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Cooperativas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aires renovados para el cooperativismo

Este modelo de organización es el espejo en el que se miran aquellos que hablan de democracia empresarial

Grupo Mondragon
Un trabajador de Copreci (del grupo Mondragón).Jorge Sanchez Panizo

Las empresas cooperativas han desempeñado desde siempre un papel central en el desarrollo económico y social. Si uno cierra los ojos y piensa en cooperativas, la imagen que viene rápidamente a la cabeza es la del Grupo Mondragón, cuna del cooperativismo vasco y séptimo grupo empresarial en España. Pero no es un caso aislado, las empresas cooperativas están presentes en todos los ámbitos de actividad. En territorios como Euskadi su contribución al desarrollo económico supone el 6% del PIB, en el caso de la industria, esta cifra alcanza el 11%. Una contribución significativa para un modelo empresarial que coloca la vida en el centro —frente a la lógica capitalista del beneficio— y que prima la democracia, la igualdad, la participación y la ayuda mutua.

A nadie se le escapa que vivimos tiempos convulsos y acelerados; tiempos de transformaciones que nos marcan un mundo nuevo que requiere de respuestas y soluciones por parte de administraciones, universidades, empresas y sociedad civil. Día a día observamos cómo las cuestiones que se relacionan con el bienestar y la prosperidad de la sociedad son cada vez más complejas en términos de tamaño, intensidad y conectividad, afectando cada vez a más lugares y personas al mismo tiempo.

El contexto global es cambiante. Hemos pasado de una sociedad marcada por la globalización a un mundo definido por la interdependencia: la pandemia, la guerra de Ucrania y nuestra dependencia energética, las consecuencias de la guerra comercial entre EE UU y China en una batalla por la primacía tecnológica, las crisis en las cadenas de suministro, la necesaria autonomía estratégica y la necesidad de una Europa más competitiva en el mercado global, o el impacto de la guerra de Gaza y el nuevo orden mundial que se configura con un terrible coste humanitario para población civil, son una muestra de nuestra interdependencia y vulnerabi­­lidad.

Aceptar e interiorizar que vivimos en sociedades interdependientes nos muestra nuestra fragilidad, pero también nos abre múltiples posibilidades de colaboración, de asociaciones y alianzas ricas, con una profundidad y trascendencia que aumentan por la contribución, aprendizaje y desarrollo de ideas y propuestas compartidas. Esta nueva realidad nos hace cada vez más conscientes de que los grandes retos globales suponen, a su vez, desafíos locales a los que tenemos que dar respuesta.

En este sentido, y ante las grandes transformaciones que estamos viviendo, las características propias del modelo cooperativo, tales como participativo, solidario, inclusivo y arraigado en el territorio, están permitiendo a las empresas cooperativas identificar de manera ágil las necesidades de cambio a las que se enfrentan los múltiples sectores en los que trabajan. El modelo de empresa cooperativa es el espejo en el que se miran aquellos que hablan de democracia empresarial y de impulsar otros modelos donde prima el compromiso con el entorno y donde trabajadores y trabajadoras participan en la toma de decisiones.

Las empresas cooperativas no son un actor nuevo, pero los poderes públicos son cada vez más conscientes de que por el conocimiento que tienen del entorno en el que operan son un compañero de viaje no solo necesario, sino imprescindible en la gobernanza de los asuntos públicos.

En Euskadi, la recién aprobada Ley Vasca de Empleo ha supuesto un hito en este sentido al reconocer el derecho de las empresas cooperativas a participar en la definición de las políticas activas de empleo, garantizando su presencia en el Consejo de Administración de Servicio Vasco de Empleo. Un hecho que marca un nuevo tiempo para la definición de los espacios de concertación y diálogo social, donde las empresas mercantiles ya no ostentan el monopolio de la representación empresarial y pasan a compartir ese espacio con otros modelos de empresa. Reflejo de la diversidad que caracteriza a las sociedades actuales.

En este reconocimiento del valor diferencial que aportan la economía social y las empresas cooperativas se enmarca la puesta en marcha del HUB de Vanguardia para la Economía Social impulsado por el movimiento cooperativo vasco, aprobado recientemente por el Gobierno y anunciado por la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Ubicado en San Sebastián, ha de convertirse en una herramienta clave para fortalecer la competitividad y el desarrollo de las empresas cooperativas. Con una inversión de 1,5 millones de euros financiados por los fondos europeos del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, a los que se sumarán las aportaciones de las administraciones vascas (Gobierno Vasco, Diputación Foral de Gipuzkoa y Ayuntamiento de San Sebastián), el HUB tiene que convertirse en un espacio para la innovación, el emprendimiento colectivo y la colaboración entre empresas, instituciones y organizaciones sociales.

El impulso del HUB de Vanguardia para la Economía Social es un ejemplo más de la relevancia actual del tejido cooperativo por su capacidad de adaptación para ofrecer respuestas y soluciones a las nuevas necesidades que surgen en un contexto marcado por tres grandes aceleradores de cambio: la transformación energética y la revolución que supone la descarbonización, la revolución tecnológica y la irrupción de la inteligencia artificial y el reto de una nueva realidad social caracterizada por el envejecimiento, la diversidad y los nuevos modelos de vida.

Las empresas cooperativas están protagonizando el impulso de iniciativas que las ubican a la vanguardia por su capacidad para dar respuesta a estos retos: las cooperativas energéticas, que producen y distribuyen energía verde y limpia, que nos permiten reducir nuestra dependencia energética; las cooperativas de viviendas en régimen de cesión de uso que ofrecen viviendas a un precio asequible para las personas socias, son una alternativa viable para las necesidades de emancipación de la población más joven y están fuera de la especulación que rodea al mercado de la vivienda; las cooperativas de cuidados, que ponen la atención de las personas en el centro, y las plataformas digitales cooperativas, que plantean otra relación de proximidad con el usuario y un uso de la tecnología y de los algoritmos.

Todos estos avances solo se pueden consolidar si se cuenta con un marco fiscal adaptado a las particularidades de las empresas cooperativas, que incentive su crecimiento, que fomente su competitividad y que les permita reinvertir beneficios en las comunidades donde se ubican. La revisión de la fiscalidad de las cooperativas está en la agenda europea y debe estar en la agenda estatal y autonómica. Un régimen fiscal que reconozca las contribuciones sociales y económicas de las cooperativas facilitaría su acceso a financiación y permitiría que continúen generando innovación, empleo de calidad y cohesión social.

Es innegable que vivimos tiempos de cambio que provocan incertidumbre, pero que también ofrecen oportunidades. El contexto actual nos habla de aires renovados para las empresas cooperativas. La tradición cooperativa toma un nuevo impulso.



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