Sufrir acoso o discriminación en el trabajo y marcharse: uno de cada 10 profesores víctima de LGTBIfobia decidió cambiar de centro
Una encuesta refleja que el miedo a sufrir situaciones de odio o a que se cuestione su profesionalidad son dos de las razones por las que uno de cada tres docentes del colectivo no muestra nunca o casi nunca su orientación sexual
Ser profesor y salir del armario en el instituto es una decisión todavía compleja. El miedo a sufrir situaciones de discriminación o a que se cuestione la profesionalidad son algunas de las razones que empujan a casi uno de cada tres docentes del colectivo LGTBI a no mostrar nunca o casi nunca su orientación sexual. Así lo refleja la encuesta Centros educativos, profesorado LGTBI+ y personas aliadas, elaborada conjuntamente por la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales e Intersexuales (FELGTBI+) y la Federación Estatal de Enseñanza de Comisiones Obreras, que se ha presentado este martes. El informe también refleja datos de la violencia que padecen y que provoca que el 12% de los que han sido víctimas decidió cambiar de centro.
A los que sí que optan por visibilizarse siempre, que son un 31%, o con frecuencia, un 20%, les es más sencillo hacerlo con los compañeros de trabajo que con el alumnado. La mitad de los que lo manifiestan lo hacen ante cualquier persona, uno de cada tres se visibiliza solamente ante sus iguales y uno de cada 10 ante los estudiantes. La percepción mayoritaria es que en los centros educativos donde trabajan reciben un apoyo y un respeto escaso.
La principal reticencia para dar el paso de visibilizarse es abrir la puerta a posibles situaciones de odio, de acoso o de discriminación como insultos por LGTBIfobia o agresiones. Hasta un 84,6% del profesorado LGTBI que ha participado en la encuesta así lo manifiesta. La siguiente preocupación más común, que atañe al 41%, es que se les vincule con fenómenos estereotipados, como ser una persona más débil, tener pluma o tener una mayor promiscuidad. Y muy de cerca, con el 37%, le sigue el miedo a que se cuestione su profesionalidad. Por último, uno de cada 10 alude al temor de perder el empleo.
En la encuesta han participado 1.020 docentes, de los cuales 420 son profesorado LGTBI, 459 son aliados del colectivo (personas que los apoyan) y los 141 restantes ni lo uno ni lo otro. El 60% de los encuestados trabaja en un Instituto de Educación Secundaria y el 25% en un Colegio de Educación Infantil y Primaria, mientras que el resto imparte clases en otro tipo de centros. La muestra refleja un sesgo hacia los centros de titularidad pública, ya que el 91% de los encuestados trabaja en ellos. En el Orgullo de este año, cuya manifestación estatal se celebra el 6 de julio en Madrid, se quiere reivindicar la importancia de la educación y, por ello, se ha escogido como lema Educación, derechos y paz: Orgullo que transforma.
El coordinador de Educación de la FELGTBI+, David Armenteros, explica la importancia de la visibilización del profesorado para ser referentes del alumnado. “Ellos acuden a ti, se sienten liberados para expresarse como son”, comenta. Él es profesor de Matemáticas y hace unos años decidió salir del armario en el trabajo. “En las cenas de Navidad, por ejemplo, cuando todavía no era visible, se me hacía incómodo cada vez que los compañeros hablaban de sus parejas y yo no podía compartir esa parte de mi vida”, recuerda. En su caso, la experiencia ha sido positiva.
Experiencias de odio
Desterrar completamente la LGTBIfobia de las aulas es un objetivo todavía lejano, pero la tolerancia es mayor respecto a hace unas décadas. Esto se refleja, entre otras cuestiones, en que dos de cada tres profesores ni ha sido víctima ni ha presenciado ningún acto de odio contra el colectivo. Aunque todavía hay un 12% que sí que lo ha sufrido. De este último grupo, los que sí que han sido víctimas, un 17% tuvo una confrontación directa, es decir, el ataque se produjo abiertamente contra él; un 52%, una indirecta y un 22%, ambas.
La frecuencia con la que se producen las situaciones de odio es mayormente esporádica, ya que la mitad de las víctimas las sufren de forma puntual, pero también hay un 11% que las padecen de manera constante. Los agresores más habituales son los estudiantes, porque ocurre en seis de cada 10 veces, pero también son ellos quienes realizan la discriminación o el acoso durante menos tiempo. Otros integrantes del centro, como compañeros de trabajo, son los causantes de la discriminación en tres de cada 10 ocasiones, y estas acciones suelen perdurar en el tiempo. Por último, en una de cada 10 veces los actos de odio se producen por parte de los familiares.
La respuesta de la comunidad educativa ante situaciones de LGTBIfobia es generalmente positiva, ya que en la mitad de las veces actuó el equipo directivo. Sin embargo, todavía hay casos de bajas laborales provocadas por el acoso en los centros e incluso un 12% de los profesores que fueron víctimas decidió cambiar de centro. Armenteros comenta que el profesorado está “muy expuesto” por ser un trabajo de cara al público y que, cuando se toma la decisión de visibilizarse, se hace “ante todo el mundo”.
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