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La difícil tarea de vender una casa donde hubo un crimen

Estas viviendas se convierten en lugares malditos. Los compradores las descartan o fuerzan descuentos muy por debajo del precio de mercado

Vender casas
Vivienda donde se produjo el asesinato de Asunta Basterra situada en el municipio de Teo, en una imagen de 2020.XOÁN REY (EFE)

Si está a punto de comprar una vivienda puede que le interese saber si en su interior se ha cometido un crimen o suceso trágico. Pues sepa que en España no existe ninguna ley que obligue al propietario a revelarlo. Aun así, el mercado castiga estos escenarios malditos, que tardan en ser vendidos y sufren una merma en el precio de entre un 15% y un 50%, según cuentan los analistas inmobiliarios.

Eso en el mejor de los casos, porque cuando se trata de episodios muy trágicos y mediáticos resulta imposible cerrar la operación. Así ha ocurrido con el chalé en Teo (A Coruña), propiedad de Rosario Porto y donde se asfixió a su hija Asunta Basterra. Valorado en un millón de euros, esta propiedad tiene cinco dormitorios, cinco baños y una parcela de 10.000 metros cuadrados. Tras 11 años vacío, un okupa y un incendio, ha perdido valor. “Han llegado a ofrecer 30.000 euros”, detalla José Luis Gutiérrez Aranguren, exabogado de Rosario Porto, que se quitó la vida en la cárcel en 2020. El letrado califica esta oferta de “insultante” y reconoce otras “también muy a la baja”.

Bruno Hernández Vega mató a su tía y a otra mujer y las trituró en un adosado en Majadahonda (Madrid) con una picadora de carne industrial. La venta del adosado del descuartizador ha tenido que esperar nada menos que 10 años. Es el tiempo que establece el Código Civil, en su artículo 193, para declarar fallecida a una persona cuyo cuerpo no ha sido encontrado. La vivienda, de tres plantas y 130 metros cuadrados, completamente reformada, se ha vendido por 290.000 euros y se ha alquilado en 1.200. En el municipio, según Idealista, se piden unos 3.863 euros por metro cuadrado que otorgarían a la vivienda un valor de mercado de más de medio millón.

Igualmente, aunque por razón diferente, el piso situado en la Plaza de Felipe II (Madrid) no pudo encontrar propietario hasta tres años después ocurrir un horrible asesinato. Un joven disfrazado de fontanero, hijo de los propietarios, asesinó en 2003 a la madre e hirió a la hermana y al padre.

Amaya Fernández, la experta inmobiliaria que gestionó su venta, explica el motivo: “Antes de vender hubo que desheredar, un proceso bastante complejo. Tras el juicio y, con sentencia condenatoria, se le pudo privar de la legítima”. En cuanto a su valor, Fernández señala que, “aunque se pagó a precio de mercado (1,5 millones de euros), se podía haber pedido mucho más por aquel espléndido ático de 200 metros cuadrados”.

Las viviendas son escenarios habituales de estos crímenes. De los más de 300 homicidios y asesinatos consumados al año en España, según el portal estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior, el 23% ocurren en el domicilio de la víctima y el 21% en la casa familiar. Así lo revela el informe Muerte y delito: Estudio integral e interdisciplinar de los asesinatos y homicidios cometidos y enjuiciados en España.

A la dificultad de vender una propiedad con un pasado de tal envergadura, se suma el dilema de informar al respecto. “No hay obligación jurídica porque no es una condición que afecte al contrato ni a las condiciones de la finca”, apunta Alejandro Fuenteslogo, experto en Derecho inmobiliario. Con una salvedad: “Si el comprador manifiesta en el contrato tal exigencia, sí habría obligación de revelarlo”.

Para la propietaria de A6-60 Inmobiliaria, Marta Horcajada, “ocultarlo pone en riesgo la confianza y la reputación de tu empresa”. Por este motivo informó a su cliente de los hechos que sucedieron en una vivienda que estaba a punto de alquilar en un pueblo de Segovia. “Fui con la verdad por delante y la alquilé en una semana”. El anterior inquilino estaba construyendo un búnker en el momento de ser detenido en esa casa en la que retuvo durante cinco días a una niña con la que contactó por internet. “Se lo conté y decidió seguir con la visita; daba escalofríos el zulo”. La agente inmobiliaria reconoce que rebajó el precio.

Vender estas viviendas se complica aún más cuando el crimen salta a los medios de comunicación y se vuelve mediático. Es entonces cuando los profesionales inmobiliarios ponen a prueba su oficio. Es lo que hizo Ana Minaya, agente de Re/Max. “Ante la magnitud del crimen cometido en la calle Barcelona, en Madrid, la única vía era recurrir a un proceso de home staging que lo transformó en un piso nuevo y recién decorado, que vendí en 20 días”. Minaya relata que los propietarios la llamaron porque “no había manera de vender aquella casa”. En ella había sido estrangulada y quemada, en junio de 2014, una joven estudiante danesa a manos de un trabajador belga de la empresa arrendataria. Según la agente, el propietario contrató un servicio de limpieza energética. Algo que Cristina Álvarez, directora de Ahava Terapias, califica de “habitual” en las viviendas donde, además de asesinatos, ha habido suicidios o se han vivido sucesos extraños. “Muchos clientes con viviendas en el centro o construidas sobre antiguos hospitales, casas cuna o manicomios refieren ruidos, movimientos de mobiliario o presencias”, indica. Destaca entre sus terapias “el péndulo hebreo, una herramienta holística a cuyas letras se le atribuyen poderes sanatorios”. La realiza presencial o sobre plano y su importe no supera los 100 euros. “El trabajo finaliza con inciensos, sahumerios, ruda y con palo santo”.

Los hermanos Menéndez

En Estados Unidos, donde se cometieron 19.796 asesinatos en 2023, tampoco hay una ley que inste a informar de sucesos de este tipo, a pesar de que existe la creencia de que sí. Sin embargo, el portal Died in House ofrece al comprador de una vivienda la posibilidad de saber si se han producido este tipo de muertes en propiedades específicas. Con solo introducir la dirección del inmueble, la plataforma facilita la información. Es lo que pasará al teclear el 722 de North Elm Drive, en Beverly Hills, donde se encuentra la lujosa mansión en la que los hermanos Menéndez asesinaron a sus padres, José y Kitty Menéndez. El crimen ha rebajado su valor desde los 20 millones de dólares que se pedían hasta los 17 millones, según el portal Realtor.com, por los que ha sido adquirida, coincidiendo con el estreno de la serie de Netflix, Monstruos, inspirada en los hechos.

Del mismo modo, infinidad de documentales y películas han recogido uno de los crímenes más escabrosos de la reciente historia norteamericana: el asesinato de la actriz estadounidense Sharon Tate, de 26 años, embarazada de ocho meses, en su casa de Beverly Hills en 1969. El inmueble, donde los seguidores de la secta de Charles Mason acabaron con la vida de la esposa del cineasta Roman Polanski y de otras cuatro personas, fue demolido años después ante la imposibilidad de encontrar comprador. Sobre ese terreno se construyó una nueva mansión que adquirió en 2007 por siete millones de dólares (6,7 millones de euros) el creador de series como Padres Forzosos, Jeff Franklin. El productor ha optado por alquilarla al precio de 225.000 dólares mensuales (215.000 euros), según el portal de noticias estadounidense TMZ.



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