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Unión Europea
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sami Naïr y el sentido de Europa

Mientras el mundo va encajando los mandobles que va propinando Trump aparecen voces que apremian a una mejor defensa y piensan en Europa

Andreu Missé
Comisión Europea
Sede de la Comisión Europea.Vincent Isore (Europa Press/Contacto)

Unos meses antes de la actual crisis varios informes (Draghi, Letta y Rodríguez -Pose) ya habían puesto al descubierto el retroceso económico europeo en el contexto internacional hasta el punto de que ponían en cuestión la existencia de la propia Unión. Sus propuestas, sin embargo, no han logrado articular la respuesta política y económica de la envergadura necesaria que requiere la magnitud del desafío actual.

Las embestidas de los plutócratas estadounidenses podrían, sin embargo, tener un efecto revulsivo mayor para que los responsables políticos europeos asumieran sus responsabilidades. La historia muestra que los progresos hacia la integración como la conveniencia de endeudamiento común solo llegaron tras la crisis de la pandemia.

En las actuales circunstancias resulta extraordinariamente oportuno el llamamiento que realiza el profesor Sami Naïr en Europa encadenada, (Galaxia Gutenberg). Desde una óptica decididamente europeísta, el político y pensador francés de origen argelino, considera que los males europeos tienen sus raíces en la fuerte influencia del neoliberalismo que en Europa se materializó con el Acta Única de 1986.

Naïr aboga explícitamente por “una unión política y económica de Europa”. Cree que “la Unión Europea sólo tiene una función histórica, que es la de servir a los pueblos europeos y mejorar su condición social y política”. Piensa que “sin una identidad política común, Europa seguirá siendo lo que hoy es: una maquinaria que apenas disimula las duras, y a menudo inaplicables, relaciones de poder y de dominación entre las naciones que la constituyen, pero también su debilidad de conjunto frente al mundo exterior”.

Cree que Europa “ya no tiene brújula, no sabe a donde va, ni siquiera es consciente de que necesita reencontrar su sentido, una identidad centrada en el porvenir. Y recuerda que “precisamente fue la búsqueda del sentido lo que impulsó a los fundadores a construir el conjunto europeo”. Por ello considera que Europa necesita “encontrar una nueva inspiración que sustente la voz comprometida e irrevocable de una Europa democrática, solidaria y social, porque sin una unión política y económica, las fortalezas de la civilización europea serán aplastadas por las garras de las grandes potencias del siglo XXI”.

Ante la gravedad de los acontecimientos actuales es evidente que Europa no podrá seguir eludiendo sus responsabilidades ante conflictos que afectan a los valores que propugna y son su razón de ser. Deberá tomar partido. Algunos de sus dirigentes lo hicieron ejemplarmente. Cuando el pasado noviembre el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, propuso suspender el diálogo político con Israel por las violaciones de los derechos humanos en Gaza no fue respaldado. Hay muchos movimientos emergentes, verdes, alternativos, sociales que aspiran a otra Unión y a otras alianzas con los países emergentes más fiables con las que Europa deberá entenderse.

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