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Una hoja de ruta para un Google europeo

El informe Draghi identifica como estratégicos la IA, la supercomputación y los microchips, aunque reconoce el retraso de la UE en estos sectores y su alta dependencia de EE UU y China

Superordenador Marenostrum 5
Aspecto de uno de los pasillos de procesadores del nuevo supercomputador Marenostrum 5 del Centro Supercomputing de Barcelona.Massimiliano Minocri
Manuel G. Pascual

Europa se está quedando atrás. EE UU y China le llevan la delantera en muchos sectores, y el tecnológico es de los peor parados: la UE depende de terceros países para el 80% de los productos, servicios e infraestructuras digitales que necesita. El diagnóstico del informe Draghi, presentado el pasado lunes 9, es tajante: el actual modelo industrial de la UE “no refleja el ritmo actual del cambio tecnológico”. Es prioritario mejorar la competitividad y potenciar la autonomía estratégica en el desarrollo de semiconductores y materias críticas.

¿Cómo se logra eso? El expresidente del BCE y tecnócrata italiano propone una revolución que consta de dos elementos principales. El primero de ellos es una lluvia de dinero. El informe Draghi pide una inversión anual de 800.000 millones de euros, cuatro veces el Plan Marshall, para supervitaminar los sectores productivos claves. La idea de fondo es sustituir las ayudas estatales por subvenciones europeas, ya que, según dijo en la presentación del informe, distorsionan menos y contribuyen a profundizar el mercado único. Para lograr los objetivos marcados en el área de digitalización y tecnologías avanzadas, serán necesarios “entre dos y cuatro billones de euros hasta 2040″.

El segundo es regulatorio. El documento invita a que se haga una lectura laxa de normativas como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que a día de hoy es el mayor estándar mundial en materia de privacidad, y, precisamente por las garantías que aporta a los consumidores, supone un quebradero de cabeza para las grandes empresas tecnológicas. También propone redactar nuevas leyes comunitarias.

“La UE tiene una capacidad limitada para beneficiarse de las dinámicas de el ganador se lo lleva todo, los efectos de red y las economías de escala en tecnologías clave”, sostiene el informe. Draghi quiere que la inyección de fondos y una regulación más orientada al crecimiento empresarial logren hacer que las empresas ganen tamaño. Y que se revierta el decrecimiento de ingresos derivados de tecnologías de la información, que entre 2013 y 2023 cayeron del 22% al 18% en la UE, mientras que en EE UU subieron del 30% al 38% y, en China, del 10% al 11%. Esa inversión está liderada en Europa por la industria del automóvil, mientras que en EE UU y China la dominan las compañías nativas digitales (de Alphabet, Meta o Microsoft hasta Baidu o Tencent).

El equipo de Draghi identifica tres áreas prioritarias en las que la UE debe focalizar sus esfuerzos en materia tecnológica: conexiones de banda ancha de alta capacidad, computación e inteligencia artificial (IA) y semiconductores.

Conexiones de alta capacidad

La UE tiene 34 operadores de telecomunicaciones actuando en un mercado de 450 millones de consumidores, mientras que en EE UU hay tres y en China cuatro. “Eso hace que las empresas europeas no tengan la escala necesaria para proveer a los ciudadanos de acceso ubicuo a fibra y 5G”, subraya el documento, que reclama una capacidad satelital europea autónoma para 2030, el aumento de la inversión privada en redes digitales y “fortalecer la seguridad y la autonomía estratégica abierta de las redes de comunicación digital de la UE”.

No se dan indicaciones, sin embargo, de cómo fomentar esa inversión privada, que en la UE supone el 67% del total dedicado a I+D, frente al 76% en China y el 81% en EE UU. “Draghi no termina de argumentar si esto tendría beneficios para las empresas europeas, ni cómo se debería conducir el proceso de concentración de compañías”, opina Raquel Jorge Ricart, investigadora del Real Instituto Elcano especialista en agenda tecnológica y digital.

Mario Draghi, tras la presentación de su informe en el Parlamento Europeo, el 17 de septiembre.
Mario Draghi, tras la presentación de su informe en el Parlamento Europeo, el 17 de septiembre. Johanna Geron (REUTERS)

Computación e inteligencia artificial

“La UE está perdiendo terreno en la creación de compañías tecnológicas innovadoras de alcance global”, reconoce el informe. Europa solo representa el 12% del gasto en I+D entre las compañías líderes en producción de hardware y equipamiento electrónico, contra el 40% de EE UU y el 19% de China. “Como resultado, la UE no ha generado plataformas de alcance global”. La situación es la misma en las infraestructuras de computación en la nube y en la computación cuántica.

El documento destaca el contraste entre las buenas infraestructuras (superordenadores) europeas y la debilidad de las empresas dedicadas a IA. Y le deja un recado al entramado regulatorio: “Mientras que la ambición del RGPD y el Reglamento de IA son recomendables, su complejidad y el riesgo de solapamientos e inconsistencias pueden perjudicar los desarrollos”.

Se trata de una queja recurrente en el sector. Esta misma semana, un grupo de empresas, entre ellas Meta, Spotify, Ericsson o SAP, publicaron una carta en la que reclaman “certidumbre regulatoria en torno a la IA”. Para estas corporaciones, Europa debe decidir entre protección para sus ciudadanos o fomentar la innovación. “La falta de concreción de los detalles del nuevo reglamento nos impide saber cómo entrenar nuestros modelos”, se quejó Joelle Pineau, vicepresidenta de Investigación en IA de Meta, en un encuentro con periodistas en el que participó EL PAÍS.

Además de flexibilizar la regulación, la receta de Draghi para mejorar en este terreno pasa por desarrollar y financiar una estrategia de crecimiento de la infraestructura de computación europea (más supercomputadores y centros de datos), así como lanzar un plan vertical de IA que aporte fondos a modelos clave con datos compartidos que sirva para varios sectores industriales y “establecer una cooperación estrecha con EE UU” en materia de nube y datos.

Semiconductores

La fabricación de chips de alta capacidad es vista como estratégica. Sin embargo, la UE no tiene empresas relevantes en este sector. Draghi propone crear una partida presupuestaria específica para desarrollar semiconductores, una industria que requiere unos gigantescos niveles de inversión. “Producir chips es muy complicado. No es solo una cuestión de dinero, ya que en un plan de 800.000 millones de euros cabe todo: necesitas equipamientos punteros, mano de obra superespecializada y lidiar con problemas de patentes”, indica Manuel Alejandro Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y economista de EsadeEcPol.

¿Cómo deben interpretarse las guías aportadas por el informe Draghi? “El plan es ambicioso y poco realista, porque no es posible liderar en todas las áreas tecnológicas avanzadas”, sostiene Roger. “El diagnóstico está bien hecho, pero la parte de propuestas de políticas es muy difusa”, coincide Hidalgo, que ve especialmente complicado que los 27 países de la UE, que en materia tecnológica andan a velocidades muy dispares, vean en el documento una hoja de ruta adecuada.

Fiona M. Scott Morton, catedrática de Economía Theodore Nierenberg en la Escuela de Administración de la Universidad de Yale, identifica un aspecto en el que el informe puede fortalecer el sector tecnológico europeo. “Si la UE destina fondos públicos a ayudar a una industria, puede condicionar las subvenciones a la interoperabilidad para aumentar la competencia. Un punto fuerte de Europa es que está dispuesta y es capaz de regular de esta manera”, señala en un artículo publicado en la revista Política Exterior. “A medida que más y más mercados impliquen big data, estándares digitales y redes que puedan beneficiar a todas las empresas, la regulación de la UE de la apertura y la interoperabilidad será una ventaja competitiva”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.
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