El diabólico dilema de las multinacionales en Rusia: susto o muerte
El problema de vender a toda prisa es que los compradores suelen ser oligarcas favorables al Kremlin
Las multinacionales tienen pocas opciones cuando se trata de Rusia. La invasión de Ucrania por parte del presidente Vladímir Putin y las sanciones resultantes han dado a muchas empresas occidentales razones financieras, legales y morales para marcharse. La amenaza de expropiación sopesada frente a la esperanza de encontrar un comprador extranjero determinará la rapidez con la que se vayan a mover las que quedan.
Las prisas por salir no amainan. McDonald’s anunciaba el lunes que había iniciado la venta de sus establecimientos rusos, lo que pondría fin a los 30 años de presencia en Rusia de la cadena de hamburgueserías, valorada en 181.000 millones de dólares. Renault va a vender su participación mayoritaria en el fabricante de automóviles Avtovaz a un instituto científico local. Siguen los pasos del grupo de cosméticos L’Oréal, que se arriesga a un boicot de los consumidores en otros mercados si sigue ganando dinero en Rusia. La prohibición de importar microchips fabricados en Occidente también dejó a empresas tecnológicas como Apple sin otra opción que la de marcharse.
El problema de vender a toda prisa es que los compradores suelen ser oligarcas favorables al Kremlin, como Vladímir Potanin, que compró las operaciones rusas del banco francés Société Générale por una suma simbólica. Una de las razones por las que grupos de productos de consumo como Nestlé y Unilever permanecen en Rusia es que marcharse significaría entregar sus activos al régimen de Putin.
La espera podría propiciar la aparición de una gama más amplia de compradores. Por ejemplo, India ha animado a sus empresas energéticas estatales a considerar la compra de activos rusos. Esto podría facilitar la salida de gigantes petroleros occidentales como Shell y BP, que están amortizando sus activos combinados en hasta 30.000 millones de dólares. El gigante cervecero Anheuser-Busch InBev vendió su empresa conjunta rusa a su socio turco Anadolu Efes. La cadena de calzado FLO, otra empresa turca, está en conversaciones para comprar algunas tiendas de Reebok.
Algunos intentan dejar la puerta entreabierta: la venta de Renault, que según Reuters se hizo por un rublo simbólico, incluye una opción de recompra de su negocio en Rusia durante seis años. Pero para empresas como el banco italiano UniCredit, que sigue explorando posibles opciones para sus operaciones en el país, el retraso aumenta el riesgo de expropiación por parte del Estado ruso. El legislador Vyacheslav Volodin afirmó hace poco que Rusia debería confiscar los activos de los países hostiles. Las multinacionales que aún planean su salida, como las cerveceras Carlsberg y Heineken, podrían pillar la indirecta. Hay muchas maneras de que una empresa abandone Rusia, pero todas ellas son malas.
Para más información: Breakingviews.reuters.com. Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción es responsabilidad de EL PAÍS
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