La hora de los banqueros centrales
Los gobernadores quieren dar su misión por cumplida con los tipos de interés, pero eso podría dejar la inflación en niveles muy altos
Los gobernadores de los principales bancos centrales y los políticos congregados en Washington irradiaban optimismo durante las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Piensan que pueden lograr un triplete: derrotar a la inflación, sin empujar a sus economías a una recesión y sin provocar más quiebras de bancos. Puede que tengan razón. Pero, precisamente por eso, los ministros de Finanzas y los encargados de fijar los tipos no se pueden permitir dar un paso atrás.
Janet Yellen, secretaria del Tesoro estadounidense, definió el sentir general cuando afirmó que la perspectiva global era “razonablemente halagüeña”, al tiempo que la economía nacional estaba “funcionando excepcionalmente bien”. Los datos de inflación estadounidense publicados esta semana parecen respaldar esta apreciación. En marzo, el IPC aumentó a una tasa interanual del 5%, el nivel más bajo desde mayo de 2021.
En cuanto al crecimiento de la economía, incluso el FMI, a menudo portador de previsiones sombrías, revisó al alza respecto sus expectativas de enero para este año de Estados Unidos, la zona euro y el Reino Unido. El relato subyacente es que los responsables de la política monetaria occidentales están guiando sus economías hacia el tan deseado “aterrizaje suave”. Los inversores están jaleando en favor de que esto ocurra y esperan que los banqueros centrales no tarden en echarse a un lado. Los mercados anticipan dos recortes de tipos en EE UU y solo una subida más de 25 puntos básicos en la eurozona y el Reino Unido antes de finales de año, según Refinitiv.
Tal vez sea demasiado pronto para cantar victoria. La inflación subyacente, que excluye los volátiles precios de los alimentos y la energía, con caídas de ambos en marzo, se mantiene en niveles muy elevados y por encima de los objetivos de los bancos centrales en las tres economías. En EE UU, ha superado la cifra principal y ahora se sitúa en el 5,6%.
Tras las recientes turbulencias, los bancos probablemente presten menos a las empresas y las familias. Una contracción del crédito, unida a los efectos retardados del endurecimiento monetario, podría empujar a una recesión tanto a EE UU como a Europa y exigir la intervención de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo para apuntalar la liquidez del sistema financiero. El FMI ha señalado las valoraciones deprimidas de los inmuebles comerciales como una bomba de relojería en potencia para las entidades crediticias, que ya se han visto sacudidas por las quiebras bancarias.
A los gobernadores de los bancos centrales, al timón desde la crisis financiera de 2008, se les podría perdonar que quieran declarar que su misión está cumplida y adoptar un perfil más discreto. Pero eso podría dejar la inflación en niveles persistentemente altos, lo cual exigiría mayores costes de endeudamiento y aumentaría la amenaza de contracciones económicas. Dado el frágil estado de la economía mundial, sería muy arriesgado que los responsables de la política monetaria se tomaran unas vacaciones de primavera.
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