Guía para invertir en plena incertidumbre
La elevada volatilidad de los tipos de interés desconcierta a gestores y ahorradores a la hora de comprometer el dinero
Si el inversor pudiese acudir al oráculo en busca de respuesta, sin duda preguntaría cuál es la evolución de los tipos de interés para lo que queda de año. La marcha del precio del dinero se ha convertido en el gran arcano del mundo financiero, no solo por las múltiples variables económicas que le afectan, sino también por su evolución errática en lo que llevamos de año. El Banco Central Europeo (BCE) ha subido dos veces los tipos en 2023 en un punto hasta situar la tasa en el 3,5%, pero, pese a esta evidencia, en los mercados, a través de los bonos o de las populares letras del Tesoro, los tipos se han movido a golpe de dato de inflación, de comentarios de los bancos centrales, de minicrisis bancarias o de expectativas sobre la marcha de la economía.
Por ejemplo, el bono a 10 años español comenzó el ejercicio con una rentabilidad del 2,96%, llegó a principios de marzo a un máximo del 3,8% y en estos días se mueve en el 3,35%. Lo mismo es aplicable a los tipos a plazo de un año que iniciaron su andadura anual en el 2,85%, tocaron su máximo el 9 de marzo en el 3,33% y solo seis días después veían bajar su rentabilidad a mínimos del 2,69%: estalló el 10 de marzo la crisis del estadounidense Silicon Valley Bank (SVB) y el miedo a que el sector financiero arrastrase al conjunto de la economía.
Y estos movimientos de ida y vuelta tienen un efecto directo en productos financieros como las letras del Tesoro y también en los intereses que ofrecen por los depósitos las pocas entidades financieras (pequeñas y extranjeras) que están inmersas en el simulacro de guerra del pasivo. La subasta de letras con las que se financia el Estado español a un año da también muestra de los vaivenes. La rentabilidad de la primera celebrada en enero fue del 2,99%, pero en febrero cayó al 2,83%. A comienzos de marzo, con un mercado confiado en subidas de tipos ante una inflación indomable, los inversores obtuvieron una rentabilidad del 3,33% y en la celebrada esta misma semana volvió a bajar al 3,17%.
Estos cambios en el ánimo de los inversores que se refleja en los tipos de interés responden, en general, a la creencia de que los bancos centrales seguirán subiendo tipos en unas economías fuertes pero en fase de desaceleración, frente al sentimiento de que se avecina un periodo recesivo de las economías al que habría que poner fin con tipos más bajos.
Además, algunos expertos ven más complicado el panorama en Europa que en Estados Unidos, tanto porque el ciclo de subidas se inició antes en la economía estadounidense como porque la inflación europea está siendo más pegajosa. Por ello, a la hora de comprar deuda europea, “mantenemos nuestro sesgo de estar infraponderados en Europa debido al riesgo de mayor agresividad del BCE por la inflación, el crecimiento de los salarios y unas políticas fiscales laxas”, cita un informe de Goldman Sachs.
En esta situación, el ahorrador tiene la duda de si esperar a beneficiarse de tipos más altos en el futuro inmediato o acogerse ya a las ofertas existentes sin más demora. Pedro del Pozo, director de inversiones financieras en Mutualidad de la Abogacía, cree que es un buen momento para comprar renta fija de calidad (como la deuda) y mantener esa inversión hasta el vencimiento para no sufrir los vaivenes de los mercados. Eso sí, averiguar exactamente el momento idóneo en el que las rentabilidades estén más altas le parece que “solo es patrimonio de los dioses”. Este experto apunta que las ofertas de la gran banca solo han llegado a los inversores institucionales, quienes reciben rentabilidades del 3%, y ve difícil que estos tipos alcancen al minorista de forma generalizada. Prevé que los tipos de interés bajen en el primer semestre de 2024, por lo que “dentro de un año el ahorrador comprará peor que ahora y seguramente obtenga una plusvalía en el precio si le interesa vender”, concluye.
Uno de los productos que mayor éxito están cosechando en este escenario de incertidumbre son los fondos objetivos que anuncian, aunque no aseguran, una rentabilidad durante un periodo de tiempo siempre que no se saque el dinero antes de plazo. Se dedican a comprar bonos de calidad a un determinado plazo (normalmente dos o tres años) y huyen de la volatilidad de los precios y los tipos de estos activos, esperando hasta que termine el plazo y cobrando así todo el bono. A comienzos de mes, ING lanzaba uno de estos fondos objetivo con una rentabilidad anual estimada del 2,4% en un plazo de tres años, por lo que el ahorrador percibirá un 7,2% en todo el periodo. Ahora, en la deuda pública española a tres años, la rentabilidad es del 3% anual, por lo que el ahorrador debe considerar si por comisiones, gastos y fiscalidad le interesa más adquirir deuda directamente o apostar por un fondo.
El techo de los tipos
Alejandro Vidal, director de inversiones de Deutsche Bank España, estima que la gran subida de tipos ya se ha producido y no queda demasiado margen para más alzas, por lo que ahora sería un buen momento para entrar: “Al final, en una inversión de un minoritario, un 0,20% o un 0,30% más se traducen en 10 euros al año”. Este experto considera que el mayor valor actualmente en la renta fija se halla en los plazos de 2 a 4 años, ya que la curva de los tipos de interés está prácticamente invertida (tipos más similares a 1 año que a 10 años) y deberán volver a la normalidad. Vidal tampoco espera movimientos importantes de retribución en depósitos y cuentas corrientes bancarias, y atribuye más a razones de marketing la mayor generosidad que ofrece la banca a los grandes capitales.
Por último, Kevin Koh, director de inversiones de la fintech de gestión pasiva Finizens, también apunta que los tipos deberán subir en Europa más que en Estados Unidos debido a la elevada inflación subyacente. “En EE UU ya tienen una inflación del 5% con tipos del 5%, cosa que no ocurre en Europa”. Para este experto, el inversor debería diferenciar entre el dinero que necesita de liquidez, que bien podría colocarse en activos de renta fija a menos de cinco años o depósitos remunerados, que considera una mejor opción frente a las letras. “El dinero que, en teoría, no necesite a medio y largo plazo debería ir a fondos muy diversificados y de bajos costes como los de gestión pasiva para lograr batir la inflación a largo plazo y que el ahorro no pierda poder adquisitivo”. Algo que tiene claro Koh es que mantener el dinero sin ninguna retribución actualmente es perder poder adquisitivo: “En los últimos 15 años, si hubiéramos tenido el dinero debajo del colchón, ahora seríamos un 20% más pobres”, concluye el experto.
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