_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

11-M

La fecha de hoy quedará marcada en negro en la conciencia de los ciudadanos españoles; también en la historia de la infamia: el centenar largo de muertos provocado en tres estaciones de cercanías de Madrid supone la mayor matanza en la siniestra historia del terrorismo que actúa en España, y la catástrofe de mayores dimensiones registrada en la capital desde los bombardeos de la guerra civil. La hipótesis más probable apunta una vez más a ETA, que habría llegado así a la cima de su proceso de degeneración mafiosa. Cuando una organización que invoca móviles políticos llega al punto de no retroceder ante matanzas como la de hoy, significa que ha franqueado cualquier límite de inhibición moral.

Aunque no se ha confirmado la autoría y algunos datos no permiten descartar al terrorismo de signo islámico fundamentalista, Interior maneja como hipótesis más verosímil la de ETA, que ya ha demostrado suficientemente su determinación de interferir la vida política española en un momento decisivo como son los días previos a una disputada jornada electoral. El portavoz de la ilegalizada Batasuna, Otegi, dijo ayer que le parecía improbable la autoría de ETA, que suele avisar, y que consideraba más verosímil que se tratase de un atentado de la "resistencia árabe". Sin embargo, ETA ya intentó una matanza similar en la estación de Chamartín en Navidades. De ahí que siga siendo la hipótesis más probable.

Los ciudadanos de a pie, que toman el metro o el tren de cercanías en cualquier ciudad española, muchos de ellos inmigrantes llegados a nuestro país para buscar una vida mejor, son las víctimas elegidas por los terroristas para intervenir en la vida política española. Más de 130 víctimas mortales cobradas hoy en una cadena de explosiones en varias estaciones ferroviarias del sur de Madrid no valen absolutamente nada para las mentes retorcidas y crueles que han organizado estos atentados.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Cuando una organización que dice defender propósitos políticos llega al extremo de no retroceder ante semejante exhibición criminal, significa que ya se ha producido su derrota política, por mucho que siga teniendo capacidad de matar, y ayer lo demostró con terrible crueldad. Los terroristas han pretendido compensar con una gran matanza su impotencia, provocada por la eficacia de la acción policial, judicial e internacional contra ellos; lo intentaron en Navidades y hace quince días al inicio de la campaña electoral, cuando fue detenida una fuurgoneta cargada de explosivos en una localidad de Cuenca.

El masivo crimen de esta mañana nos coloca en una situación que enlaza con los terribles hechos que vienen ensangrentando Oriente Próximo. En busca de precedentes hay que recurrir al atentado del Irgun en el Hotel Rey David, de Jerusalén, en 1946, que provocó 91 muertos, o el de agosto pasado en la mezquita de Nayaf, en Irak, donde murieron 123 personas.

¿Hay una lógica en atentados como el de ayer? Es una lógica alucinatoria, pero existe. Los terroristas no buscan convencer, ni siquiera vencer, sino demostrar que pueden hacer mucho daño; y cuanto más débiles estén, más tratarán de concentrar ese daño en actos sin límites de crueldad y maldad. Buscan crear una situación insoportable en la población, de forma que sean los ciudadanos quienes reclamen del poder político "soluciones", es decir que ceda ante las pretensiones de los terroristas.

Se trata de un atentado a tres días de unas elecciones. Es la forma que tienen los terroristas de recordar que existen, que hay que contar con ellos. Que si han sido capaces de poner sendas bombas en tres trenes de cercanías repletos de trabajadores, son capaces de hacer cualquier cosa, y que, por tanto, las futuras víctimas deben exigir a los gobernantes que accedan a sus demandas. Quebrar la voluntad política del Gobierno, de los jueces, de la sociedad. En un escrito de ETA de 1978 se decía con estas palabras: "La función del enfrentamiento armado no es la de destruir al enemigo, porque es utópico, pero sí la de obligarles (...) a que abandonen por agotamiento".

Otro efecto pretendido, y el único que suelen alcanzar los terroristas, es el de desmoralizar y dividir a los demócratas. Que, existiendo acuerdo sobre la necesidad de derrotar a los terroristas, aparezcan divisiones sobre la mejor forma de hacerlo: que partidos, personalidades, sectores sociales, desvíen sus acusaciones hacia las fuerzas de seguridad por no haber impedido la masacre, o que comience a reclamarse la pena de muerte, o la suspensión de la autonomía, o de las elecciones: todo aquello que puede dividir a las fuerzas democráticas y rearmar a los terroristas.

Hay que hacer todo lo contrario. Reafirmar la vigencia del pacto antiterrorista entre los dos únicos partidos con posibilidades realistas de ganar las elecciones para hacerles ver que un eventual cambio de mayoría no afectará al común rechazo a cualquier trato con ETA. Añadir a este acuerdo el más amplio consenso democrático de todos los partidos en defensa de la vida y de la libertad de todos.

Los terroristas han elegido además la ciudad de Madrid para incidir de forma tan repugnante en la campaña electoral, en una jugada de lógica diabólica en su ajedrez sangriento. La capital de España y sobre todo su nombre ha venido utilizándose como símbolo centralista y bandera del enfrentamiento entre el nacionalismo etarra y el Estado. En la mente enferma de los terroristas Madrid equivale posiblemente a las Torres Gemelas: Madrid es el símbolo de todo lo que combate ETA, como las torres neoyoquinas eran el símbolo del capitalismo y del modo de vida americano para los islamistas radicales.

Nadie puede aceptar como propio ninguno de los fantasmas que ellos proyectan sobre la ciudad de Madrid, y así lo demuestra la ejemplar respuesta ciudadana que han suscitado los atentados en Madrid, por supuesto, pero con la misma intensidad en toda España. Los madrileños merecen la identificación de todos los demócratas, toda las personas decentes. Todos somos madrileños, dijo ayer el alcalde de Barcelona, la capital catalana que ha mantenido históricamente una sana y amistosa rivalidad con la capital española. Cada vez que alguien sitúa a Madrid como foco de sus ataques o descalificaciones políticas debiera pensar en las decenas de madrileños, casi todos de adopción, que han muerto esta mañana en manos de un terrorismo ciego y absurdo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_