Discurso de Joan Puigcercós en el debate parlamentario de aprobación del Estatut
Señoras diputadas, señores diputados, miembros del Gobierno, president de la Generalitat, miembros del Gobierno catalán, diputados y diputadas y otros representantes de instituciones catalanas, discutimos hoy aquí la aprobación final del trámite en el Congreso del nuevo Estatut de Autonomía de Cataluña. Nuestra intervención no va a ser un discurso retórico más, no va a ser ninguna recopilación de argumentos previos al anuncio de un sentido de voto, va a ser otra cosa, una cosa distinta. Lo que vamos a explicar a continuación fundamentará sin ningún género de dudas el anuncio formal de una invitación histórica que haremos a España, a sus partidos más representativos y, en especial, a su Gobierno y a su presidente, una invitación que formularemos en los próximos minutos.
Discutimos hoy el trámite final en esta Cámara del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, el que vino del Parlament de Catalunya, que respondía a una iniciativa planteada por los representantes del pueblo catalán, que recogía buena parte de las necesidades y los anhelos de los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña. Algunos han dicho y dirán hoy aquí que este es un buen Estatuto. Sí, es un buen Estatuto para España. Dicho de otra forma, dicho al revés, para España es un buen Estatuto, para Cataluña, no. Creemos que para Cataluña no. Sería un buen Estatuto para una región de España, no para una nación como es Cataluña.
Hoy vamos a intentar explicar dos cosas en esta nuestra intervención. En primer lugar, por qué se impulsó este Estatut, qué razones movieron a los ciudadanos de Cataluña a votar a partidos cuyos programas electorales contenían la propuesta de un nuevo Estatut para Cataluña. En segundo lugar, por qué podemos afirmar -y lo vamos a demostrar- que el señor Rajoy y el Partido Popular han ganado sin ganar. Repito, vamos a explicar por qué promovimos un nuevo Estatut de Cataluña y vamos a demostrar por qué el Partido Popular hoy, pese a votar que no, ha ganado la partida. Vamos a explicar una vez más por qué se impulsó el proceso que culminó el 30 de septiembre en Cataluña con la aprobación del nuevo Estatut: para resolver problemas, para dotar de competencias, herramientas y recursos a las administraciones que se encargan de gestionar buena parte de los servicios que reciben los catalanes y las catalanas y para acometer los retos que hoy tenemos planteados. ¿Cuáles son estos retos? Este Estatuto, como ha dicho hace poco el señor Rajoy, no es un antojo; vamos mejorando el léxico, hasta ahora era un capricho, ahora es un antojo del Parlament. El Estatut del Parlament de Catalunya, impulsado desde el primer momento por nuestro partido, Esquerra, intentaba dar respuesta a los principales retos que tiene planteados hoy la sociedad catalana, que son cuatro. No son muy diferentes de los problemas que pueda tener la sociedad española -de hecho son los mismos-, ni la misma sociedad europea, son los retos, son los problemas que tenemos que superar, son las dificultades para mejorar las condiciones de vida de nuestra gente.
El primer reto que debemos superar, desde un punto de vista geográfico, es el problema que circula de occidente a oriente, del oeste al este, es el problema de la deslocalización industrial. Cataluña es, como saben ustedes perfectamente, una de las fábricas más potentes que tiene el Estado. Su aportación al valor añadido bruto industrial de todo el Estado es del 27 por ciento, es la más importante. Cataluña tiene la necesidad de poner al día su maquinaria industrial, de superar sus dificultades ante la competencia feroz que proviene de oriente, que con menos costes sociales, a veces incluso inexistentes, y con menos costes ambientales, también inexistentes la mayoría de las veces, está compitiendo con nuestros productos y con nuestras industrias. Nuestra industria es hoy obsoleta, no puede competir con la mano de obra barata de estos países emergentes, pero tampoco puede competir con los países del centro y norte de Europa, que son países potentes en cuanto a tecnología e I+D. Ayer, valorando la cumbre europea, nos referíamos a la brecha tecnológica que se cierne sobre Cataluña.
Creíamos que este Estatut, la propuesta que salió del Parlamento de Cataluña, ofrecía instrumentos para ayudar, para coadyuvar, para poner al día nuestra industria. Hemos visto durante todo el proceso que no ha sido así.
También Cataluña tiene problemas en cuanto a grandes infraestructuras. Durante todo este debate previo alguien ha dicho que Esquerra, que nuestro grupo parlamentario, que nuestro partido tenía un problema de celos, un problema de fotos, porque no había aparecido en la foto. Nosotros sí anhelábamos una foto, la foto de la unidad de todos los partidos catalanes defendiendo al unísono el texto que nació en el Parlamento de Cataluña el 30 de septiembre. Esta era la foto que anhelábamos. Pero hay otra foto que nos preocupa, y es la foto que el señor Montilla, como ministro de Industria, y el señor Rañé, conseller de Treball i Indústria del Gobierno de la Generalitat, se hicieron con el máximo representante de la multinacional Volkswagen, el señor Bernd Pischetsrieder, en Wolfsburg, sede del grupo multinacional alemán de automoción. Como ustedes saben muy bien, él es el máximo responsable de esta multinacional en la que está integrada Seat, la principal empresa de automoción catalana. ¿Qué le dijo el máximo responsable del grupo alemán a los representantes del Gobierno español y del Gobierno catalán? Que le preocupa la falta de inversión en infraestructuras en Cataluña, la falta de una buena de red de trenes de mercancías, la falta de una buena red de transportes. Esta es la foto que tiene que preocuparnos. El máximo responsable alemán dijo que si no había una inversión en Cataluña, que si Cataluña no se ponía al día, no recibiría la inversión de grupos multinacionales, de las empresas que podían instalarse allí; en definitiva, que Cataluña no podría competir. Por eso decíamos que más allá de los problemas que podamos tener de deslocalización industrial, nos interesan nuestras auténticas deficiencias en la brecha tecnológica, la falta de una buena red de infraestructuras, y sobre todo el respaldo a la pequeña y mediana empresa, a las microempresas, a los emprendedores, a los trabajadores autónomos, que son la Cataluña que trabaja, la Cataluña que arriesga, la Cataluña que quiere más poder político y económico en Cataluña para poder trabajar mejor, para poder producir mejor, para poder competir. Esta es la Cataluña que defendíamos en el Estatut del 30 de septiembre; esta es la Cataluña que se defendía en el Estatut de Cataluña. Este es el primer reto, señoras y señores diputados. Hacíamos un nuevo Estatut, trabajábamos en un nuevo Estatuto para tener más herramientas y más financiación para los emprendedores, para la Cataluña que arriesga, la Cataluña que siempre -y perdonen la expresión- se ha espabilado.
Decíamos que eran cuatro los problemas que tiene hoy planteados Cataluña. El primero es la deslocalización industrial. El segundo problema es la inmigración. A veces, con la perversidad del lenguaje políticamente correcto, se dice que la inmigración es un reto; la inmigración es un reto, pero también es un problema. Es un problema para las personas que emigran, para las personas que tiene que dejar su familia, su paisaje, su entorno, su cultura, y tienen que abandonar a los suyos para iniciar un camino salvaje, terrible, para poder cruzar un estrecho donde muchas veces se dejan la vida, y para llegar a una sociedad en la que no saben si van a ser carne de trabajo, carne de cañón de explotación o sus condiciones de vida. Esto sí es un problema, pero también lo es para la sociedad que les acoge. También es un problema cuando esta sociedad no tienen ni los recursos ni la capacidad para desarrollar políticas sociales para acogerles. Este es el segundo problema que tenemos planteado hoy en Cataluña. Trabajamos una propuesta de Estatuto con competencias y con financiación para superar este reto, para mejorar las condiciones de vida de los nuevos catalanes, de aquellas personas que abandonan su tierra para venir a vivir en mejores condiciones en Cataluña. Esta era nuestra propuesta. Por eso queríamos más competencias -algunas conseguidas, todo hay que decirlo- y más financiación para estas políticas sociales. Porque ustedes lo saben bien, este no es un problema solo de Cataluña. En realidad, y para que nos entiendan todos, la manta es corta, y si uno se tapa la cabeza, quedan descubiertos los pies, y al revés. Las políticas sociales, los recursos dispuestos hoy para políticas sociales no son suficientes para acometer el reto de la integración de la inmigración.
Esto conlleva conflicto, conlleva conflictos sociales: en las escuelas cuando hay falta de plazas públicas, en las guarderías cuando hay falta de plazas públicas, en los comedores escolares, en las viviendas de protección oficial, en las ayudas sociales. Hay una competencia porque los nuevos catalanes que han llegado siempre serán más pobres que los catalanes de toda la vida, los que ya han nacido en Cataluña o los que llevan muchos años en Cataluña. Queríamos una buena financiación, queríamos reducir el déficit fiscal para tener más recursos para acometer este reto. (La señora vicepresidenta, Chacón i Piqueras, ocupa la presidencia.) Es verdad que hay más de una comunidad autónoma como Cataluña con este mismo problema, con este mismo reto, pero ustedes saben que en Cataluña es donde se ha recibido más inmigración y saben ustedes perfectamente que hemos sido coherentes con lo que hemos dicho desde esta tribuna en esta legislatura: nosotros hemos defendido políticas activas de integración, fuimos nosotros quienes propusimos el fondo para la inmigración en los presupuestos generales del Estado. Creemos sinceramente que estamos perdiendo una oportunidad para dotar un buen Estatuto, una buena financiación para acometer este reto. No es catastrofismo pero, señoras y señores diputados, sin más recursos, sin más financiación, si no reducimos el déficit fiscal, estamos abocados a un conflicto social.
Tercer reto que tiene planteado hoy la sociedad catalana, los jóvenes. Los jóvenes son seguramente los grandes olvidados de las políticas sociales. Durante muchos años Europa -lo decíamos ayer en esta tribuna- envejece, su pirámide de edad ha aumentado y tenemos que plantearnos también mirar hacia los jóvenes, que son la garantía de futuro y hoy día en nuestra sociedad, en la sociedad catalana, hay un atasco que impide a los jóvenes desarrollarse, les impide acceder a becas, acceder a los puestos de mando en el mundo académico y les impide incluso proyectarse en sus proyectos -y valga la redundancia- empresariales, les impide desarrollarse como tales y ya sabemos que los jóvenes son el futuro. Es verdad que no podemos olvidar a la tercera edad, es verdad que no son suficientes aún las condiciones de vida que tienen muchas viudas y que tienen muchas personas discapacitadas, dependientes, y tenemos que trabajar también en esta línea, pero los jóvenes, repito, son los grandes olvidados. Este Estatut también era, cuando se aprobó el 30 de septiembre en Cataluña, un Estatut para la Cataluña mileurista -y no confundir con la Cataluña milenarista-; la Cataluña mileurista es la Cataluña real, la Cataluña de los jóvenes que tienen sueldos por debajo de los 1.000 euros al mes; la generación seguramente mejor formada académicamente y con más experiencia universitaria de todas las que ha podido haber y que hoy día no pueden encontrar en el mercado de trabajo buenas condiciones laborales; aquella Cataluña joven con una amplia formación universitaria, en algunos casos incluso de tercer grado, que ha visto cómo la tradicional concepción de la precariedad vinculada a la temporalidad en el empleo se sumaba a una situación salarial que condena a la subsistencia. Hablamos de ese 50 por ciento de jóvenes catalanes de entre 20 y 29 años que cobran menos de 1.000 euros brutos al mes, pero todavía vamos más allá con ese 25 por ciento de jóvenes en la misma franja de edad que deben subsistir con 780 euros brutos al mes. En definitiva, estamos asistiendo a la consolidación de la primera generación de catalanes que, pese a tener una formación académica mucho más amplia que las anteriores, vivirán peor que sus padres. La Cataluña mileurista no es más que otra expresión de los problemas que este Estatuto va a cerrar en falso. Lo que pasaba hace unos meses en Francia puede pasar en Cataluña. No queremos ser apocalípticos, lo que queremos son soluciones, instrumentos y financiación para solucionar estos problemas.
Finalmente, el cuarto problema, que no es un problema catalán, aunque a veces alguien se empeñe desde esta tribuna o en los medios de comunicación de la capital del Reino en decir que es solo un problema catalán: la identidad. Les voy a poner un ejemplo claro. A nosotros los catalanes nos preocupa la identidad, nos preocupa nuestro sentimiento nacional, nuestra lengua, nuestra cultura, como les preocupa a ustedes, a los españoles, como le preocupa, por ejemplo, a Francia. Fíjense ustedes en Francia, un país que tiene en su Gobierno un Ministerio de la Francofonía, que tiene un dominio lingüístico de más de cien millones de personas. Hoy Francia tiene miedo, tiene miedo ante la globalización, Francia tiene miedo ante el empuje anglosajón. ¿Se imaginan ustedes un mundo con un solo idioma, una sola cultura, una sola forma de vivir? Creo sinceramente que sería empobrecedor. Cuando nosotros defendemos la idea de nación catalana sin hacer redondeos, sin intentar buscar circunvalaciones extrañas para decir que Cataluña es una nación, seriamente lo decimos porque defendemos nuestra identidad.
Este es un sentimiento legítimo que ustedes tienen que respetar y que hasta hoy no se ha respetado. Ustedes tienen que entendernos también a nosotros. Vamos a trabajar -el Estatuto era un buen instrumento cuando se aprobó el 30 de septiembre en Cataluña- para garantizar el futuro de Cataluña, de los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña, para mejorar nuestro tren productivo, nuestra tecnología y nuestra competitividad, para crear un marco de política social para acoger e integrar la inmigración, para hacer políticas para los jóvenes de nuestro país y, finalmente, para preservar el futuro, la identidad, la nación y la lengua y la cultura catalanas. Estos son los cuatro retos, los cuatro problemas que nuestro Estatut quería acometer y para solucionarlos, como decía, necesitamos instrumentos. El Estatut de 1979, el Estatut vigente, está más que amortizado. El nuevo Estatuto debía ser para todos, para los catalanes de toda la vida y para aquellos que hoy están construyéndose a sí mismos como catalanes. El Estatut aprobado el 30 de septiembre respondía a estos retos, el que hoy aprobaremos aquí no. ¿Por qué no? ¿Por qué el Estatut que hoy vamos a aprobar aquí no cumple y no proporciona instrumentos para solucionar estos retos? En primer lugar, porque el Estatut aprobado por el Parlament de Catalunya, por un 90 por ciento de sus diputados y diputadas, tenía su columna vertebral en un cambio en el sistema de financiación. No se trataba solo de más recursos, como alguien ha indicado, sino de cambiar el sistema. Se trataba de evitar aquello tan perverso que ha sucedido desde el principio de la democracia, la perversión de las coyunturas electorales y ustedes lo saben perfectamente. Cuando hay mayorías absolutas en esta Cámara, los conflictos de competencias en el Tribunal Constitucional aumentan exponencialmente y hay una política unilateral, casi sin diálogo y sin consenso, de usurpación y laminación de competencias y de regateo permanente en las inversiones y en el modelo de financiación. Por eso queríamos cambiar el sistema, para que Cataluña tuviera capacidad de negociación bilateral de tú a tú con el Estado. Este era el cambio del modelo y por eso pedíamos que fuera la Agencia catalana quien recaudara todos los impuestos y negociara bilateralmente con el Estado los flujos, la nivelación, la solidaridad, que nunca hemos regateado, y también para pagar los servicios que presta el Estado a Cataluña. Este era el modelo. Nos daba más capacidad de negociación y autonomía frente a estas coyunturas electorales, que, cuando hay mayoría absoluta, van sistemáticamente contra Cataluña y actúan en forma de laminación y, cuando no la hay y es un partido catalán el que respalda al Gobierno, a la mayoría gubernamental, como en 1993, en 1996 -fue el caso de Convergència i Unió- o a principios de esta legislatura -ha sido el caso de Esquerra Republicana-, se activa un mecanismo perverso y el partido de la oposición, sea el que sea, acusa a los catalanes de todos los males. Esta es la perversión y en esta legislatura, cuando no ha habido mayoría absoluta, cuando la mayoría ha sido relativa, hemos padecido cómo el Grupo Popular ha utilizado a Cataluña como excusa para acoso y derribo del Gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Hay que acabar con este modelo perverso, hay que establecer reglas, hay que buscar modelos para que no dependamos de coyunturas electorales, que los consellers de la Generalitat, algunos presentes hoy aquí, puedan ir a los ministerios a negociar tranquilamente sabiendo que, si hay mayoría absoluta, se van a mantener las reglas del juego. Por eso queríamos un nuevo sistema de financiación, cambiar el modelo, que Cataluña tuviera -repito- capacidad de negociación. Y en cuanto a las inversiones lo mismo. ¿Por qué Cataluña ha padecido durante todos estos años una baja inversión que, como decía el máximo responsable del grupo Volkswagen, le limita, le lamina y le impide competir con igualdad con los otros países, con las otras regiones? Este es el problema y por eso queríamos cambiar el sistema de financiación. En definitiva, queremos descentralizar el poder, pues los países que funcionan son los que descentralizan, los que comparten el poder. No lo dice Esquerra, lo dice por ejemplo la OCDE. Aquellos países en los que hay una mayor desconcentración del poder son los que funcionan.
Por eso pedimos que los aeropuertos catalanes dependan del Gobierno catalán. ¿Es tan difícil pensar que si el aeropuerto de Barcelona, el de Reus o el de Girona depende de la Generalitat va a ser más competitivo? Nunca nos hemos negado a que desde estos aeropuertos catalanes se pueda contribuir también al mantenimiento de la red de aeropuertos de todo el Estado. Nunca hemos dicho que no. Todos los grupos catalanes han defendido siempre esto. ¿Es tan difícil pensar que queremos instrumentos, infraestructuras, mecanismos para poder decidir nuestro futuro? Es un problema de poder. Este es el problema subyacente que hemos tenido en todo este debate. Queremos -repito- instrumentos, financiación. El Estatuto de Cataluña preveía por la vía del 150.2 de la Constitución este cambio con profundidad: fijar las reglas de juego; crear una auténtica bilateralidad. Fíjense cuáles eran los objetivos: financiación, inversión pública y el traspaso de las grandes infraestructuras. Este era el núcleo económico y ahora tenemos el tópico de siempre: los catalanes, como siempre, pensando en el dinero -como dice el señor Cuevas-. Pues sí, pensamos en el dinero, como todos, porque nos preocupa el futuro de los jóvenes de Cataluña, de los discapacitados, de los dependientes, de los empresarios de nuestro país y de los trabajadores y trabajadoras. Esta era la base de nuestra propuesta estatutaria. Hoy, con esta aprobación de este texto recortado, estamos diciendo que no a buena parte de estas aspiraciones. Y, si no, ¿qué les van a decir el sábado en Cornellà cuando la cúpula del Partido Socialista esté en el municipio del señor Montilla o del señor Tardá, donde hay barrios como el de San Ildefons con un porcentaje de pobreza muy por encima de otras zonas del Estado, donde los recursos que se asignan a estos ciudadanos y ciudadanas están muy por debajo de lo que se están recibiendo aquellas comunidades autónomas que se llaman tradicionalmente pobres? Creemos sinceramente que barrios como el Fondo, en El Prat de Llobregat, que hoy tiene muchas dificultades y que está recibiendo mucha población emigrada, merecen un mejor Estatut, como lo merece el municipio de Salt, cerca de Girona, que es el municipio de Cataluña con más inmigración; merece políticas propias y ayuda, no merece un Estatut sin posibilidades, sin más recursos, sin más infraestructuras. Este era el Estatut que queríamos. Decíamos: vamos a demostrar por qué el Partido Popular ha ganado. El Partido Popular ha ganado porque ha sido capaz de crear un clima de crispación, de calumnia, de insulto permanente y de acoso y acecho a Cataluña; ha utilizado a Cataluña para acometer al Gobierno, para intentar minar al presidente del Gobierno. Este ha sido el clima y así no se puede negociar en condiciones. Todo lo que pide Cataluña está bajo sospecha. Lo hemos visto en la Comisión Constitucional. Aquello que se pide para el País Valenciano o para Andalucía parece que no se puede pedir para Cataluña. Cataluña está vetada. Con este clima no se puede negociar, con este clima podemos decir: tenemos este Estatuto. ¿Por qué lo decimos? El Partido Popular ha ganado; ha ganado este estilo de hacer política, este estilo del insulto y amenaza, este estilo que hemos visto al señor Mena Aguado, pasando por el señor Hernando, del Tribunal Supremo, y acabando por el señor Cuevas, esta presión desaforada contra todo lo catalán. Alguien nos ha dicho -creo que de buena fe-: tienen que contentarse; ustedes son el rompehielos; Cataluña es quien rompe el hielo y los demás van detrás. Seguramente es verdad, pero estoy seguro que sin este hielo, sin esta situación de tensión, sin esta crispación habría otro Estatuto. Hoy Esquerra Republicana seguramente votaría a favor de este Estatuto, porque tendríamos mejor financiación y más garantías para las inversiones y, sobre todo, la definición de Cataluña como nación no sería un circunloquio en el cual se afirma que el Parlamento de Cataluña dice y afirma que Cataluña es una nación. No lo dice el Parlamento de Cataluña, lo sabe toda Cataluña. El 18 de febrero miles de personas salieron a la calle sin complejos y de forma festiva defendiendo que Cataluña es una nación. Lo que nosotros queríamos era reconocimiento nacional, no esta forma con la que le dan en parte la razón al señor Rajoy cuando dice que esto es un antojo del Parlamento de Cataluña. No lo dice el Parlamento de Cataluña, lo dicen los ciudadanos y las ciudadanas de Cataluña. Es verdad que ha habido cambios en todo este trámite. Nadie se engañará con que esto va a cambiar -voy acabando, señor presidente-, con que esto va a tomar una dirección diferente.
Ustedes saben perfectamente que a partir del alto el fuego de ETA el clima va a cambiar, que hoy el Partido Popular gasta su último cartucho para intentar acometer y erosionar al Gobierno y al partido que le respalda; este es su último cartucho, pero no va a funcionar. Por eso decimos desde Esquerra Republicana que con el cambio que va a tener el clima político -porque la palabra paz es muy poderosa y la palabra paz va a hacer recapacitar a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que habían creído incluso las razones del Partido Popular, van a recapacitar y a ver que hay un clima diferente- hay una oportunidad. No dejen a Cataluña a medio camino, hay una oportunidad en el Senado, no se ha acabado el trámite. Valoren ustedes lo que quieren, señores socialistas, señor Zapatero, que hoy no ha venido. Fíjense cuál es el clima de crispación que el presidente del Gobierno hoy no ha asistido, y es fruto de este clima de acoso y derribo. (Rumores.) Fíjense, señorías, hoy existe la posibilidad aún de poner en la balanza el Estatuto con Esquerra o el Estatuto sin Esquerra. Creemos sinceramente que vale la pena trabajar e intentar cambiar sustancialmente este Estatuto, vale la pena, lo podemos entender, depende de que ustedes, señores de la mayoría, sean capaces de aguantar el tipo ante el Partido Popular. No le den esta victoria al Partido Popular. El no de Esquerra Republicana no es una cuestión de purismo, es una cuestión de realismo, porque lo que no queremos en Esquerra Republicana es que dentro de dos, tres, cuatro o cinco años volvamos a abrir un debate sobre la mala financiación de Cataluña, sobre la falta de inversiones, sobre las pocas garantías que tiene el sistema. No nos lo merecemos, ni ustedes ni los ciudadanos de Cataluña se merecen reabrir este debate. No lo dice Esquerra Republicana, lo han dicho incluso algunos de los partidos que hoy van a respaldar esta propuesta y es que este debate habrá que reiniciarse próximamente -en dos años, en menos de una generación-. Creemos que este pacto tiene que ser estable, por eso nosotros decimos que hoy esto se cierra en falso.
Acabo como he empezado: este es un buen Estatuto para una región de España, pero es un mal Estatuto para Cataluña, para una nación de Europa, y desde Esquerra decimos claramente que lo que nos inclina hoy a votar que no es que si este texto es el que es, no queremos hipotecar a las próximas generaciones de ciudadanos y ciudadanas de Cataluña, no queremos hipotecar su bienestar. Tenemos una gran oportunidad, estamos aún a tiempo; señores y señoras de la mayoría socialista, estamos aún a tiempo. Ningún partido catalán va a renunciar a mejorar el texto en el Senado, ustedes lo saben, y, señores del Partido Popular, saben perfectamente que el clima ha cambiado, que hay un cambio de dirección, que hay un cambio de vector. Vamos a hacer este debate con racionalidad. Ustedes saben perfectamente cuáles son las necesidades de Cataluña, seguro que comparten con nosotros la descripción que hemos hecho hoy, pero no dejen a Cataluña a medio camino, tiendan una mano a Cataluña. Cataluña ha sido leal y ha sido solidaria con el resto de España, hoy no la dejen de lado. Dennos la consideración nacional que merecemos como nación, dennos la financiación que merece y necesita Cataluña, dennos la inversión en infraestructuras y las competencias necesarias, porque Cataluña, señoras y señores diputados, necesita más, Cataluña merece más.
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