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El sector alimentario vive un cambio constante

EL PAÍS y Vicky Foods organizaron un desayuno en el que diversos expertos analizaron el presente y el futuro de la industria

Vídeo del encuentro.
Óscar Granados

En un escenario de constante cambio, la industria alimentaria no se detiene. La evolución de las empresas de este ramo —que en Europa tiene una cifra de negocio de más de 1,1 billones de euros y que se ha consolidado como la principal actividad del sector manufacturero— se ha visto acelerada por una mayor innovación, una regulación ambiental cada vez más exigente, una digitalización feroz, movimientos en el mapa geopolítico y una mayor diversidad en los gustos de los usuarios. La velocidad de transformación ha llevado a este pilar de la economía a ser un laboratorio de innovación en el que se testea la revolución 4.0. El escenario, sin embargo, es como un juego de ajedrez en el que a cada paso se redefinen las reglas.

“El entorno geopolítico cambia constantemente”, destacó Rafael Juan, consejero delegado de Vicky Foods, en un desayuno organizado por esta empresa y EL PAÍS. “Desde la pandemia hasta ahora nadie podía imaginar lo que nos iba a suceder”, dijo el directivo en el encuentro celebrado el miércoles pasado en las instalaciones de este periódico. La empresa dedicada a la producción y distribución de alimentos ha sentido en carne propia todos los vaivenes desde que estalló la crisis sanitaria. “Pasamos de fabricar pan sin parar a sortear las huelgas de transporte y las tensiones en el Mar Rojo. Cuando un cisne negro [un suceso inesperado] acaba de terminar, a la vuelta de la esquina venía otro”, destacó el directivo de la compañía con sede el Valencia, cuya facturación ha crecido más de un 40% y se ha duplicado desde 2019 a pesar de todas las disrupciones.

En estos años, no solo han crecido las cuentas de la empresa. Geográficamente se ha extendido con plantas en Argelia y Francia. Y uno de los grandes desafíos a los que se ha enfrentado, al igual que toda la industria, ha sido a los cambios regulatorios en materia de protección medioambiental. “Somos, sin duda, uno de los que mayor impacto ambiental genera”, argumentó Juan. Así que reducir su huella de carbono a cero emisiones es un objetivo que ha llevado a la firma a buscar soluciones, como invertir en la ampliación de sus sistemas de energía procedente de fuentes renovables o utilizar cajas de cartón certificadas FSC (Forest Stewardship Council). También se ha lanzado a la recuperación de la corteza del pan y otras mermas que alimentan incluso a sus propias aves ponedoras; o a la sustitución de mandriles de cartón por plástico en las bobinas de la fábrica de envases, que pueden volver a ser utilizados. “La regulación avanza en la dirección correcta, pero tenemos que anticiparnos”, señaló Juan.

La sostenibilidad es ese equilibro entre lo social, lo ambiental y lo económico. Si uno falla el sistema se rompe. No obstante, en Europa se han dado pasos y algunos miembros del sector se cuestionan si la región ha perdido competitividad en el camino, perdiendo terreno frente a otros territorios. “Apoyamos la regulación europea, pero el timing es clave”, sostuvo Yolanda Fernández, directora de responsabilidad social corporativa de Alcampo. La directiva de la cadena de supermercados señaló que a largo plazo, con las nuevas orientaciones en temas de sostenibilidad, se incrementará la competitividad, ya que el futuro se concibe cada vez más verde. Sin embargo, las diversas normativas podrían asfixiar a corto plazo a algunas empresas en un mercado globalizado como el actual.

De izquierda a derecha: Manel Romero, presidente y director general de Condis; Yolanda Fernández, directora de RSC, Comunicación y relaciones externas de Alcampo; Rafael Juan, consejero delegado de Vicky Foods y César Vargas, director general de Negocios de Pascual.

La representante de Alcampo defendió, sin embargo, tres ejes principales en su estrategia: economía circular, lucha contra el cambio climático y preservación de la biodiversidad. “Hemos tenido avances significativos. Actualmente, tenemos 46 centros de residuo cero, lo que significa que ningún desecho va a vertedero”, añadió la directiva. En biodiversidad, el 80% de su producto fresco tiene trazabilidad completa. Identifican donde están los riesgos y trasladan esa información al consumidor que, en este caso, según las encuestas hechas por la misma empresa, está dispuesto a pagar entre un 5% y un 10% más por productos más sostenibles. “Estamos jugando un match ball [pelota de partido] en este entorno volátil con temas como la digitalización, la logística, la regulación…”, añadió César Vargas, director general de Pascual. Perder uno significa quedar fuera. “El riesgo no es la derrota, sino perder el norte”, agregó el directivo de esta multinacional de origen familiar. “Nuestro diferencial es claro: nacimos con un propósito de dar lo mejor a través de la alimentación y a él volvemos cuando las crisis nos sacuden”, indicó.

Un deber ético

Así que bajo este panorama, dijo Vargas, la sostenibilidad es un deber ético. “Desde 2015, redujimos un 30% el consumo agua y energía, y usamos envases 100% reciclables para nuestras aguas Bezoya y para la leche. Esto no tiene un retorno inmediato, pero creemos en su impacto a largo plazo”, abundó. La normativa, expuso, es necesaria, pero su volumen es inmanejable sobre todo para las pequeñas y medianas empresas del sector. “Competimos con países sin estas exigencias y eso nos debilita. Si no se racionaliza, el tsunami legislativo ahogará a la industria local”, advirtió. Por su parte, Manel Romero, presidente y director general de Contis, cuestionó la disposición real del consumidor a pagar hasta un 10% más por productos sostenibles.

“El acto de compra se ha convertido en una pesadilla. El cliente prioriza la comodidad sobre sus valores”, argumentó. La industria, agregó Romero, tiene que hacer un mayor esfuerzo para dar al usuario alternativas más responsables, pero de igual forma el comprador tiene que ser consciente de lo que demanda. “España es un gran productor de naranjas, pero incluso así, la cosecha local solo cubre ocho o nueve meses al año, el resto dependemos de importaciones, a veces de países como Sudáfrica”, aseveró. Y allí surge la paradoja: “¿Cómo le explicamos al cliente que en diciembre no hay ciertas frutas que demanda?”. La realidad es tozuda, afirmó el experto, pues se exige disponibilidad todas las temporadas y si no se ofrece algún producto, se buscará en otra parte. “El mercado lo define el consumidor”, concluyó.


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Sobre la firma

Óscar Granados
Es periodista. Estudió Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón (México) y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Colaborador habitual del suplemento Negocios.
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