El hundimiento de la ‘grandeur’: por qué fracasa el modelo francés
La crisis política agrava las fragilidades del país. El déficit público crónico se suma a un crecimiento anémico que no basta para financiar el sistema de protección social

La situación actual de la economía francesa la resumió en una frase hace unos días el gobernador del Banco de Francia, François Villeroy de Galhau: “Tradicionalmente Francia ha sido la locomotora de Europa. Hoy es el último vagón”. El país, segunda economía de la zona euro, tiene el crecimiento más frágil tras Alemania, una deuda galopante y uno lo de los déficits más elevados, que no consigue reconducir por las resistencias a acometer recortes. Francia es uno de los países con el gasto público más alto y desde hace 50 años los presupuestos son deficitarios, en parte porque tiene un sistema de protección social muy generoso que nadie quiere tocar.
Esta foto se ha visto empeorada por la incertidumbre política provocada después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, disolviera la Asamblea en julio de 2024 para celebrar elecciones legislativas anticipadas. Las urnas dejaron un parlamento fragmentado y sin mayorías. Desde entonces el país ha tenido cuatro primeros ministros, que han intentado sacar adelante presupuestos que contemplaban fuertes recortes para reducir el déficit. Todos han caído en el intento.
Como consecuencia del caos político, algunas agencias de rating han rebajado la calificación crediticia que otorgan a Francia. Esta valoración es la que mide la confianza en su capacidad para pagar su deuda sin problemas. En los últimos meses la prima de riesgo gala ha llegado a estar por encima de la de Italia o Grecia. Francia ha pagado más por financiarse en los mercados porque los inversores han considerado que Roma o Atenas eran más fiables que París.
Hay una clara pérdida de credibilidad. El país se ha metido en un círculo vicioso en el que la situación política agrava la situación económica y viceversa. “La situación es grave, más de lo que piensa mucha gente”, explica Xavier Ragot, presidente del Observatorio Francés de Coyuntura Económica (OFCE). “Todo parte de la crisis política, que genera incertidumbre y hay un problema de bloqueo, porque la gente quiere gestos políticos, no económicos. Es cierto que hay una preocupación cada vez mayor sobre la situación de las finanzas públicas y hasta los sindicatos lo reconocen, pero de cara a las elecciones presidenciales de 2027 todo el mundo hace su juego político y esto crea un horizonte a corto plazo que no es bueno para la economía”, dice. El OFCE calcula que la crisis política le costará a la economía 20.000 millones de euros entre 2025 y 2026, un 0,4% del PIB.
“Con un contexto político degradado y una economía debilitada, ahora es más bien España el motor de Europa”, ironiza Anthony Morlet-Lavidalie, economista y secretario general del think tank BSI Economics. Según las últimas previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la economía francesa crecerá este año un 0,6%, el segundo menor avance de los países que conforman la organización. España lo hará un 2,6% y para la zona euro la previsión es del 1,2%. El Banco de Francia aumenta en una décima, al 0,7%, la estimación para el país y el instituto de Estadística (Insee) la fija en el 0,8%.
“La situación económica no es catastrófica, hay dinamismo en la agricultura, se ha reactivado la construcción y la actividad es buena en el turismo y la industria aeronáutica. Hay menos crecimiento en parte porque el consumo, motor de la economía, es menos dinámico. Hay falta de confianza por la incertidumbre política. Los temores sobre el futuro son grandes”, explica Dorian Roucher, director del departamento de Estadística del Insee.
“La actividad resiste mejor que la moral”, coincide Olivier Garnier, director general de Estadística y Estudios Económicos del Banco de Francia. Revela que en las encuestas de coyuntura que realizan “la palabra que más se repite es la de incertidumbre. Esta pesa sobre la economía real aunque para 2026 y 2027 estaremos muy cerca de la media de crecimiento de la zona euro”, explica.
Apalancamiento
Una de las cosas que más inquieta es la deuda francesa, la tercera más elevada tras la de Grecia e Italia. Alcanza ya el 115,6% del Producto Interior Bruto, según el Insee. En junio ascendía a 3,4 billones de euros. En tres meses, ha crecido en 71.000 millones y en un año se ha agravado un 6%. El actual Gobierno prevé que alcance el 117% el año próximo.
Este problema de endeudamiento fue descrito hace unos meses por el ex primer ministro François Bayrou como la mayor amenaza para el país, “el Himalaya”. Llegó a comparar a Francia con Grecia durante la crisis financiera de 2009. “La comparación es exagerada, porque la situación de las finanzas públicas es mala, pero la estructura de la deuda es buena, muy valorada por los inversores americanos o japoneses, y es mucho más sólida que las de Italia, Grecia o España en aquellos años, que tenían un endeudamiento externo colosal”, analiza Victor Lequillerier, responsable de estudios económicos de BSI Economics.
La deuda aumenta porque desde hace 50 años todos los presupuestos han sido deficitarios y se ha creado “un efecto de una bola de nieve”, ilustra este experto. El déficit será del 5,4% del PIB este año, muy lejos del 3% que marca Bruselas como límite para la eurozona. En el último año, los ex primeros ministros Michel Barnier y François Bayrou han presentado presupuestos con importantes recortes para atajarlo. Ninguno lo consiguió. La idea de Bayrou de hacer recortes de 44.000 millones provocó manifestaciones en todo el país “contra la austeridad”, que recuerdan a las que vivieron los alumnos más desaventajados de Europa durante la crisis financiera de 2008 cuando tuvieron que hacer duros recortes: España, Grecia o Italia.
“Bayrou proponía congelar el gasto en 2026, pero esto es negativo porque el crecimiento es débil y lo que hay que hacer es enviar una señal de que esto no va a tener una repercusión en el avance de la economía. Con recortes de 15.000 o 20.000 millones hubiera sido suficiente para enviar una señal de que Francia hace esfuerzos presupuestarios que no se han hecho hasta ahora y a la vez das una señal de tranquilidad a las empresas”, opina Lequillerier.
El actual primer ministro, Sébastien Lecornu, ha presentado esta semana en la Asamblea el Presupuesto para 2026. Prevé reducir el déficit al 4,7% en 2026 para llegar al 3% en 2029. El plan tendrá que ser aprobado antes de finales de diciembre. La ley presupuestaria busca reducir el gasto público, que se come el 56,8% del PIB, en cuatro décimas el año próximo. “Para estabilizar la deuda habría que reducir el déficit en tres puntos, que supone unos 90.000 millones de euros, pero esto va a requerir entre seis y siete años, incluso 10. Pero mucha gente no ha tomado conciencia de ello y de lo que supone. Nunca se ha hecho un recorte semejante en Francia y es algo inédito”, explica Ragot.

El desajuste económico lo han agravado las últimas crisis. La de la covid, cuando Macron prometió que el Estado apoyaría “cueste lo que cueste” a las empresas y familias afectadas. Francia fue uno de los países más generosos en las ayudas. Luego llegó la crisis energética tras la invasión rusa de Ucrania y se aprobó un dispositivo para minimizar el impacto del aumento de los precios de la electricidad. La deuda en 2019 era del 99,4% del PIB, frente al 115% hoy.
“Todos estos dispositivos que se pusieron en marcha supusieron un gran gasto que luego ha costado mucho desactivar. En Francia esto es un problema, porque las ayudas que se aprueban luego se prolongan en el tiempo y es difícil dar marcha atrás. Esto cuesta caro”, analiza Anthony Morlet-Lavidalie, economista y secretario general de BSI Economics.
Impuestos
Para Xavier Ragot, del OFCE, sólo hay dos formas de equilibrar las finanzas “Sin hacer reformas más radicales”: reducir el gasto y subir los impuestos. La caída de ingresos del Estado agrava el desequilibrio y se explica en parte porque cuando Emmanuel Macron llegó al poder en 2017 prometió que no subiría los impuestos y aprobó rebajas para las empresas con el objetivo de incentivar el empleo y el crecimiento. “Hay algunas exenciones a los hogares y empresas que no han generado una mayor actividad suplementaria ni crecimiento y que han aumentado el déficit”, dice Ragot.
La izquierda francesa defendía crear un impuesto sobre la fortuna para compensar, pero “esta idea cambia poco la realidad económica y es poco hábil”, opina Lequilleirer. “Hay rebajas de impuestos que estaban bien, como las cotizaciones patronales, que permiten ganar en competitividad, pero en Francia hay poco margen para subidas porque ya es uno de los países con más presión fiscal, así que el efecto en la economía es más negativo cuando subes impuestos que cuando los bajas”, añade.
Sostenibilidad
Para muchos economistas parte del problema está en que el modelo social francés actual ya no es sostenible. Es de los países con mayor gasto público, tras Finlandia. “En el caso de las pensiones, por ejemplo, desembolsa un 14% más que el resto. Los franceses no son conscientes de ello y se niegan a hacer recortes. No queremos ver la realidad de las finanzas públicas y no queremos hacer los esfuerzos que otros países han hecho ya en este sentido”, dice Anthony Morlet.
Más allá de los Presupuestos del año próximo, según Lequireiller, “hay que hacer una verdadera reestructuración y esto no se puede hacer de un día para otro. Hay que ir partida por partida, valorar qué gastos están sobrevalorados o mal calibrados y esto es un proceso largo porque hay que hacer mucho trabajo estadístico”.
Para tratar de lograr una mínima estabilidad política y no ser censurado por el Parlamento, Sébastien Lecornu ha hecho esta semana una concesión a los grupos de izquierda: suspender la reforma de las pensiones, que retrasaba la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. La ley se aprobó en la primavera de 2023 con la oposición de la mayoría del arco político y tras meses de violentas manifestaciones en la calle. Era la reforma clave de este segundo mandato de Emmanuel Macron. La izquierda francesa exigía su retirada como condición para no censurar a Lecornu en el Parlamento framcçes. Este ha accedido y se suspenderá hasta las elecciones presidenciales, que tendrán lugar en 2027, para poder salir del bloqueo político actual.
“Francia hoy se enfrenta a varias amenazas: hay un riesgo económico, a fuerza de tener un modelo insostenible y que penaliza el crecimiento. Está el riesgo político de que Francia, motor económico de Europa, deje de ser creíble fuera, y está el riesgo financiero si los mercados aumentan los tipos de interés que piden por comprar deuda del país. Este no es un riesgo inmediato, pero si se prolonga habrá una crisis de deuda”, dice Anthony Morlet, de BSI Economics.
Ahorro
Esta inestabilidad política que vive el país desde hace un año ha hecho que los inversores se impacienten, las empresas retrasen sus inversiones y los hogares se agarren el bolsillo. El ahorro se sitúa en niveles de la pandemia, cuando la gente tenía limitado el consumo, pero por obligación. La tasa es del 18,9%, la más alta de la zona euro. “Es la especificidad de la economía francesa, que el ahorro se dispara en situaciones de crisis. Aunque en este caso hay una brecha entre la percepción de los hogares de la realidad y la situación real, que no es tan grave”, dice Dorian Roucher, del Insee.
Según Olivier Garnier, del Banco de Francia, “el previsible ajuste presupuestario tiene un efecto restrictivo sobre la demanda, pero será compensado cuando la incertidumbre se reduzca. Hay un ahorro de precaución, sobre todo ante una posible subida de impuestos”. El Insee prevé un aumento del consumo este año del 0,4%, un avance tímido si se tiene en cuenta que “los salarios han aumentado más rápido, la inflación se ha moderado al 1,1% y eso ha dado más poder adquisitivo a los hogares”, explica Garnier.
Por su parte, Lequillerier advierte de que el bloqueo político ha llevado a una parálisis y “las empresas están retrasando sus inversiones y las contrataciones”. “Por eso, lo más importante es validar un nuevo Presupuesto para 2026. Es la única manera de tranquilizar a los mercados y enviar una señal de que la situación no se va a degradar más”, analiza.
Fortalezas
A pesar de los mensajes alarmistas que se han pronunciado por parte de la clase política de los últimos meses, los expertos tratan de apaciguar los ánimos, argumentando que el problema de Francia tiene mucho de coyuntural, pues se ha visto agravado por el caos político. La economía francesa “es resiliente, diversificada y con empresas internacionales y un sector bancario sólido”, dice Olivier Garnier.
La balanza de pagos “está casi equilibrada” (no se importa más de lo que se exporta) y Francia tiene menos dependencia a la financiación externa que otros países, en concreto a las exportaciones a EE UU, así que está “algo menos expuesta” a los vaivenes arancelarios impuestos por el presidente Donald Trump. “Es una economía diversificada y menos dependiente del exterior que la de Italia o Alemania por ejemplo”, apunta Garnier. Las exportaciones a EE UU suponen el 1,7% del PIB cuando en Alemania alcanzan el 3%.
Coinciden en que Francia ha hecho buenos progresos desde 2019 en materia de empleo. Ha ganado un millón de puestos a pesar de la crisis de la covid y la de Ucrania. La tasa de paro se sitúa en el 7,5%, frente al 10% en 2019. “La economía no está en su mejor momento, pero tenemos maneras de reconducirla y el PIB per cápita es mayor”, coincide Xavier Ragot.
La urgencia para la economía francesa, coinciden los expertos, es lograr aprobar los Presupuestos de 2026, para enviar así una señal de confianza a inversores, empresas y hogares. Las cuentas públicas de este año no salieron adelante y se aprobó una ley especial para reconducir los del ejercicio precedente, pero “eso es muy malo, es el peor escenario porque un presupuesto hay que adaptarlo a la situación actual”, indica Lequilleirer. El calendario apremia porque tienen que estar aprobados antes de final de año. “Cuanto más se tarde en resolver la crisis política, más se agravará la situación” y más difícil lo tendrá el país para salir del círculo vicioso en el que lleva más de un año.

Un parche para taponar una gran vía de agua
El Gobierno francés ha conseguido presentar dentro de plazo los Presupuestos para el año que viene, que tendrán que ser debatidos en la Asamblea en las próximas semanas para ser aprobados como tarde el 31 de diciembre. Los economistas coinciden en que este es el primer paso para devolver cierta estabilidad al país, aunque la tramitación será complicada por la división que hay en la Asamblea.
El proyecto presentado por el primer ministro, Sébastien Lecornu, contempla reducir el gasto público en 17.000 millones de euros y aumentar los ingresos en otros 14.000 millones con el objetivo de reducir el déficit en 30.000 millones, del 5,4% del PIB al 4,7% en 2026. Un objetivo que el Alto Consejo de Finanzas Públicas, organismo independiente que se encarga de evaluar el texto, considera “demasiado optimista” y con algunas medidas “poco creíbles”.
Algunos expertos coinciden en que estas cuentas, si es que consiguen aprobarse, son un parche, pues el país necesita hacer reformas más profundas para reducir su elevado endeudamiento. “No es un trabajo que se pueda hacer a corto plazo”, explica Xavier Ragot, presidente del Observatorio Francés de Coyuntura Económica (OFCE). El experto anticipa ya la oposición a cualquier tipo de ajuste pues “es algo que no se ha hecho en décadas”.
La muestra de las resistencias en el país a hacer reformas de calado es el anuncio de la suspensión de la ley de las pensiones de 2023, que retrasaba la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. Era la reforma clave de este segundo mandato de Emmanuel Macron, pero el primer ministro ha accedido a suspenderla hasta las presidenciales de 2027. El Partido Socialista pedía su retirada como condición para no censurarle en la Asamblea esta semana.
“Francia tiene que hacer algunas reformas que ya han hecho otros países europeos y si no se ejecutan la situación empeorará. La de las pensiones era una de ellas porque el sistema no está adaptado a la realidad del envejecimiento de la población, con menos empleo y más gasto”, lamenta Victor Lequillerier, economista en el think tank BSI Economics.
“Hay una desigualdad en la distribución de la riqueza cuando los jubilados más adinerados son financiados por los trabajadores más precarios y esto hay que recalibrarlo”, añade el experto, que pone como ejemplo el modelo de países como Dinamarca o Suecia, que indexan las pensiones en función de la esperanza de vida o a los ingresos.
“Al suspender la reforma de las pensiones se le da la espalda a la realidad”, coincide el economista Anthony Morlet-Lavidalie, secretario general de BSI Economics. Sébastien Lecornu ha cifrado en 400 millones el coste que tendrá para el Estado su suspensión este año y serán 1.800 millones en 2026.
La idea de una cura de austeridad presupuestaria, que se suspendan ayudas o se obligue a trabajar más tiene siempre respuesta en las calles, como se vio en las masivas protestas de 2023 contra la citada ley. El plan de ajuste de 44.000 millones del ex primer ministro François Bayrou provocó también manifestaciones en todo el país en las últimas semanas, incluso tras su dimisión.
“Hay un rechazo general en toda la sociedad al cambio porque se ha creado un falso relato que dice que Francia no necesita hacer las reformas que otros países sí han han hecho. Los franceses creen que están exentos y hay muchos problemas para que tomen conciencia de que no es así y de que es urgente hacerlo”, dice Morlet-Lavidalie.
Entre las que se consideran prioritarias está la reducción del gasto público y revisar la fiscalidad para que no penalice el crecimiento. Francia es, además, uno de los países con más funcionarios: 5,8 millones, el 20% del empleo total. “Hay ayudas que son desproporcionadas y nichos fiscales que están mal calibrados, que no tienen impacto en la economía y pueden eliminarse. Se trata de revisar todas las ineficacias para ver si hay margen a nivel de ingresos”, dice Lequillerier.
Los presupuestos de Lecornu contemplan suprimir 23 nichos fiscales de los más de 400 que hay ahora. Ejemplo de esa ineficacia de algunos es el que permite a los ganadores de un Premio Nobel no pagar impuestos por la remuneración que reciben.
Morlet-Lavidalie cree que hay una visión cortoplacista en la sociedad francesa que impide ver el lado positivo del cambio: “Países como España, Grecia o Portugal hicieron reformas en su día que fueron muy difíciles y que la gente rechazó, pero han restaurado la competitividad y hoy se benefician de ello. En Francia cuesta ver que los cambios que hagamos hoy pueden dar sus frutos mañana”.
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