Activos intangibles y crecimiento económico
Aspectos como las patentes, las bases de datos, la imagen de marca y el software son esenciales para la innovación
El crecimiento basado en el conocimiento y la tecnología del que disfrutan las economías más avanzadas depende mucho de los activos intangibles de que disponen. Y ello porque fomentan la innovación, la productividad y la competitividad. Los intangibles, como la I+D, las patentes, la imagen de marca, las bases de datos y el software, son esenciales para la innovación. Los relacionados con el capital humano, como la formación de los trabajadores por la empresa y el capital gerencial, permiten que las compañías utilicen mejor los recursos de que disponen aumentando la productividad.
La economía de la empresa lleva tiempo dedicando esfuerzos al estudio de los activos intangibles, pero su protagonismo actual se debe fundamentalmente al crecimiento imparable de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). No ha sido un recorrido fácil. Hasta comienzos del siglo XXI no se reconoció que el gasto en software y bases de datos debía ser tratado por la Contabilidad Nacional como inversión —al igual que las máquinas— y no como consumos intermedios, y tuvo que pasar una década más para que el gasto en I+D fuera reconocido también como inversión.
Los activos intangibles disfrutan de algunas propiedades que le son propias, como la escalabilidad, que conduce a resultados tipo “el ganador se lo lleva todo”; su mayor riesgo, y por tanto, mayor dificultad de obtener financiación al no ofrecer garantías reales; su mayor resiliencia frente a las crisis, al experimentar en las recesiones caídas menores que el PIB o la inversión tangible. Pero seguramente la más interesante es que la inversión en TIC ofrece mejores resultados cuando se combina con determinados intangibles. Esta propiedad de complementariedad hace que sus efectos sobre la productividad y el crecimiento se refuercen mutuamente.
La Fundación Cotec y el Ivie han publicado la cuarta edición del informe La economía intangible en España, que ofrece un análisis para el periodo 1995-2023 de la posición de España en el contexto internacional; la evolución y distribución por comunidades autónomas, y las diferencias entre sectores.
Respecto a la primera, los resultados son contundentes. España ocupa una posición muy rezagada en inversión en intangibles: la novena del grupo de 10 países para los que se dispone de información, adelantando a Italia que, en 2023, pasa a ocupar la última posición. Mientras en EE UU, Francia, el Reino Unido, Países Bajos, Suecia y Finlandia la inversión en intangibles supera a la tangible en España, en Portugal e Italia ocurre lo contrario. Esto tiene consecuencias negativas en el crecimiento de la productividad al existir una estrecha relación positiva entre la inversión en intangibles, y el crecimiento de esta, los salarios, el empleo de calidad y la sostenibilidad del Estado de bienestar. La buena noticia es que el crecimiento tras la pandemia ha sido intenso (6,8%), superando a Alemania (-0,7%), Francia (2,8%), el Reino Unido (-1,3%) e incluso EE UU (3,8%). Aún es pronto para confirmar si esta tendencia se consolida en el tiempo.
Lo que sí se consolidan son las diferencias autonómicas. Madrid es la única región en la que la inversión intangible supera a la tangible (no residencial). Sin embargo, es clara la apuesta que todas las regiones, con mayor o menor intensidad, han hecho por los activos intangibles, ya que su peso ha aumentado en todas, especialmente en la etapa pospandemia. Pese a ello, las diferencias interregionales se han ampliado: Madrid sigue siendo la líder indiscutible, mientras el País Vasco, Navarra y Cataluña se han estancado. De las restantes, solo la Comunidad Valenciana, islas Baleares y Murcia han recortado distancias en el periodo 1995-2023.
Por sectores, los servicios avanzados son el único agregado en el que la inversión intangible tenía en 2023 un peso superior al 50% en la inversión total. En el resto, así como en la media de la economía, esta sigue suponiendo menos del 50%: construcción (47,4%) y servicios tradicionales e industria (en torno al 30%), mientras los servicios públicos tienen un peso muy inferior (19,5%). Estos datos, especialmente el último, debería de ser motivo de reflexión pues compromete el crecimiento inteligente de España.
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