Bienvenidos a la era de la cultura entretenida
EL PAÍS y Acciona celebran un encuentro con expertos para debatir sobre los límites entre diversión y el contenido que alimenta el aprendizaje y la reflexión


Todo tiene un inicio. Y el de esta historia comenzó hace muchos siglos atrás en una cueva con un foco de luz, probablemente de una hoguera, que convocó a un grupo de gente, en donde alguien con la chispa de la imaginación empezó a contar relatos consciente, o quizás no en ese momento, de la importancia vital de la comunicación de las relaciones sociales. A eso, otros siglos después, se le llamó teatro y se le agregaron cantos y danzas. En la antigua Atenas se convirtió en un evento cívico abierto a todos los ciudadanos, que seguían a veces con lágrimas y en ocasiones con risas las funciones que se representaban. Entonces aparecieron obras de los grandes dramaturgos Sófocles, Eurípides o Aristófanes y se escribieron piezas para que fueran contempladas por hasta 13.000 espectadores. Un espectáculo de masas: con sátira y crítica política y social. Era educación y reflexión, pero también diversión.
Hoy, en un mundo en el que todo está forjado como una industria, ¿cómo se define esta forma de expresión artística y otras como la música, la pintura, el cine, la fotografía: cultura o entretenimiento? El desafío actual para el artista contemporáneo, los promotores y las personas que giran alrededor de esta industria es crear algo que sea accesible y atractivo sin sacrificar su capacidad de cuestionar y enriquecer. Sobre todo en un contexto donde las redes sociales copan la conversación, el tiempo de consumo (cada vez en menos minutos) y el contenido con nuevos formatos: series, podcasts, audiolibros, exposiciones virtuales, clubes de lectura virtuales. “Hacer una oposición entre ocio y cultura parece que implica que uno es mejor o diferente al otro. Creo que cada vez se unen más”, según Carla Prat, directora de diseño y experiencias de Acciona.
Hay muchos proyectos globales, según Prat, que mezclan cuestiones que no tienen una intención educativa como un museo en origen, sino que muchas veces tienen que ver con las emociones que sientes con el disfrute y no lo oponen a una experiencia cultural. “En la Expo 2025 de Osaka, Japón, hay pabellones que buscan entretenerte y otros cuyo objetivo es que aprendas algo. La tecnología ayuda a ello y ahí está lo que hay que empujar: el espacio híbrido”, recalcó la experta en un encuentro organizado por EL PAÍS y Acciona, titulado Ocio y cultura: convergencias, límites y nuevas narrativas. Uno de los participantes, Javier Sainz de los Terreros, responsable de comunicación digital de El Prado, cree que los medios digitales han abierto una ventana enorme para que las obras y la cultura sean apreciadas por personas de otras geografías. “La cultura es ocio porque es lo que haces cuando no estás trabajando y disfrutas de algo, como el teatro de Lope de Vega. La ópera era ocio. Ahora tenemos otras nociones, pero una visita al Prado es totalmente ociosa: te entretiene, aprendes y te llevas algo. No estás perdiendo el tiempo. Nuestra labor es conjugar esa parte apasionante y divertida”, argumentó.
Patricia Fernández, divulgadora e influencer cultural, comentó que el ocio y la cultura son primos hermanos y, en un planeta cada vez más conectado, ambos conceptos se refuerzan el uno al otro. “Las redes han democratizado el acceso a la cultura. Hoy puedes llegar a un chico que vive en un pueblo de La Mancha. Todo es accesible para todos”, dijo la creadora. Justo es el público más joven al que se quiere conquistar con nuevos formatos y experiencias culturales. Es, además, este público, entre los 15 y 19 años, el que está tirando del carro del consumo cultural. De acuerdo con la última Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales, elaborada por el Ministerio de Cultura, las visitas a monumentos, yacimientos arqueológicos, museos, artes escénicas y musicales alcanzan las mejores cifras en dos décadas y son las personas de la franja de edad antes mencionada las que más visitas realizan a exposiciones y monumentos, asisten más a espectáculos de artes escénicas o musicales, utilizan más las bibliotecas y presentan mayores tasas de lectura.
Prat, de Acciona, comentó que ante este escenario, los expertos en gestionar y diseñar productos culturales se están esforzando para hablar un lenguaje ameno y entendible a las nuevas generaciones. “Tenemos que buscar maneras de engancharlos más. Es un gap que desde lo museal se ha olvidado. Creo que quizás no se piensa en ellos desde la institución”, reconoció. Por su parte, Sainz de los Terreros, de El Prado, afirmó que el público tiene ganas de aprender y está dispuesto a escuchar. “En el Prado tenemos muchas historias de mitología, auténticos dramas que rivalizan con las series actuales como Juego de Tronos: infidelidades, traiciones, pasiones. En redes sociales se refleja ese interés. A menudo, se tiende a frivolizar con los jóvenes, pero también disfrutan de la cultura”. Fernández, influencer, añadió a esto: “Nos gustan los chismes”. Y eso vende. Ejemplo de ello es el último álbum de Taylor Swift: The Life of a Showgirl.
Música popular
En el disco, la estadounidense tiene una canción, la primera del disco: The Fate of Ophelia, donde hace referencia a la famosa tragedia de William Shakespeare, Hamlet. “En las redes hay vídeos con explicaciones sobre la obra del autor inglés que, si no te gusta la literatura, tal vez no conocerías”, subrayó la influencer. La música popular actúa como un puente inesperado hacia la cultura clásica. Dua Lipa es otra muestra de ello. La cantante se ha convertido en una recomendadora de libros, gracias a su club de lectura Service95 Book Club y su plataforma editorial global, Service95. En ese espacio, la artista británica ha recomendado, recientemente La mala costumbre, de Alana Portero, que ha tenido un nuevo éxito. Un fenómeno parecido surgió cuando la cantante Beyoncé rodó un vídeo musical en el museo del Louvre, con un paseo entre algunas de las piezas más populares. “Aumentaron las entradas”, resaltó Prat.
La combinación de mundos, géneros artísticos, disciplinas y creadores es ahora potenciada por las nuevas tecnologías. Las visitas virtuales, la realidad aumentada y la inteligencia artificial abren un sinfín de posibilidades para llevar el arte a cualquier parte del mundo. Plataformas como Instagram o TikTok son las preferidas por el público, sin olvidarse de YouTube o Facebook. Sainz de los Terreros afirmó que esta última red se “da por muerta”, pero sigue viva en otras geografías. “Cuenta con un público muy activo e interesado en aprender”.
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