La fuga de miles de médicos agrava el déficit de especialistas en España
El Gobierno planea aumentar hasta un 15% el número de plazas de la carrera ante las jubilaciones masivas, pero 18.000 doctores pidieron en la última década un certificado para ejercer fuera
En los últimos 10 años miles de médicos formados en España se han ido a probar suerte fuera del país, tentados por unos sueldos mucho mayores y unas condiciones de trabajo con las que es complicado competir: estabilidad (en España un tercio no tiene plaza fija), malabarismos para suplir las bajas y atender agendas cada vez más saturadas o jornadas laborales extenuantes. Un éxodo que pasa factura en especial a la atención primaria: faltan 6.000 médicos de familia, sobre todo en zonas rurales, según el Foro de Atención Primaria. Un déficit que amenaza con extenderse a otras especialidades si no se reemplazan los 80.000 profesionales que se jubilarán en la próxima década, calcula un informe del Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada. En este contexto, los Presupuestos Generales del Estado 2023 prevén un desembolso de 50 millones de euros para abrir 1.000 plazas en el grado de Medicina. Para decanos y estudiantes no es la solución.
En un reciente encuentro del sector sanitario, el secretario general de Universidades, José Manuel Pingarrón, reconoció un secreto a voces: “La movilidad internacional de nuestros egresados es muy alta. Eso demuestra que la formación que les damos en las universidades públicas y privadas es buena y que les permite trabajar sin problemas allá donde quieran”. Una de cal ―se prepara bien a los médicos― y una de arena: con una población cada vez más envejecida, España no puede permitirse perder a unos doctores necesarios y cuyos estudios son muy costosos. Se invierten de media 90.000 euros en la formación de un alumno, aunque en algunas facultades la cifra es mucho más alta. El problema no está en el número de egresados, sino en cuántos se quedan. La sangría, alimentada por las malas condiciones laborales, no se detiene.
No es posible dar una cifra exacta del éxodo de doctores. En la última década (2011-2021), el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) ha expedido certificados de idoneidad para que 18.000 facultativos españoles puedan ejercer fuera. En total, ha emitido visados para 24.763 profesionales ―se tramitan también para otras tareas fuera de España―, pero de ellos aproximadamente tres de cada cuatro (un 73% el año pasado) lo han reclamado para emigrar, calcula CGCOM. El consejo aclara que no todos los doctores que solicitan el certificado se van. Pero a esta cifra de 18.000 ―equivalente a casi tres promociones de graduados: en 2021 terminaron la carrera 6.718 alumnos― hay que añadir el número creciente de cientos de facultativos que cada año cursan la carrera en España y se van fuera a hacer la especialidad. Estos recién graduados no están contabilizados en esos 18.000 porque no necesitan el certificado.
Las cifras del CGCOM no coinciden con los de una encuesta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se basa en los datos de colegiación de médicos españoles ―un requisito obligatorio para ejercer como facultativo― en el mundo. La OCDE estima que en los últimos 11 años (de 2010 a 2021) se han colegiado fuera de España 4.927 doctores de esa procencia para trabajar en el extranjero.
Deborah Repullo Jennen, de 32 años, terminó la carrera en Madrid hace nueve años, en plena ola privatizadora de los hospitales de la capital y con la temporalidad disparada (un tercio de los médicos en España no tiene puesto fijo). Eso, unido a su interés en volver a vivir fuera ―su madre es holandesa― la llevaron a instalarse un año en Francia. Poco después empezó el MIR (Médico Interno Residente) en Bélgica ―concurso de méritos, currículum, motivación y entrevista, y en algunos casos examen propio― en cirugía, y de allí no se ha movido. “La formación de MIR en España es también excelente”, deja claro. Trabaja un 70% de la jornada, se mueve en bici entre las tres sedes de los Hospitales Iris Sud (Bruselas), público, en el que trabaja, y más que el sueldo ―un 50% más neto del que tendría en Madrid, calcula― valora la “seguridad laboral, eso no tiene precio”. Ahora se plantea si abre una consulta privada un día a la semana. En ningún momento contempla regresar.
Alberto Diosdado, de 30 años, a veces opera con Deborah Repullo en el quirófano. Ella de cirujana y él de anestesista. En el hospital hay también, que sepan, una hematóloga, una internista, un neurólogo, además de enfermeras. Sus trayectorias son muy diferentes. Él sí hizo la residencia en España, en el Hospital del Mar de Barcelona, del que cuenta maravillas, pero al terminar decidió “vivir la aventura” en otro lugar. Hizo otra formación de seis meses en un hospital belga y lleva ocho en el Iris Sud. Para él ha supuesto un “supercambio de idioma, costumbres, formas de trabajar...”, pero ahora recoge los frutos. Gana el triple que en España, pero sabe que en algún momento le tentará volver ―”por ahora me quedo un año más”―. Sabe que en Barcelona no tardaría en encontrar trabajo porque el paro no existe para los anestesistas.
El año pasado el CGCOM expidió visados para 1.827 médicos que querían trabajar en el extranjero tras el parón de 2020 por la pandemia. Los destinos más demandados fueron Francia, el Reino Unido, Irlanda, Suiza y Alemania, dentro de Europa, y Argentina y Emiratos Árabes Unidos, fuera.
“El 80% de los médicos a los que ayudamos vienen a hacer el MIR”, explica Alejandro Barros, presidente de la Asociación de Médicos Españoles en Europa, creada el pasado marzo. La organización tiene apenas 150 socios porque se acaba de dar a conocer, pero en Instagram les siguen 4.300 personas, la mayoría sanitarios interesados en cuestiones de burocracia e integración. Barros no lleva la cuenta ―empezó su ayuda desinteresada en 2020 desde una página de Facebook―, pero los nueve médicos implicados, entre ellos Deborah Repullo, han echado una mano a “cientos” de profesionales. Empezaron aconsejando a quien emigra a Alemania y Bélgica, aunque cada vez están presentes en más países ―Francia, Reino Unido o Italia― y aportan también su experiencia a enfermeros u odontólogos.
“En Colonia hay operaciones en las que solo se habla español. El urólogo y el residente son españoles, por ejemplo, y los enfermeros colombianos”, prosigue Barros, que ejerce allí. En esta ciudad sobre el Rin hay una gran comunidad de médicos de Latinoamérica, el Golfo Pérsico y Europa, “sobre todo de griegos y españoles”, relata el neurólogo. En el Reino Unido se dan escenas parecidas a las de Colonia, porque en su sistema de salud los españoles son multitud: en 2021 trabajaban (contando doctores y enfermeras) 7.199 profesionales españoles, según estadísticas internas. Es la quinta colonia sanitaria tras la India (17.823), Filipinas, Irlanda y Polonia.
Medicina ‘low cost’
La Asociación de Médicos Españoles en Europa ha cerrado un acuerdo con la Confederación Estatal Sindicatos Médicos para ayudar a los doctores que se plantean irse. A finales de la última Semana Santa, una fecha poco propicia, ambos colectivos organizaron un directo en Instagram para hablar del MIR en Alemania. Para sorpresa de Sheila Jurado, la coordinadora de MIR del sindicato, se conectaron más de 300 personas, muchas otras pidieron luego ver el vídeo y les han solicitado que convoquen otra sesión sobre las gestiones en otros países de Europa. Jurado no tiene cifras de titulados que hacen la residencia en el extranjero ―”hay egresados que se pierden y no hacen el MIR porque se van a la privada, hacen un máster, opositan...”―, pero no duda de que cada vez se emigra más. “No les importa seguir formándose fuera. España hace una medicina low cost y cada vez más gente se va a ir”, pronostica con un lamento.
El Gobierno pretende aumentar hasta un 15% las plazas en el grado porque faltan 4.700 médicos de familia y 1.300 pediatras, según del Foro de Atención Primaria. Además, hay más plazas de MIR que graduados porque se crearon nuevos puestos para terminar con la bolsa de doctores que no podían hacer la especialidad. Este límite del 15% permite no tener que modificar los planes docentes de los grados, lo que supondría pasar una nueva acreditación. Hace dos semanas representantes de los ministerios de Sanidad y Universidades, los decanos de Medicina, los estudiantes del grado, la conferencia de rectores (CRUE) y los gobiernos autónomos se sentaron a discutir sobre los problemas de la carrera, entre ellos la cuestión del aumento de las plazas.
“Lo que dijimos a los ministerios es que, cuando se habla de falta de médicos, no es el término correcto, lo que faltan son especialistas”, sostiene Carmen Gallardo, decana de Medicina de la Universidad Rey Juan Carlos y vicepresidenta de la conferencia de decanos. “A lo mejor se necesita un 2% de plazas, pero eso se va a cubrir con los grados que se están abriendo ―este año Jaén y Almería―, pronto Alicante, Burgos quiere...”, prosigue. “¿Y de dónde vamos a sacar el profesorado clínico si se están jubilando todos?”. Las universidades harán una propuesta de plazas a las comunidades y si estás están de acuerdo se aprobarán en el Consejo General de Política Universitaria. Después, el Estado repartirá los 50 millones entre las autonomías y los campus contratarán profesorado y ampliarán sus instalaciones.
Los puestos sin cubrir de los que habla Gallardo existen en determinadas especialidades. Un reciente informe de Sanidad sobre Atención Primaria señala un descenso del 2,14% de sus facultativos entre 2018 y 2021 ―se han jubilado o cambiado a especialidades mejor pagadas―, una tendencia que probablemente continúa. Para la Atención Primaria, en situación comatosa, el Gobierno acaba de aprobar una inyección de 172 millones. Además, nueve de las 44 especialidades tenían en 2019 más de la mitad de la plantilla por encima de los 50 años. Y eso que, en la última década, creció un 10,7% el número de facultativos en el Sistema Nacional de Salud (de 1,6 a 1,8 médicos por cada 1.000 personas). Las bajas son especialmente importantes en las zonas rurales, por la precariedad de los contratos, la sensación de aislamiento profesional y la poca oferta de formación continuada.
Pablo Lara, presidente de la conferencia, remite a los datos: en los últimos 15 años se ha pasado de 4.343 plazas en la carrera de Medicina a 7.591, un incremento del 75% tras pasar de 28 facultades a 46. “No hemos visto que la solución sea un aumento de plazas”. Él, decano de Málaga, habla de un problema multifactorial que invita a emigrar. “Hay que dignificar las condiciones laborales de los médicos, no solo retributivas. Que tengan más tiempo para ver a los pacientes, para formarse, incentivar los puestos de difícil cobertura, terminar con la precariedad... Y que conste que se están haciendo muchos esfuerzos en ese sentido: están aumentando las ofertas públicas de empleo, la duración de los contratos”, enumera. Y resalta en especial la reducción de plazas MIR entre 2009 y 2019, que aumentaron con el cambio de Gobierno. “Si las plazas se hubiesen mantenido esa década, habríamos tenido 5.000 especialistas más. En su informe, el Ministerio de Sanidad habla de un déficit de 9.000 médicos y el pico será en 2027-28. Para entonces, los especialistas de ese 15% no estarán al servicio de la sociedad”.
“Los ministerios están de acuerdo en ampliar las plazas, pero quizás habría que pensar un poco más las cosas. Les dijimos que es empezar la casa por el tejado”, explica Luciana Nechifor, que abandona ahora la presidencia del Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM). “Los alumnos tienen otros problemas: se están jubilando muchísimos profesores, la calidad de las prácticas en algunos hospitales no es del todo correcta, hay que mejorar las condiciones laborales de los médicos…”. Aunque precisa: “No decimos que no haya que aumentar las plazas, porque faltan médicos, pero faltan desde hace tantísimos años… ¿Hacen falta todos los cambios para el curso 2023-2024?”, se pregunta esta estudiante de sexto de Medicina en la Universidad Rey Juan Carlos.
“Sí hay ambiente de irse fuera, pero los exámenes de admisión [para hacer el MIR] en otros países no son sencillos”, reconoce la presidenta de la conferencia de alumnos. “De mi grupo de 30-35 estudiantes ―los de la URJC se reparten por cuatro hospitales― cuatro o cinco están planteándose marcharse fuera. Antes la gente se iba al Reino Unido, pero ahora con el Brexit es más compleja la homologación. Se van a Alemania y Francia, pero tienes que conocer el idioma”. Ella planea hacer el MIR en España, pero no quiere obsesionarse con una especialidad, no vaya a ser que no entre en esa.
La mitad de sueldo en España que en Reino Unido o Alemania
Uno de cada tres médicos que ejerce en España, según la Encuesta sobre la Situación de la Profesión Médica ―contestada por casi 20.000 profesionales y editada por el CGCOM y los sindicatos―, se declara insatisfecho: por la carga asistencial (65,2%), el nivel de exigencia (32,9%) y el cansancio emocional (55,7%). Y a ello se suma que un tercio encadena contratos temporales. Frente a eso, muchos países de Europa ofrecen estabilidad laboral, sueldos a años luz y condiciones de conciliación inmejorables. Un médico residente ingresa el primer año en Madrid 1.200 euros mensuales, la mitad que en otros países europeos. De media, los médicos en Francia ganan 95.000 euros al año. Casi doblan el sueldo a los españoles, que perciben 53.000, según una encuesta entre facultativos de la publicación científica Medscape. Menos de la mitad que sus colegas del Reino Unido (129.500) y Alemania (125.000).
Alemania ofrece, además, un itinerario formativo complementario, que permite cambiar de especialidad al facultativo ya formado, no como en España. El neurólogo Alejandro Barros explica que en Alemania hay 30 días de vacaciones (frente a los 24 de España) y es más fácil conciliar. “No eres un número, en España la nota del MIR te marca la vida, aquí puedes retroceder y probar otras cosas porque hay un periodo de prueba”. A este médico le daba “pánico” confundirse en la especialidad de neurología, así que optó en 2017 por cursar la residencia en Alemania. En su país de adopción no se concibe que un MIR haga más de tres o cuatro guardias al mes y un máximo de 18 horas ―si no intervienen los sindicatos―, mientras que en España, según la encuesta de la profesión médica, el 65,2% de los residentes tienen cinco o seis guardias al mes ―de 24 horas― y solo el 47,7% libran siempre después.
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