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Migrantes, mujeres y sobrecualificadas: “Encontrar un empleo acorde a mi formación es muy complicado”

España lidera la estadística europea de trabajadoras extracomunitarias con más formación de la que requiere su puesto: más de la mitad están en esta situación

Luis Paz Villa

Desde diciembre, Mónica (nombre ficticio), colombiana de 56 años, ha aplicado varias técnicas para atajar el deterioro mental de la mujer que cuida, que roza los cien años. Intercala ejercicios de estimulación cognitiva con tareas del hogar más acordes a su contrato de cuidadora y empleada doméstica bajo el régimen de interna. Mónica hace lo que hace porque está convencida de que la anciana “se merece lo mejor”, pero también porque en esa labor ha encontrado un refugio, una actividad más parecida a que realizó durante 17 años como psicóloga especializada en la atención de víctimas del conflicto armado en su país. “Encontrar un empleo acorde a mi formación es tremendamente complicado”, explica. Tras darse a la tarea de escribir a muchas organizaciones del área social, sin respuesta favorable, dio con la oferta para atender a una mujer mayor. “Ese fue el único anuncio por el que me llamaron”, relata.

El caso de Mónica está más cerca de la regla que de la excepción. En España, más de la mitad de las mujeres migrantes —nacidas en países de fuera de la Unión Europea— de entre 20 y 64 años tienen un nivel de formación superior al requerido para cumplir con las tareas de su puesto de trabajo. Según los últimos datos publicados por la oficina estadística comunitaria (Eurostat), la sobrecualificación afectó el año pasado al 55% de las empleadas extracomunitarias. Esto sitúa a España en lo más alto de la clasificación. Ningún país supera ese porcentaje, aunque se acercan Italia (53,8%) y Grecia (52,1%). Si bien España también destaca por la alta ratio de hombres en esta situación, la diferencia entre varones y mujeres, de 7,3 puntos, es la séptima más abultada de la eurozona.

A juicio de la secretaría confederal de Mujeres e Igualdad de Comisiones Obreras (CC OO), Carolina Vidal, la sobrecualificación tiene rostro femenino. “Nuestra vida laboral está rodeada de una serie de roles de género que hemos venido soportando y que hacen que se dé este fenómeno”, explica. Y añade que las mujeres tienden a tener cualificaciones muy altas porque saben que deben “estar muy preparadas para poder competir ante condiciones desiguales”. También opina que el papel de cuidados asignado históricamente a la mujer — tanto de hijos como de adultos dependientes— está detrás de este fenómeno. “Interrumpimos nuestra trayectoria y eso hace que al final nos quedemos atrás en las carreras por los puestos cualificados”, detalla. Los datos la respaldan, España también encabeza las listas de sobrecualificación en el caso de las trabajadoras nativas (32,7%) y para las provenientes de otros países comunitarios (43,5%).

Sin embargo, la líder sindical reconoce que “a medida que las mujeres españolas van escalando y superando los obstáculos, las mujeres migrantes pasan a ocuparse de esas actividades”. A Helin Galindo, hondureña de 29 años, le dijeron que se necesitaban maestras. Pero ella, graduada en lenguas extranjeras y profesora de educación primaria en su país, se ha encontrado con que “la realidad no es como te la cuentan”. Optó por una formación en Administración para insertarse en el mercado laboral. Entretanto, con una hija de año y medio a su cargo, no podía quedarse de brazos cruzados y encontró un trabajo como moza de almacén que fue “bastante pesado”. Ahora reparte su semana entre dos contratos parciales: uno como auxiliar administrativa y otro de limpieza.

Vidal lamenta que las universidades están “llenas de mujeres con un talento estupendo”, pero “cuando llegan al mundo del trabajo, la realidad se les hace absolutamente costosa”. Hasta el segundo trimestre, el porcentaje de mujeres con estudios superiores en búsqueda de su primer empleo ascendía al 19,4% sobre el total, casi cinco puntos por encima de la ratio masculina (14,7%), según datos la Encuesta de Población Activa (EPA). La tasa de desempleadas con el mismo nivel de formación, que habían trabajado antes, es aún mayor (28,7%), así como la brecha sobre sus pares (6,6%).

Galindo se ha resignado a ser auxiliar administrativa, pero mientras no le ofrezcan un contrato a tiempo completo no puede abandonar su otra ocupación. “Venimos al país por distintas situaciones difíciles y trabajar en algo para lo que no te formaste es desalentador”, lamenta.

Homologaciones: “El gran escalón”

Chamchiya Cherif, nació en la República Centroafricana hace 25 años, pero debido al conflicto armado en su país emigró a Marruecos en 2019. Allí estudió un bachillerato en Literatura, una licenciatura en Derecho Público y un máster en Gobernanza y Derechos Humanos. Desde hace un año es solicitante de asilo en Valencia. La Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) no solo le ha provisto de un espacio en el que vivir, también le ha ayudado con un itinerario formativo que incluye cursos variados: desde competencias en informática hasta manipulación de alimentos. Pese a contar con la tarjeta roja, requisito indispensable para trabajar, Chérif prefiere aguardar la homologación de sus títulos. “Quiero esperar un poco para el bachillerato, así puedo buscar un trabajo mejor, pero sé que no será fácil”, relata. Lo hace también porque el tiempo apremia: “Es posible que ese trámite termine dentro de unos meses, pero los títulos universitarios tardan años”, aclara.

La representante de CC OO asegura que el proceso de homologaciones y equivalencias de títulos extranjeros es “el gran escalón” para los migrantes a la hora de acceder a trabajos cualificados. “Es una vergüenza la situación administrativa, y la incertidumbre en la que deben vivir; además estamos desperdiciando talento”, reclama. Como Chamchiya, Helin también espera que el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades resuelva su caso. En cambio Mónica, con la equivalencia de su grado de psicología resuelta e incluso con una reciente formación como agente de igualdad, sigue encontrándose con “más de lo mismo”, como ella lo llama. “A ver si logro encontrar algo para mí; como mujer estuve rodeada de hechos muy fuertes, llego acá y es más de lo mismo, con otros nombres, con otras formas”, lamenta.

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