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Donald Trump
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por qué incluso los más fervientes partidarios de Trump deben temer su segundo mandato

En un artículo publicado un día antes de las elecciones presidenciales, Krugman ya daba por descontada la victoria del republicano y advertía de que nadie puede estar a salvo de sus políticas

Partidarios de Trump en un acto del Partido Republicano en Colorado, el pasado 11 de octubre.
Partidarios de Trump en un acto del Partido Republicano en Colorado, el pasado 11 de octubre.Isaiah J. Downing (REUTERS)
Paul Krugman

No sé quién ganará las elecciones presidenciales. Nadie lo sabe. Pero es evidente que hay muchas posibilidades de que Donald Trump vuelva al poder. Me preocupa nuestro país y me preocupa cómo será mi propia vida con un segundo mandato de Trump. Y a ustedes también debería preocuparles.

El primer mandato de Trump, en el que nuestra democracia se mantuvo bastante intacta, es un mal ejemplo de lo que ocurrirá si consigue un segundo. Las barreras que le contuvieron la última vez han desaparecido. Si recupera el poder, estas podrían ser fácilmente las últimas elecciones más o menos libres y justas de Estados Unidos en mucho tiempo.

¿Entonces qué? Algunos han insinuado que podríamos estar abocados a una “autocracia blanda” como la de la Hungría de Viktor Orban, en la que el partido gobernante tiene el poder asegurado gracias a la manipulación de las elecciones, el control de los tribunales y el amordazamiento de los medios de comunicación, más que mediante la represión violenta.

Ojalá tuviéramos tanta suerte.

Hay muchas razones para pensar que Trump y sus partidarios más fervientes están ansiosos por utilizar la violencia contra sus adversarios: hace casi cuatro años, una turba violenta atacó el Capitolio de Estados Unidos e intentó anular los resultados de las últimas elecciones presidenciales. Más recientemente, Trump, que ha calificado a sus adversarios políticos de “alimañas”, sugirió emplear el Ejército contra “el enemigo desde dentro”. La semana pasada criticó las opiniones de línea dura de Liz Cheney —que ha apoyado a Kamala Harris— y luego fantaseó: “Pongámosla ahí con un rifle” y veamos cómo se siente “cuando las armas apunten a su cara”. El domingo, en uno de sus mítines, declaró que si alguien intentara darle “tendría que disparar a través de las noticias falsas y eso no me importa tanto”.

También es importante ser conscientes de que Trump no necesita emplear al Ejército contra los ciudadanos estadounidenses para crear un clima de miedo y represión. Todo lo que tendría que hacer es conceder tácitamente permiso a los muchos extremistas que hay entre sus partidarios para que se pongan en plan justiciero.

Aun así, a lo mejor se imaginan que, aunque Estados Unidos “vuelva a ser grande otra vez”, ustedes personalmente no estarán en peligro. Si lo creen así, quizás tengan que pensárselo dos veces.

Al final, dará igual que no vivan ilegalmente en Estados Unidos o sean puertorriqueños o demócratas declarados.

¿Trabajan en un medio de comunicación? A menos que su medio haya sido un animador a ultranza de Trump y de su agenda, se les considerará “enemigos del pueblo”. Y más vale que la aclamación haya sido sonora; Trump ha llegado a acusar a Fox News de ser “débil y blanda con los demócratas”.

¿Trabajan en una agencia estadística del Gobierno? Las afirmaciones falsas de que los números que no les gustan a los MAGA, los del “haz que Estados Unidos vuelva a ser grande”, son fraudulentos son ahora una práctica republicana estándar. Si, como dan a entender los sondeos de economistas, las políticas de Trump resultan altamente inflacionistas, no me sorprendería en absoluto que hubiera una purga en la Oficina de Estadísticas Laborales, para expulsar a los funcionarios profesionales y sustituirlos por otros leales al presidente que producirán números más favorables.

¿Son bibliotecarios? No hace falta conjeturar: muchos bibliotecarios, antes miembros universalmente queridos por sus comunidades, ya se han enfrentado al acoso y las amenazas de los derechistas que quieren prohibir los libros que no les gustan. No les sorprenda que la situación empeore cuando Trump asuma el poder.

¿Son médicos? Ahora que Trump dice que dará a Robert Kennedy hijo un papel clave en la política sanitaria —ha dicho que va “a dejar que se vuelva loco con la sanidad”—, puede que en algún momento corran peligro si, por ejemplo, administran vacunas o dan a los pacientes consejos basados en la mejor ciencia médica.

¿Son empresarios que intentan mantenerse al margen de la política? Aunque me equivoque al suponer que Trump será peor que Orban, tengan en cuenta que los compinches capitalistas vinculados al partido gobernante se han hecho con el control de gran parte de la economía húngara.

¿Son multimillonarios? Puede que piensen que su riqueza les protegerá. Pero, de hecho, les convierte en un objetivo, y además fácil, dependiendo de la magnitud de sus intereses empresariales. Algunos de los ultrarricos parecen estar dándose cuenta de ello; mi sensación es que al menos algunos han pasado directamente de la codicia (Trump reducirá mis impuestos) al miedo (mejor no criticarle, o podría tomar represalias).

Por último, ¿son partidarios de toda la vida de Trump? Los movimientos radicales que llegan el poder suelen acabar comiéndose a los suyos. A veces es porque no eran lo suficientemente radicales, como John Kelly, que fue uno de los secretarios de Seguridad Nacional de Trump y uno de sus jefes de gabinete en la Casa Blanca, pero que ahora describe a Trump como “un autoritario” que “sin duda entra dentro de la definición general de fascista”. Sin embargo, otras veces los expartidarios acaban castigados simplemente porque estaban en el bando equivocado de una lucha interna por el poder.

En resumen, Estados Unidos podría estar a punto de convertirse en un lugar muy sombrío. Y los que suponen que sus vidas seguirán como antes, sin verse afectadas en lo esencial por el miedo y el caos potenciales, cometen un grave error.

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