_
_
_
_
_

El gran agujero educativo que trajo la covid

La encuesta Volvemos a Clase revela que alumnos y docentes creen que la educación a distancia empeora el aprendizaje. Los centros empiezan ahora a evaluar las carencias emocionales y académicas de los estudiantes

Una madre ayuda a sus hijos confinados en casa a hacer las tareas durante una cuarentena escolar en Madrid.
Una madre ayuda a sus hijos confinados en casa a hacer las tareas durante una cuarentena escolar en Madrid.Santi Burgos

“Milagro del confinamiento”. Así llaman en el instituto de Andrea, una profesora del sur de Madrid que prefiere mantener el anonimato, a los alumnos que aprobaron sorprendentemente asignaturas para las que no tenían el nivel. Ahora, cuando ha llegado la primera evaluación, se ha evidenciado que no tenían los conocimientos mínimos necesarios y que el nivel ha bajado notablemente. “La enseñanza on line es una filfa, una mentira en la que hay muchas compañías interesadas en que funcione, pero no funciona. Y a los alumnos con semipresencialidad les está perjudicando, a pesar del esfuerzo inmenso que hacemos los docentes”, explica esta profesora, que cuenta que en su instituto dieron marcha atrás con las clases on line porque no funcionaban y perdían alumnos cada día. Algunos, para siempre.

La conclusión a la que ha llegado Andrea ilustra a la perfección la encuesta Volvemos a Clase de la Fundación SM, en la que han participado 1.000 centros escolares, 162.000 alumnos a partir de 10 años y 19.000 profesores. Realizada por su Instituto de Evaluación IDEA, ofrece a los centros información sobre el impacto del confinamiento en alumnos, docentes y familias. Las encuestas se rellenaron en las escuelas e institutos entre el 14 de septiembre y el 18 de noviembre y analizan desde la situación socioemocional hasta la actitud en la vuelta al cole.

La evaluación: más satisfechos los alumnos que los docentes

Uno de los aspectos que ha analizado es la evaluación, a la que hacía referencia Andrea. Y muestra una disonancia total entre el punto de vista de los maestros y los alumnos. Mientras que el 85% de los estudiantes están muy satisfechos con el sistema de evaluación, flexible y que estableció que la repetición debía ser excepcional, el porcentaje desciende al 34% entre los docentes. Álvaro Marchesi, coordinador del informe, cree que esta disparidad tiene que ver con que “los estudiantes se han sentido más cómodos con la flexibilidad, pero los docentes no han podido medir el nivel real con el que llegaba el alumnado”, señala el catedrático emérito de Psicología de la Universidad Complutense.

La encuesta también recoge que, según los docentes y los alumnos, con la educación on line se aprende menos. Los alumnos que más la rechazan son los de cursos superiores, Secundaria, FP y Bachillerato, que son quienes más están sufriendo este tipo de docencia con la semipresencial impuesta en varias regiones. Entre los estudiantes de todas las etapas, de media, el 34% considera que el confinamiento influirá negativamente en sus estudios ― 48% en los cursos superiores, frente a un 30% de Primaria―, y el 75% prefiere la enseñanza presencial al aprendizaje a distancia. Además, el 54% cree que se aprende más en el colegio que en casa. Andrea explica, por ejemplo, que muchos de sus estudiantes incluso le han reconocido que se conectan a la sesión y se van a dormir.

Más de un 40% de los cursos superiores tuvo dificultades para el aprendizaje

Los alumnos de los cursos superiores son los que lo han vivido peor emocional y académicamente. En estos cursos la dificultad de los estudios es mayor y la responsabilidad del docente se diluye entre varios profesores. El 43% de alumnos de Bachillerato y el 46% de FP aseguran que han tenido dificultades en el aprendizaje a distancia, o para dormir. “Nos han llegado alumnos destrozados, porque han pasado la enfermedad, porque han perdido a familiares, porque sus padres se han quedado sin trabajo, y ahora porque apenas hacen una comida al día”, señala la profesora.

El informe analiza estas variables sociales. Álvaro Marchesi señala que los alumnos de entornos más desfavorecidos tienen un 10% menos de ordenadores personales. Dedican menos tiempo al estudio ―el 35% del total dedicó más de cuatro horas diarias durante el confinamiento, porcentaje que sube al 46% en los barrios con mayor nivel económico―. Y el porcentaje de pérdida de empleo de sus padres supera el 20%, un dato que se reduce a la mitad ―11%― en los barrios ricos. Además, los niños de los barrios más humildes se sintieron más solos y más tristes: el 15% no se sintió apoyado por su familia; el 20% percibió un reducido apoyo emocional para enfrentarse al confinamiento; el 30% no sintió respaldo de sus profesores, y el 19% no mantuvo una comunicación habitual con sus compañeros.

En el colegio Doctor Jiménez Rueda, en Atarfe (Granada), 18.000 habitantes, donde sus profesores adaptaron toda la docencia al formato móvil cuando descubrieron que el 70% de los alumnos se conectaban a las tareas con el teléfono de sus padres, reconocen también otro de los datos del informe: de los alumnos de barrios más humildes, el 3,1% no tuvo acceso a ningún dispositivo, y el 28% tuvo que compartirlo. Los esfuerzos que realizaron desde el claustro para llegar a todos fueron muy intensos y unieron a sus miembros, pero ahora perciben que no fue suficiente.

“Académicamente, de marzo a septiembre ha sido un tiempo vacío si nos fijamos en los conocimientos adquiridos”, explica Juan Alcaide, el jefe de estudios. En su escuela han tenido incluso que bajar los niveles curriculares para que todos puedan llegar. “Los niños con un contexto familiar positivo han subsistido, pero en los más desfavorecidos se nota mucho el desfase”. Asegura que están cuidando y priorizando los aspectos emocionales porque los niños “llegaron necesitados de abrazos, de juego y de infancia; costó mucho el retorno por la pérdida de hábitos y porque el centro que dejaron en marzo, una comunidad de aprendizaje con las familias involucradas en el día a día, se había transformado en un búnker cerrado marcado por los protocolos”, añade.

Menor impacto emocional en los municipios más pequeños

Álvaro Marchesi destaca una conclusión relevante del informe: la notable diferencia en la percepción de los estudiantes de las pequeñas y las grandes ciudades. En los municipios más pequeños los niños se han sentido más acompañados emocionalmente: “En las localidades de menos de 100.000 habitantes han tenido unas vivencias más afectuosas, más apoyo afectivo de la familia, de sus profesores, más ilusión por volver al colegio y el apoyo emocional pasa del 68% al 76%, y la sensación de que su familia les ayuda de un 70% a un 80%”, señala Marchesi.

También entre Educación Primaria y Secundaria hay diferencias en este aspecto. Los alumnos de Primaria han vivido una situación afectiva sensiblemente mejor que los de Bachillerato y FP: los de Primaria están razonablemente satisfechos ―un 80% frente al 60% de los mayores―. “Se han sentido más tristes porque no han tenido a sus amigos y en la adolescencia es un factor determinante”, señala el catedrático de Psicología de la Complutense. “Esta encuesta demuestra que los alumnos mayores han estado mucho peor y son los que peor lo han vivido, mientras que los de Primaria lo han llevado mejor”, apunta Marchesi.

Estrés en los docentes: el 77%, agobiado

Respecto al nivel de estrés de los docentes los resultados son demoledores: el 77% se describe agobiado por la situación laboral, y el 55% tuvo muchas dificultades para la conciliación familiar. “Han vivido muy agobiados el confinamiento, han tenido que hacer un enorme esfuerzo para responder a las demandas de los alumnos y un esfuerzo laboral con dificultades de conciliación”, señala Marchesi.

El 54% del profesorado que ha participado en la entrevista asegura que superó con creces el horario de su jornada laboral. El 38% dedicó a la docencia entre cuatro y siete horas diarias. Los que más tiempo lo hicieron fueron los de Bachillerato y los que menos, los de Primaria. La gran mayoría, el 96%, inició el actual curso con muchas ganas de enseñar. El 89% se ha sentido muy acompañado por sus compañeros y el 82%, por el equipo directivo.

Alcaide explica que en su centro están muy estresados: “Volvimos con mucho miedo porque nos vimos muy desprotegidos por parte de la Administración. Y aún hoy tenemos que luchar para que nos hagan una PCR a los maestros. Estamos ilusionados por estar con los niños, pero más desmotivados que de costumbre porque pesa mucho la carga de docencia y la burocrática y administrativa, que se nos ha multiplicado”, asegura el jefe de estudios.

Respecto a la presencialidad, no hay duda: el 95% de profesores la prefiere. Aunque en Primaria sorprende el porcentaje de alumnos que escogería la docencia en casa, un 25%. Sin embargo, Marchesi cree que se relaciona con otro dato: “Hay un porcentaje elevado que ha mejorado su relación con la familia: el 40%. Y el 52% se ha mantenido igual. Para algunos niños de Primaria, el entorno familiar es el que más seguridad les da, y la educación on line beneficia a los niños que van a otro ritmo, porque es más flexible”. Esa cifra, incluso, podría estar relacionada con los niveles de acoso que se viven en las escuelas, como se evidenciaba con el informe de la Fundación Anar y Mutua Madrileña en el que uno de cada tres alumnos había sido testigo de episodios de bullying en su escuela.

Los docentes destacan como prioridades para este curso el bienestar emocional de los alumnos y el refuerzo de la competencia básica de aprender a aprender, es decir, en capacitar a los alumnos para que autónomamente sean capaces de alcanzar el aprendizaje, así como potenciar el uso de la tecnología. Mientras tanto, concluye Juan Alcaide: “Lo que estamos haciendo este curso es sobrevivir”.

Las cuatro mejoras urgentes del sistema educativo

Tras analizar los resultados de las 162.000 encuestas realizadas a los docentes y alumnos de toda España, el catedrático emérito de psicología Álvaro Marchesi cree que debería haber cuatro transformaciones clave en el sistema educativo a la vista de los resultados.

1. Atención diferencial a cada centro

“No se puede destinar los mismos recursos para todos. Deberían dotárseles en función de sus dificultades. No puede ser que haya un centro donde uno de cada cuatro alumnos no tiene dispositivos, y que reciba lo mismo que uno donde el 100% está cubierto”, explica el experto.

2. El bienestar emocional debe ser prioritario

“Debería incorporarse la educación emocional al menos una hora diaria, aunque sea en las tutorías, porque es imprescindible”, señala.

3. Adaptar los métodos y la evaluación a la realidad de los alumnos.

“Los centros deben tener un mayor margen de maniobra para usar métodos innovadores y evaluar a su alumnado en función de las necesidades”, apunta Marchesi.

4. Apoyar, desarrollar e impulsar el desarrollo profesional de los docentes.

“Deben implantarse programas que reconozcan política y económicamente el esfuerzo que hacen los profesores cada día para garantizar el derecho a la educación de los alumnos”, concluye el analista.

Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o Facebook

Apúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_