran Vía de Madrid, acude a una “hermosa” corrida de toros y escribe a su madre deshaciéndose en elogios hacia la Residencia y hacia el trato que recibe en España: “Mi jeta en todos los periódicos, retratos dibujados, trazos de magnesio, sentado entre dos infantas y señoritas con corona”.
El catálogo reproduce también algunas de las respuestas a la pregunta de este titular: “¿Está usted satisfecho de su casa?”. Y esto responde José Moreno Villa, escritor, pintor y crítico de arte y arquitectura: “No cabe duda, no estoy satisfecho. La quisiera de otro modo. Y eso que vivo en una casa de los más aséptico que cabe y de lo mejor tenida por muchos conceptos: la Residencia de Estudiantes. Esto quiere decir que en cualquier otra de las de Madrid estaría más insatisfecho. Y la razón viene en seguida: porque no está construida para mi vida ni para mi gusto, es decir, ni para mis necesidades, ni para mis aficiones. // Con esto creo decirle que soy partidario de la casa racionalista. Si me pide que concrete más, le diré que sueño una casa que sea como el mechero Dunhill. […] // Una casa Rolls o una casa Dunhill, esto es lo ideal para mí. Sin adornos, sin garambainas, sin historias, sin erudición”.
Imposible no pensar en la historia que cuenta Félix de Azúa en su Diccionario de las artes. Azúa relata allí que Mies van der Rohe, al que llama “solipsista inspirado”, recibió en una ocasión de parte de John Palumbo el encargo de construir un edificio de oficinas en Londres. Después de meses de trabajar en el proyecto, Mies envío a su cliente un paquete que contenía dos objetos y una nota con una pregunta. Los objetos eran un picaporte de metal y un cenicero de travertino “severamente” diseñados. En la nota decía: “¿Es algo así lo que usted desea?”
Sin contar con la cruzada antitabaco, ¿cuál sería hoy el equivalente a una casa Dunhill? ¿Qué enviaría hoy un arquitecto: un iPod, un teléfono móvil, un ejemplar de una revista, una llave allen, un power point?
(Aurora), Garches/Vaucresson, Francia, 1926-1928. Fondation Le Corbusier, París.
Pluma sobre papel, 27 x
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