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El secreto del vidrio curvado en Cricursa, la empresa que fabrica para La Sagrada Familia o la sede de McLaren

La firma es una de las compañías más avanzadas de Europa en esta técnica que emplean desde Moneo a Norman Foster y marcas como Nike o Louis Vuitton

Miguel Ángel García Vega

Hay empresas únicas que pasan desapercibidas. Al igual que cuando cae la nieve en el Canal de la Mancha. Pero estamos más lejos y más cerca. En 1928, Alejandro Sasplugas, se había formado en algo tan singular como el vidrio curvo. De los 15 a los 20 años aprendió el oficio en Bélgica. Junto a Fernando Figuerola, entonces comercial en la firma de neumáticos Goodyear, fundan Cricursa, en lo que hoy es el barcelonés barrio 22@.

En 1929 se inaugura la Exposición Universal en Barcelona y Cricursa crea los vidrios de colores que iluminan las fuentes de Montjuic. Eran tiempos de gran actividad industrial. La compañía crece fabricando vidrios para escaparates, muebles, máquinas de escribir o relojes. La segunda generación abre otra fábrica, en la que unas 60 personas diseñan retrovisores para la automovilística Seat.

Con una precursora visión internacional, en los años setenta del pasado siglo incorporan el vidrio laminado, que no existía en España, y del que empezaba a hablarse en Europa. Primero usan resinas, mientras van montando una fábrica en Granollers, en la que instalar un autoclave, el cual genera la presión y temperatura necesarias para laminar un vidrio. Las importaciones están muy controladas y “nuestros padres buscaron un ingeniero que diseñara toda la instalación en Italia, para después hallar industriales que fabricaran las piezas en España sorteando el control [estaban prohibidas las transacciones de maquinaria] del momento”, recuerda Ferrán Figuerola, nieto de uno de los fundadores y actual director general. “Al poco, tras unos robos muy televisados y mediáticos, la empresa blinda casi todas las oficinas bancarias de España”.

Cricursa es historia de la arquitectura de nuestro país. Suyos son los vidrios de la joyería Roca del paseo de Gracia (Barcelona), de Josep Lluís Sert (1902-1983) de los años treinta. Los edificios Trade, también en Barcelona, de los años sesenta, de José Antonio Coderch (1913-1984), los vidrios de la torre madrileña BBVA de Francisco Javier Sáenz de Oiza (1918-2000), en 1980, o el Kursaal (1999) de Rafael Moneo, en San Sebastián.

Junto al vidrio curvo y el laminado, incorporan tecnologías punteras, atendiendo a las demandas de los arquitectos. Hasta entonces, las fachadas eran espejos, con vidrios oscuros o reflectantes. Pero en los años ochenta la empresa lanza al mercado un vidrio transparente de control solar, el “vidrio California”, que refleja los rayos infrarrojos y la luz ultravioleta. Norman Foster, Santiago Calatrava o Ieoh Ming Pei (1917-2019) lo usan en sus proyectos, y la empresa se internacionaliza.

En 2022 Cricursa es absorbida por Tvitec, empresa con quien llevaba muchos años colaborando. Primero la covid, y después la invasión de Rusia llevan al suelo un proyecto de 35 millones de euros en Rusia, vetado por Europa, en el que se tuvo que parar la fabricación. “En un mundo en el que la geopolítica te puede atrapar en un segundo, hay que moverse muy rápido”, admite el responsable de Cricursa. La situación actual precisa de grandes grupos, muy fuertes financieramente. “Fue una buena decisión, porque, solos, nuestra existencia habría sido inviable y así nos convertimos en más sólidos y pudimos seguir creciendo”, agrega Figuerola. Las fábricas de Granollers y Lleida continúan activas. Cricursa se dedica al vidrio curvo y Tvitec al vidrio plano, convirtiéndose en uno de los principales grupos europeos. Buenas noticias para los más de 600 trabajadores de la compañía. El 90% de la producción de cristal curvado se exporta a Europa, América, Asia y Oriente Próximo. El vidrio plano tiene una salida al exterior del 50%. En la cúspide de todo el conglomerado están Javier Prado y su familia.

Si hay alguien inconformista es un arquitecto. “Hace años, el proyectista español Gabriel Allende nos dijo: ‘Me gusta el cristal, pero no que refleje otros edificios”. Tenía razón. “La respuesta de Cricursa fue crear un vidrio con un film que tenía una matriz de puntos que eran blancos para el exterior y negros para el interior”, narra Figuerola. Adiós a la refracción, se reflejaba la luz, pero no la imagen, y desde el interior, la visión era perfecta. Más adelante Tvitec adaptó esta tecnología para hacer serigrafía dual directamente sobre el vidrio, para la sede de Telefónica en Madrid concebida por Rafael de La-Hoz.

Si hacía falta vidrio curvo estaba Cricursa con sus fábricas, y Tvitec se encargaba del vidrio plano, con sus instalaciones de Ponferrada, Villena, Écija y Oporto (2.500 proyectos acristalados en todo el planeta). Llevaban tiempo colaborando en las propuestas importantes de España, Canadá y Estados Unidos. Hoy juegan juntos la partida.

La Sagrada Familia

Actualmente, están creando unos prismas para la cruz de la Sagrada Familia. “No se ha hecho nada parecido hasta el momento. Son como diamantes, que refractan la luz”, detalla Figuerola. Un desarrollo de varios años de investigación. Las piezas de vidrio están casi terminadas y coronarán la gran cruz, con un mirador sobre la ciudad, que empezará muy artesanal para convertirse en muy tecnológico en la parte central. “Estamos terminando la fabricación de los últimos cristales artísticos, siguiendo las instrucciones de Gaudí”, revela el directivo. En los hornos de al lado crean los vidrios para la remodelación del emblemático Flat Iron de Nueva York.

Otros proyectos son más visibles. La fachada de Nike en la Quinta Avenida neoyorquina, la Samaritaine en París, la oficina japonesa Sanaa; la universidad de Princeton de Rafael Moneo; el centro Prada de Tokio del estudio Herzog & de Meuron; la sede McLaren o los Apple-Store de Foster; el Louis Vuitton de Seúl, de Frank Gehry; el Atomium de Bruselas o la misma Torre Eiffel.

Tvitec Cricursa facturó el ejercicio pasado 190 millones de euros, con unos activos totales de 380 millones, unos resultados de 14,4 millones y un capital social de 11,6 millones de euros. Reflejos dorados en cristales con tecnología de vanguardia catalana.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.
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