Desastres ‘no tan’ naturales y comercio internacional
La caída de la exportación y el aumento de la importación tras un evento devastador deteriora la balanza comercial
El número y la frecuencia de los desastres naturales ha aumentado de forma notable en las últimas décadas, siendo el cambio climático uno de los factores que ha contribuido a esta tendencia, especialmente en cuanto a los desastres de carácter hidro-metereológico se refiere, como inundaciones o sequías. La cifra roza los 12.000 desastres en el periodo 1980-2018 y el coste económico que acarrean supera los 3 billones de dólares, según indica la base de datos internacional de desastres (EM-DAT). Por países, aunque EE UU es el primero en el ranking en cuanto a frecuencia y daño económico causado, seguido por China e India, el impacto de los desastres per cápita o en porcentaje del PIB indica que las economías más pequeñas y vulnerables son las que sufren mayores pérdidas. Estas alcanzan hasta un 2% anual del PIB en países del Caribe, siendo los países menos desarrollados (LDC) el grupo más afectado. Cuando la frecuencia de dichos eventos aumenta, ello actúa como un freno al desarrollo económico, que está estrechamente ligado a la apertura exterior.
Una pregunta relevante es cómo interactúan los desastres naturales, especialmente los inducidos por el cambio climático, y el comercio internacional. Según un estudio reciente de la Organización Mundial del Comercio, dichos desastres interactúan con el comercio internacional de forma muy compleja. Desde la perspectiva macroeconómica, un desastre natural genera destrucción de recursos y supone un shock de oferta dando lugar a una reducción de la producción y el empleo. Desde la perspectiva micro afecta a todos los agentes económicos: las empresas tienen que afrontar destrucción de su capital físico y humano, los trabajadores problemas de salud y pérdida de trabajo y, por último, el Estado debe contribuir a financiar las pérdidas sufridas tanto por las unas como por los otros.
El comercio entra en este rompecabezas tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda. Claramente, la reducción de la producción implica que las exportaciones disminuyen, debido no sólo al daño sufrido por las empresas exportadoras, sino también por la destrucción de infraestructuras de transporte. Por el lado de la demanda, las importaciones pueden actuar temporalmente como colchón, reemplazando la producción interna y facilitando la recuperación. Pero la caída en las exportaciones y el alza de las importaciones implicaría un deterioro de la balanza comercial. Además, si la economía que sufre el desastre está integrada en las cadenas de valor globales, se generan efectos indirectos para sus integrantes cuya intensidad depende de la posición en la cadena y la especialización productiva del país afectado. Por ejemplo, pequeñas y medianas empresas en países en desarrollo especializadas en inputs intermedios pueden crear cuellos de botella en las cadenas de valor, mientras que tener una red de proveedores diversificada es una ventaja para todos los integrantes de la cadena. Por tanto, un sistema comercial abierto favorece la resiliencia frente a desastres naturales, y se constata que los países con mercados integrados y competitivos, así como también las empresas que no dependen de un solo proveedor, se recuperan antes. En la Unión Europea (UE), el no ser muy dependientes del exterior es una ventaja.
En cuanto a acciones de política comercial para contribuir a la recuperación del país afectado, la respuesta inmediata puede consistir en ofrecerle preferencias especiales para abaratar el costo de sus importaciones o asistencia técnica para facilitar el comercio. Por ejemplo, la UE eliminó temporalmente los aranceles sobre las importaciones de Pakistán tras las inundaciones de 2010. Asimismo, la pérdida del estatus de LDC, categoría que da derecho a estos países a acceso preferencial a los mercados, se ha pospuesto en aquellos que han sufrido desastres naturales (Las Maldivas, Samoa). Por último, medidas para aumentar resiliencia deberían basarse en una mayor cooperación internacional que va más allá de la política comercial. Aquí, el Marco de Acción de Sendai para 2015-2030 pretende reducir el riesgo de desastres y las pérdidas que conllevan y promover un plan de gestión internacional de los mismos para aumentar la resiliencia de las cadenas de valor.
En resumen, tanto el comercio internacional como la política comercial pueden ser buenos ingredientes para mitigar los efectos de los desastres naturales relacionados con el cambio climático. Aunque los avances en las iniciativas a nivel internacional son positivos, es necesaria una mayor coherencia y coordinación entre programas, creando puentes que conecten la gestión de riesgos de desastres con las políticas comerciales multilaterales.
Inmaculada Martínez-Zarzoso es profesora de las universidades de Göttingen y Jaume I.
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