Michael Murphy, presidente de los rectores europeos: “Nunca criticaré el valor del Erasmus aunque una universidad no sea estricta a nivel académico”
El máximo responsable de la Asociación Europea de Universidades considera que los campus españoles deberían ganar en autonomía y alerta de la fuga de investigadores británicos por el Brexit
En un mundo convulso y una Europa que amenaza con agrietarse, las universidades se alzan como bálsamo de la unidad y del trabajo conjunto. Michael Murphy, presidente de la Asociación de Universidades Europeas (EUA, en sus siglas en inglés) —entidad que agrupa a 850 centros de 49 países—, visitó la semana pasada Barcelona, antes de protagonizar la inauguración del curso en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Murphy (Cork, Irlanda, 1953) apuesta por crear una red fuerte de universidades, pero para ello reclama más autonomía de los campus y menos intervencionismo de los gobiernos. El exrector de la Universidad de Cork lamenta los efectos que el Brexit está teniendo respecto a la caída en la movilidad de estudiantes y de fuga de investigadores, y avanza algunas novedades como el nuevo carné internacional de estudiante.
Pregunta. ¿Qué retos tienen las universidades europeas?
Respuesta. El primero es el marco regulatorio: hay muchas universidades de algunos países que no tienen el soporte que necesitan, autonomía. El segundo es la disponibilidad de fondos: tenemos un observatorio que monitoriza los fondos públicos que reciben y, como ya es sabido, la última crisis ha golpeado los campus durante la última década y en muchos países nos encontramos con que no se han recuperado los niveles de financiación anteriores. Hay un tercer reto que está emergiendo en los últimos años, que es la reorganización geopolítica, y la inquietud por la seguridad de la colaboración con las universidades de otras partes del mundo, con nuevas reglas y nuevas guías surgiendo cada mes, lo que hace la colaboración más difícil.
P. ¿Y adaptar los contenidos a los nuevos retos mundiales, como el cambio climático?
R. En todo momento lo que hacemos en las universidades debe ser relevante para la sociedad. Pero hay que admitir que cuando se elabora la agenda de investigación, los gobiernos y la UE acostumbran a marcar las prioridades para investigar y cada vez hay menos espacio de decisión para las universidades. Tenemos que trabajar para que haya un equilibrio entre los de arriba y los de abajo, es un reto nuevo.
“Si las universidades españolas quieren ser competitivas hay que mejorar la financiación”
P. ¿Qué opina de las universidades españolas?
R. España tiene retos específicos, como la financiación, pero tampoco el marco regulatorio es el ideal. En el último estudio sobre autonomía universitaria, de 2017, España estaba en los últimos puestos de la lista. Tenéis un sistema complejo, porque hay un Gobierno central y el autonómico. Pero si España no quiere tener problemas en los próximos años a nivel competitivo, tiene que modernizar su marco normativo y mejorar la financiación.
P. ¿Algún aspecto en concreto?
R. Lo importante es que las instituciones tienen libertad para escoger a sus miembros de gobierno, promover a los líderes y desarrollar programas de fomento de liderazgo sin imposición de normas del exterior. En muchos países esto no se produce. También debe haber más libertad con relación a decidir la oferta de estudios. Está bien recibir indicaciones de los gobiernos, pero que estas no sean prescriptivas, porque estos tienen una visión a más corto plazo, y las universidades, más a medio y largo plazo. Gestión de financiación, capacidad para comprar y vender, contratar créditos… definen la auténtica autonomía.
P. ¿La universidad debería ser gratis?
R. En mi opinión, porque la EUA no tiene una posición definida, nunca debería existir una única vía de financiación. Cuanto más diversas sean las fuentes, más posibilidades tendrás de gestionar las caídas de ingresos. Gobierno, estudiantes, fondos de investigación, empresas, filantropía… tienen un papel en la sostenibilidad del sistema.
P. ¿Necesitamos más estudiantes en las universidades?
R. Depende del país. En algunos el porcentaje de jóvenes con educación superior llega al 60%, pero otros están en el 20%. Hay cierta preocupación en los países donde el porcentaje es muy alto por el hecho de que hay demasiados jóvenes matriculados en estudios que no les interesa o que no va con ellos, y que a lo mejor estarían mejor en otro tipo de estudios superiores. No se puede generalizar cuando hablamos de Europa. Como siempre, la diversidad es nuestra fortaleza y debilidad.
P. ¿Hay una proporción adecuada?
R. No, la Comisión tiene su idea y los gobiernos la suya. Pero ambos están preocupados por el déficit de cualificaciones. Esto es, el desequilibrio entre lo que el mercado y las empresas necesitan y el tipo de graduados que da la universidad. Hay una tensión porque las universidades tienen una visión a largo plazo y las habilidades y competencias que necesitamos hoy no tienen por qué ser válidas en 10 años. Tenemos que conseguir un equilibrio entre las demandas del mercado y que los jóvenes tengan las competencias para adaptarse a las necesidades del futuro.
P. Según el informe anual Education at Glance [La educación en un vistazo] de la OCDE, conocido hace unos días, el 40% de los profesores de las universidades europeas se jubilará en 15 años. ¿Inquieta el panorama?
R. La situación es muy preocupante en algunos países. La solución debe incluir una amplia gama de aspectos, como la reforma de la evaluación de la carrera académica, aumentar el atractivo de las carreras académicas, medidas para retener al personal joven o hacer que las carreras sean competitivas con las del sector privado. No hay una solución mágica, sino un menú de opciones.
“A veces los estudiantes aprenden más fuera de las aulas que dentro”
P. ¿Habrá cambios en el programa Erasmus?
R. No puedo dar muchos detalles, pero el principal objetivo es aumentar el número de estudiantes que cruzan las fronteras, lo ideal sería llegar al 50%, pero no hay fondos suficientes. Es un programa muy importante para construir la idea de europeidad entre los jóvenes. Además, hay impedimentos administrativos, muchas veces por parte de las universidades, por ejemplo, para la convalidación de los estudios. En resumen, los retos pasarían por mejorar la financiación y reducir las barreras que ponen las universidades.
P. A veces se ve el Erasmus como un año de fiesta y no para ir a estudiar.
R. Como rector debo decir que a veces los estudiantes aprenden más fuera de las aulas que dentro, y Erasmus se basa en la interculturalidad, y muchas veces este aprendizaje tiene lugar fuera de la universidad. Nunca criticaré el valor de Erasmus porque una universidad no sea estricta a nivel académico, porque Erasmus también es una experiencia vital. Aprenden más sobre liderazgo o trabajo en equipo en la vida social.
P. Creo que se está preparando un nuevo carné de estudiante internacional.
R. Hay un programa piloto en cuatro universidades para impulsar el carné, que busca ofrecer a los universitarios descuentos a bibliotecas, tecnologías, museos, restaurantes… tanto si están de Erasmus como de vacaciones. No sabemos cuándo se pondrá en marcha porque preocupa que no se vulnere la protección de datos y la privacidad.
P. Si hablamos del Brexit, el Reino Unido ha perdido la mitad de los estudiantes europeos que estudiaban allí la carrera y a los erasmus.
R. La ambición es recuperar los estudiantes perdidos de todo el mundo. Estamos tristes, es tiempo de solidaridad europea y los estudiantes de los dos lados del canal de La Mancha han perdido con ello. El Brexit fue una decisión financiera, no tuvieron en cuenta los efectos en las universidades. Los estudiantes europeos tradicionalmente han elegido universidades del Reino Unido para aprender la lengua y por el prestigio de los campus. En este sentido, los europeos son los que más pierden, pero también los británicos porque también tienen menos diversidad y menos experiencias interculturales. Total, las dos partes pierden.
“La fuga de personal está impactando negativamente en la investigación británica”
P. ¿El Brexit puede hacer mella en el prestigio de universidades como Oxford o Cambridge?
R. Los ránquines son muy importantes para las universidades británicas. Tenemos estudios que indican que la fuga de personal, especialmente de investigadores, está impactando negativamente en la calidad de la investigación británica. No hay ningún aspecto positivo del Brexit en la educación superior y la investigación.
P. ¿Así que se está produciendo una fuga de cerebros?
R. Desde el principio detectamos que no estaban llegando fondos europeos para la investigación, así que los investigadores que buscaban financiación de larga duración se les pidió que buscaran una universidad europea para continuar su investigación.
P. ¿Qué efectos tendrá en una potencia en investigación como es Reino Unido?
R. Estamos intentando persuadir a la Comisión Europea para que cambie su posición. Los retos globales nunca han sido tan grandes y es necesaria la cooperación, no solo entre Reino Unido y Europa, sino globalmente, para hacer frente al cambio climático, la crisis energética, la seguridad alimentaria…. La posición política es que el Reino Unido no debería beneficiarse de los fondos europeos mientras dure la controversia sobre Irlanda de Norte. La ciencia debería no estar asociada a la política, pero los políticos no lo ven así. Reino Unido continuará investigando, pero no con la red de especialistas e instituciones europeas. Tengo la esperanza sobre las conversaciones recientes entre Reino Unido y Europa de que el sentido común prevalecerá. El mismo problema tiene Suiza, muy fuerte en investigación pero que tampoco puede acceder a fondos europeos. Su Gobierno está dando los mismos pasos que nosotros.
P. ¿Preocupa Hungría y su política de control de las universidades?
R. Sí, estamos en contacto regular con los rectores y nos hablan de la pérdida de autonomía que están sufriendo. Condenamos especialmente la expulsión del país de la Universidad Central Europea. Y como gesto de solidaridad, la EUA celebró su conferencia anual en Budapest en abril.
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