_
_
_
_

La inteligencia artificial, clave para reimaginar el futuro del empleo y la educación

El 73 % de las empresas europeas emplean la IA, pero solo el 30 % forma a sus empleados en el uso de esta tecnología que obligará también a reinventar la educación del futuro

Una profesora realiza una presentación sobre Ciencia de Datos proyectando las diapositivas de una arquitectura de red neuronal de inteligencia artificial.
Una profesora realiza una presentación sobre Ciencia de Datos proyectando las diapositivas de una arquitectura de red neuronal de inteligencia artificial.gorodenkoff (Getty Images)
Nacho Meneses

Adaptarse a los cambios y a las nuevas tecnologías es una máxima laboral que la transformación digital de la sociedad no ha hecho si no acentuar: sigue aumentando la demanda de habilidades y competencias digitales en campos como el análisis y la ingeniería de datos, la ciberseguridad, el Blockchain o la inteligencia artificial (IA), entre muchas otras, y la popularización de herramientas como la IA generativa afectará a prácticamente todos los campos profesionales y educativos.

Vivimos en una época en la que las oportunidades surgen a la vez que los desafíos. Frente a quienes piensan que el avance de la IA puede provocar una pérdida de empleo masiva, hay quienes afirman que este no se perderá en manos de esta tecnología, sino más bien en las de aquellos profesionales que hayan sabido adaptarse y adquirir las competencias necesarias para mantenerse competitivos y hacer uso de todas esas nuevas herramientas: “La inteligencia artificial viene a cambiar las reglas del juego, pero no a eliminar a los jugadores. La forma en la que enfrentamos nuestras tareas diarias va a modificarse, eliminando lo trivial y dejándonos tiempo para lo realmente importante”, explica Javier Torrenteras, director de Verne Academy.

Sin embargo, la adopción de nuevas tecnologías no siempre va acompañada de la necesaria formación, y aunque el 73 % de las empresas europeas utiliza la IA en su negocio, tan solo el 30 % forma a sus empleados en esta tecnología y el 40 % no ofrece ningún tipo de formación, según un estudio realizado por la Asociación de Auditoría y Control de Sistemas de Información (ISACA). “Todo ello supone una problemática que impacta no solo en la productividad y adaptación de los equipos, sino en temas tan importantes como la seguridad y el crecimiento del negocio”, sostiene Torrenteras: “Hay muchas empresas que aún no tienen la suficiente madurez tecnológica, y que piensan que la IA es solo para compañías más grandes o con presupuestos más amplios”.

La formación en IA, innegociable

¿Por qué este fenómeno? Para Víctor Gómez, CEO de 4Geeks Academy Europa, contestar a esta pregunta pasa por analizar primero de qué escenario venimos. “¿Cuántas empresas tenían página web antes de la pandemia? Según un estudio de Ionos, solo el 44 %; pero en la actualidad el 73 % asegura estar digitalizada”. Adaptarse a la IA no será fácil, ya que esta avanza a gran velocidad y no todas las empresas disponen de los recursos (humanos, económicos o tecnológicos) necesarios, a lo que hay que unir los obstáculos existentes en las propias empresas.

“Hay CEOs que consideran que sus empresas no tienen que digitalizarse, o que creen que son los trabajadores quienes tienen que aprender [por su cuenta] a utilizar las nuevas herramientas tecnológicas”, esgrime Gómez, que además plantea otra pregunta: “Si, a día de hoy, hay empresas que facturan más de 20 millones de euros y aún no cuentan con un gestor de relaciones con el cliente (CRM), ¿cómo podemos pretender que tengan políticas claras sobre el uso y la formación en inteligencia artificial?”. Si esos mismos CEOs conocieran las ventajas de la IA en términos de productividad de sus trabajadores, añade, “ya estarían creando sus propios programas de formación”.

La IA no es solo para los perfiles técnicos

El alcance de las herramientas basadas en inteligencia artificial abarca virtualmente todas las áreas productivas, desde el campo y la agricultura al ejercicio del derecho, la medicina, la enseñanza, el diseño o los procesos de calidad, eliminando los procesos repetitivos y triviales y aumentando nuestras propias capacidades: “Por ejemplo, gracias a la capacidad de procesar volúmenes ingentes de información, podrán ayudar a los abogados en la preparación de sus casos, porque podrán acceder a bases de conocimientos muy superiores que nosotros, humanamente, no tendríamos tiempo de leer y revisar”, explica Torrenteras.

Por otro lado, la progresiva digitalización de las empresas hace que se busquen no solo perfiles de corte tecnológico, sino también profesionales de cualquier otro campo que sepan utilizar y sacar partido a las nuevas funcionalidades que la inteligencia artificial (y otras herramientas digitales de comunicación y colaboración o análisis de datos) trae a sus trabajos: expertos en finanzas, marketing, recursos humanos... “Aunque el rol de estas personas no está orientado a la implantación de sistemas tecnológicos, tienen que entender cómo funcionan las herramientas con las que han de trabajar en el día a día”, recuerda Torrenteras. De igual manera que no podemos imaginar a un empleado de un departamento financiero que no sepa usar un ordenador, dentro de nada será inimaginable que no sepa usar la IA que le va a ayudar a obtener conclusiones sobre las cuentas de resultados, o los sistemas avanzados de análisis de la información.

Una IA para reimaginar la educación

Para debatir sobre el papel de la inteligencia artificial en la educación, la Universidad Camilo José Cela reunió, la semana pasada, a un gran número de expertos internacionales en el transcurso de su Global Education Forum. “La IA ayuda a aumentar nuestra propia inteligencia y a colaborar y aprender con otros”, contó en dicho marco Fernando Díaz del Castillo, Chief Learning and Technology Officer en Mentu. Allí también señaló la importancia de dotar a los alumnos de las herramientas necesarias para saber hacer un uso responsable y ético de la IA: “Nos enfrentamos a la erosión de la verdad y de los sistemas de confianza que afianzan nuestras sociedades, por lo que el papel del profesor es fundamental”.

Ahora bien, ¿qué rol está llamada a jugar la IA en la enseñanza? “El aprendizaje, al final, es un proceso, y este incluirá una parte humana y otra de, digamos, inteligencia artificial. Está claro que pasar de donde estamos a esto es un reto enorme, tanto a nivel tecnológico como de cambio. Y la gestión de este cambio será el mayor desafío”, explica Giuseppe Auricchio, Chief Learning Innovation Officer en la Institución Educativa SEK.

La transición a un modelo educativo que incorpore el uso de la IA plantea, además, algunos dilemas éticos como es el de la autoría y la posibilidad de plagio; un reto ante el cual no queda sino cambiar las metodologías didácticas y la manera de evaluar a los alumnos. “Por ejemplo, si yo te doy una tarea que prevé una serie de pasos, y hasta te pido que uses la IA, un tutor inteligente para hacer algo, este mismo tutor me reportará cómo lo ha hecho y en qué momento ha tenido dificultades. En vez de mirar el resultado final, que será fenomenal, me fijo en el proceso, porque el camino de un alumno para llegar hasta ahí será diferente al de su compañero”, asegura Auricchio. “Las necesidades (de adquirir conocimientos, interpretarlos y aplicarlos) son las mismas, pero ahora todo ello se ha de reimaginar, porque hay soluciones nuevas”.

Dotar a los alumnos de habilidades para un buen uso de la IA es importante, pero no solo por la adquisición de conocimientos técnicos: “Es la mentalidad, el mindset de pensar que ya no eres tú solo, sino tú más un ordenador, que te guiará para hacer cualquier cosa con mayor calidad o más rápidamente. En solo un par de años, esta competencia será más importante que cualquier otra”, sostiene. Es lo que el experto llama inteligencia aumentada.

Nuevas metodologías de enseñanza

“Hoy ya no tiene sentido que nuestras clases sean magistrales, y que pongamos a nuestros alumnos a escuchar a este o aquel para absorber los contenidos. Tendríamos que dedicarnos mucho más a lo que los expertos llaman “el aprendizaje activo”, apunta Auricchio: distinguir las rutinas que ayudan a las personas a entender ciertos conceptos y luego aplicarlas: proyectos, trabajos en equipo, problemas, discusiones de casos prácticos... Hay que reimaginar la educación partiendo de un papel en blanco; y en el cambio a este nuevo modelo la IA tendrá un rol mucho más relevante.

Y es que, según el experto de SEK, los usos actuales de la IA en el entorno educativo apenas se corresponden con una primera fase de implementación; una etapa en la que se abordan las necesidades puntuales de los alumnos “dentro de una experiencia de aprendizaje típica” o a las del día a día del profesor, a la hora de generar una presentación o, por ejemplo, un plan de estudios. Y, a la hora de darles tareas de estudio a los alumnos, “pedirle a ChatGPT que te conteste a esto o aquello y luego hacer un análisis crítico de por qué su argumento falla o no”. Pero la IA ha traído también cambios en el acompañamiento a los estudiantes, al introducir la figura del tutor digital impulsado por la IA: “Es el mentor perfecto: uno que no requiere pensar las respuestas y que siempre está ahí, cada vez que nuestros alumnos se estancan”, explica Gómez, de 4Geeks.

La aplicación de la inteligencia artificial tiene, además, una vertiente relacionada con el bienestar de los propios alumnos: “Bien gestionada, la IA generativa puede contribuir a disminuir los niveles de ansiedad de los alumnos y aumentar su confianza. Al disponer de una herramienta tan potente para acceder a datos, cifras y fechas específicas, los alumnos podrán (idealmente) centrar sus esfuerzos en el análisis, la síntesis y las relaciones conceptuales, y no tanto en la información anecdótica”, esgrime José Manuel Muñoz, investigador asociado del Centro Nacional de Neurociencia y Ética de la Fundación Tatiana. “Unas pruebas de evaluación coherentes con esta metodología conllevarían probablemente una menor carga psicológica para los alumnos que las pruebas predominantes hoy en día, basadas en la memorización de listas y datos”.

No obstante, la desventaja del uso de esta herramienta se presenta, cuenta, en forma de paradoja: el riesgo de que disminuya la capacidad crítica de los estudiantes, bajo la falsa premisa de que ChatGPT, o cualquier otra IA generativa, lo sabe todo: “La creencia de que este tipo de IA es infalible conduce a un resultado inevitable: la ausencia de esfuerzo y tiempo para contrastar las fuentes y la fiabilidad de la información”. Y es que la IA, a fin de cuentas, no es sino un amplificador de la información volcada por los humanos que alimentan sus algoritmos. Una información que puede contener numerosos sesgos por barreras como el idioma (las fuentes son más fiables y diversas en inglés que en español, por ejemplo), raciales o de género.

¿Dónde queda el profesor con la IA?

Si la IA puede generar contenido para la clase, puede impartirla e incluso dialogar con los estudiantes, cabe preguntarse dónde queda la figura del docente. Pero, a pesar de todas las funcionalidades de las nuevas tecnologías, hay una parte humana que permanece y que la máquina difícilmente podrá reemplazar: la contextualización de cualquier conversación en un ámbito quizá cultural; la empatía respecto a otro ser humano; los sentimientos como el amor... “Quizá es utópico, no lo sé, pero hay quienes dicen que en el futuro nos dedicaremos mucho más a lo que es nuestra vida como humanos, y mucho menos a estas rutinas que nos han ocupado hasta ahora y que son aburridas”, aventura Auricchio.

“No se puede olvidar que los seres humanos somos quienes hemos creado la inteligencia artificial”, recuerda por su parte Gómez: “El papel de los humanos seguirá siendo el de desarrollar nuevas tecnologías y aportar creatividad, ética, empatía y una visión 360 que la IA, de momento, no puede aportar”. Y todo ello sin olvidar, además, que el aprendizaje continúa siendo una experiencia social, una interacción entre personas que comparten el reto de aprender guiadas por alguien (el profesor) que filtra el contenido, corrige y conduce la conversación. Así lo piensa también Auricchio: “El hombre es social, aprende en discusión con otros y se beneficia de una curación y de la guía de alguien experto. Y creo que esta experiencia seguirá siendo válida”.

FORMACIÓN EL PAÍS en Twitter y Facebook

Suscríbase a la newsletter de Formación de EL PAÍS

Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_