Información privilegiada o jugar en Bolsa con las cartas marcadas
El empleado de Netflix que se embolsó 3 millones, el ‘rolex’ de regalo para un agente del FBI, hacerse de oro con las pizzas y un chat indiscreto: estos son algunos de los últimos casos de tramposos en Wall Street
Jugar con las cartas marcadas es de tramposos. Y en Bolsa hay unos cuantos. La información privilegiada es un mal endémico del mercado. Alguien recibe un soplo y se beneficia de ello. El insider trading, como se conoce en la jerga a esta operativa, es una de las prioridades de los supervisores del mercado. Es relativamente fácil de comprobar que se está operando con un soplo (subidas bruscas de la cotización de una compañía acompañadas de mucho volumen de negociación los momentos antes al anuncio de un hecho relevante), pero difícil de demostrar si no hay una pistola humeante que certifique el delito.
El policía bursátil estadounidense, SEC por sus siglas en inglés, recoge en su web con pelos y señales aquellos casos de información privilegiada que ha sido capaz de demostrar. Es una especie de aviso a navegantes: os vigilamos y podemos llegar hasta los más pequeños detalles. Estos son algunos de los últimos casos de tramposos en Wall Street:
El agente del FBI y un ‘rolex’
Seth Markin, agente del FBI, y su amigo Brandon Wong ganaron 82.000 y 1,3 millones de dólares respectivamente gracias a la compra de Pandion Therapeutics por parte de Merck en febrero de 2021. Markin supo con antelación que se iba a producir esta opa gracias a unos documentos que leyó en casa de su novia, que trabajaba como abogada para Merck. Le pasó esta información a Wong, que inmediatamente compró acciones de Pandion que se revalorizaron con fuerza cuando se hizo pública la operación. En compensación por el soplo, Wong le regaló un reloj rolex a Markin.
Negocios turbios de un excongresista en el hoyo 18
Stephen Buyer fue congresista del Partido Republicano en representación del Estado de Indiana. Cuando en 2011 dejó la política creó una firma de consultoría que proporcionaba servicios a T-Mobile, entre otros clientes. En 2018, Buyer compartió un partido de golf con un alto directivo del operador de telefonía, quien le confesó que la compañía tenía previsto anunciar una oferta de compra sobre Sprint. Con esa información que aún no era pública, el excongresista hizo acopio de un buen paquete de acciones de Sprint. Un año después, Buyer dio otro pelotazo con la información privilegiada que le proporcionó otro cliente sobre la compra de Guidehouse por Navigant Consulting. En total, la SEC estima que con ambas maniobras se apuntó un beneficio de 1,5 millones de dólares.
Avaricia en torno a las criptomonedas
Ishan Wahi trabajaba en la plataforma de compra y venta de criptomonedas Coinbase. Desde su puesto tenía información de las nuevas divisas digitales que iban a ser admitidas a negociación. A pesar de que la compañía calificó como sensibles esos datos y pidió a sus empleados confidencialidad, Wahi hizo caso omiso y filtró los nombres de las nuevas admisiones a su hermano y a un amigo. Normalmente, cuando se anunciaba la llegada de una nueva criptomoneda al mercado, la cotización del resto lo celebraba con subidas, pues era señal de la pujanza de este nuevo mercado. Con este patrón en mente, el hermano y el amigo de Wahi tomaron posiciones en las criptomonedas para luego vender rápidamente tras la confirmación de la noticia. En total, se repartieron plusvalías de 1,1 millones de dólares con esta operativa.
Hacerse de oro con las pizzas
En el departamento de contabilidad de Domino’s Pizza había alguien que sabía demasiado. Gracias a la información que manejaba, Bernard L. Compton trazó un minucioso plan durante cinco años con el que se apuntó un beneficio de 960.000 dólares. De 2015 a 2020 el contable de la cadena de comida rápida sabía si los resultados que iba a publicar la compañía iban a sorprender o decepcionar al mercado y tomó posiciones alcistas o bajistas los días previos a los que Domino’s rindiera cuentas ante el mercado. Para no dejar huella, Compton dividió las operaciones a través de siete cuentas, algunas suyas y otras que estaban a nombre de familiares. Su minucioso plan, sin embargo, no terminó bien.
Un chat siempre deja rastro
La información privilegiada no descansó ni en los días más oscuros de la pandemia. Hari Sure, Lokesh Lagudu y Chotu Pulagam eran ingenieros de software en Twilio, una compañía con sede en San Francisco especializada en servicios de computación en la nube (cloud computing). Gracias al puesto que desempeñaban tenían acceso a las bases de datos de la compañía donde se proyectaban los ingresos futuros. En marzo de 2020, cuando la covid-19 se expandió por todo el mundo, comprobaron cómo la compañía reconocía en sus documentos internos que había notado un fuerte aumento de la demanda de sus servicios por parte de los clientes debido a las restricciones de movilidad que impusieron los gobiernos. En un chat compartido, los tres ingenieros reconocieron que con esa información las acciones de Twilio “subirían como la espuma”. Días después compraron opciones sobre acciones de la empresa a través de cuentas propias y de familiares con las que ganaron un millón de dólares tras la presentación de resultados trimestral.
Dinero de laboratorio
Daniel Catenacci es un profesor universitario de Chicago que firmó un acuerdo de consultoría con la farmacéutica Five Prime Therapeutics. Gracias a esta colaboración tuvo acceso a los prometedores resultados de las pruebas médicas con Bemarituzumab, el fármaco estrella contra el cáncer que la compañía tenía en fase de estudio. A pesar del acuerdo de confidencialidad que había firmado, Catenacci no pudo reprimirse y tras enterarse de los avances del antitumoral compró 8.700 acciones de Five Prime Therapeutics. Cuando el mercado supo de la buena marcha de los ensayos clínicos, la compañía se disparó en Bolsa un 300% en esa sesión. Al día siguiente, el profesor vendió los títulos y amasó una plusvalía de 134.142 dólares.
Un guion para Netflix
Los datos de suscriptores son la clave de bóveda sobre la que se asienta el plan de negocio de cualquier compañía de streaming. Sung Mo Jay trabajó como ingeniero en Netflix entre 2016 y 2017. Tenía información de primera mano sobre la evolución de las altas y bajas que acumulaba la plataforma cada trimestre y se la iba suministrando a un hermano y a un amigo. Cuando se acercaba la publicación de los resultados de Netflix, iban tomando posiciones en el valor si los datos de suscriptores eran buenos o ejecutando posiciones en corto si la evolución de los clientes iba a decepcionar al mercado. En total, amasaron plusvalías valoradas en tres millones de dólares.
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