La falta de inversión lastra a Europa en la carrera de la inteligencia artificial
El capital riesgo ha destinado 50.000 millones a esta actividad en la UE entre 2012 y 2023, muy lejos de los 250.000 millones de China y los 450.000 millones de Estados Unidos


En la guerra fría de este siglo XXI, esta vez digital, Europa tiene reservado por ahora el papel de comparsa y de cliente. Ha vuelto a quedar claro esta semana: la irrupción de inteligencia artificial de la empresa china DeepSeek ha provocado un seísmo que ha afectado a los gigantes tecnológicos estadounidenses. Mientras, en Bruselas vuelve a emerger la pregunta: ¿por qué la Unión Europea parece no estar tampoco en esta carrera de la revolución digital? No hay que indagar mucho para dar con la respuesta: inversión.
Hay una catarata de cifras que evidencian la escasa apuesta monetaria de Europa en innovación y su descoordinación. El informe Draghi, en el que hay un amplio recetario para que la UE salga del letargo, se construye con muchos de esos números. Por ejemplo, solo el 7% de la inversión mundial que dedican las grandes empresas dedicadas al desarrollo de programas informáticos y aplicaciones digitales procede de Europa; el 71% se gasta en Estados Unidos y el 15% en China. La foto del hardware (equipos informáticos, investigación en chips…) tampoco deja en buen lugar a la Unión, el 12%, frente al 40% estadounidense y el 19% chino.
Pueden encontrarse pruebas específicas sobre inteligencia artificial con el mismo resultado en los estudios de la OCDE. Las inversiones del capital riesgo entre 2012 y 2023 dedicadas a empresas emergentes y start-ups vinculadas a esta actividad se acercó a los 450.000 millones de dólares en Estados Unidos; a los 250.000 millones en China; y apenas alcanzó los 50.000 millones en la UE.
“El déficit inversor ha sido gigantesco”, constata Ibán García del Blanco, director internacional de la consultora Lasker y negociador del reglamento europeo de inteligencia artificial en la legislatura anterior, cuando fue eurodiputado socialista, quien también habla de falta de estrategia común en la Unión. “A nivel estatal no hay posibilidad alguna”, apunta.
La Comisión Europea ya ha emitido varios documentos y estrategias en el pasado que miran en la dirección que señala García del Blanco. De hecho, el primero, de 2018, vio la luz apenas un año después de que Pekín publicara su plan para el desarrollo de la nueva generación de inteligencia artificial. Pero a la luz de los resultados parece que ha tenido mucho menos éxito. Consciente de esto, Bruselas ha reservado un papel importante a la inteligencia artificial en su programa económico para esta legislatura, que ya en este primer trimestre se plantea desplegar sus primeras acciones en este campo.
El objetivo sería que la UE no pierda este tren de la revolución digital, que esta vez, aunque sea por acumulación de oportunidades perdidas en lo que va de siglo, se antoja decisivo. Todo un reto después de lo visto esta semana, en la que ha quedado claro que DeepSeek es una rival a la altura de OpenAI, la empresa que ha desarrollado ChatGPT, Anthropic o Google. Todavía está por ver si lo logrará Mistral, una empresa francesa y la mayor apuesta europea en este campo.
Es cierto que lo sucedido con DeepSeek demuestra que no todo es cuestión de dinero. Al fin y al cabo, este modelo chino se habría desarrollado con mucha menos inversión que en Norteamérica. Y a eso se ha agarrado el eurodiputado francés David Corman, de Los Verdes, esta semana. “Estados Unidos ha invertido enormemente y ha dado rienda suelta a sus GAFAM [acrónimo de Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft] para desarrollar la IA con el fin de obtener una ventaja sobre China. No solo lo hicieron, sino que además impusieron una moratoria a China en el suministro de sus semiconductores de alta gama. ¿Y qué ocurrió? China ha desarrollado su propio modelo, incluso con chips menos eficientes. No tenemos que obedecer modelos preexistentes si no nos convienen. Solo hay que tener el valor y la voluntad política”.
Este empuje político es el que ha habido, desde luego, en las dos grandes potencias mundiales, como deja claro Anu Bradford, catedrática de Derecho en la Universidad de Columbia. Esta finlandesa, especializada en regulaciones digitales, explica en su último libro, Imperios Digitales, que hay una “batalla por la supremacía tecnológica” entre Washington y Pekín, en la que sus respectivos gigantes tecnológicos tienen un papel destacado. En esa contienda, la inteligencia artificial es un campo de lucha clave. “La carrera […] es prioritaria por lo que está en juego desde el punto de vista económico, pero también por razones políticas e ideológicas”, escribe esta finlandesa afincada en Estados Unidos.
Tanto Bradford como Corman vienen a introducir el elemento geopolítico para explicar por qué Estados Unidos y China tienen la voluntad de liderar la carrera. Pero la voluntad requiere de herramientas que la desplieguen. Y ahí, por ejemplo, Draghi apunta a desarrollar un órgano europeo que impulse las investigaciones más avanzadas, emulando el modelo estadounidense de ARPA (Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada, por sus siglas en inglés), una forma de traducir en hechos esa falta de estrategia común que hace que muchos esfuerzos y recursos pierdan eficacia en la UE por falta de coordinación.
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